Название | 180 días en Siria |
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Автор произведения | Fabricio Pitbladdo |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878715216 |
—¡Qué mal se viaja en Estambul! —Farah no podía dejar de decirse eso a sí misma y a su madre, que estaban viajando paradas en el tranvía, el estar apretadas podía vencer el frío del invierno que aún no había llegado pero les estaba pisando los pies—. No conozco el camino con el tranvía, ma, siempre que vengo, viajo en auto o en bus... ¿Falta mucho?
—No, hija, en unos 15 minutos estamos —o eso creía ella—... paciencia. ¿Por qué no repasamos la lección mientras tanto? ¿Qué te parece? Al menos hablando, el viaje se hará más llevadero y de paso pueda ayudarte.
—Buena idea, ma. —La adolescente de 17 años abrió entusiasmada los ojos todo lo que pudo y movió la cabeza de la felicidad, ya que tenía muchas ganas de demostrarle a alguien, quien fuere, todo lo que sabía y había estudiado—. ¿Por dónde quieres que empiece?
—¿Por dónde quieres que empiece? Nena, ¿vos te volviste loca? ¿Cómo vas a empezar una lección con una pregunta? Ojo con esos descuidos, que según el docente que te toque, si es uno que tuvo un mal día puede pedirte que le hables del tema más difícil de todos y con eso perdiste.
—Mmm, ahora que lo pienso, tienes razón, ma... —dice riendo Farah en el incómodo asiento de cuerina verde.
—Obvio que la tengo... acordate que yo soy docente y por mi carácter, soy propensa a tener malos días. Sé cómo funcionan estas cosas y no quiero que te pasen a vos.
—Bueno. ¿Puedo, "señora profesora", empezar por los motivos de la guerra y cómo fue la preguerra? —pregunta Farah ironizando a su madre.
—¡Sí! "Querida alumna", puede empezar tranquilamente por ahí...
Y así en lo que restaba del viaje iban hablando sobre la Segunda Guerra, hasta que la madre bajó en la parada a la vuelta de su colegio, Farah ya sola en el colectivo, sacó sus apuntes y libros para ponerse a leer las partes que ella consideraba que tenía medio flojas, los 15 minutos restantes del viaje Farah se lo pasó leyendo, hoja por hoja, año por año, parecía estúpido todo lo que habían pasado tantas personas, tanto dolor... y ella solo se preocupaba por pequeñeces como la nota de su trabajo, pero a los 17 años aún no había aprendido a ver lo importante de la vida, corta y miserable, por eso que obliga a vivirla, la hermosa joven, perdida en su amor por los fríos libros que tanto tenían para ofrecerle, pasó por alto que se había pasado dos paradas de la suya, detalle que notó cuando levantó la vista.
—¡Uy! ¡Me pasé! —soltó un fuerte grito que hizo que todos se voltearan a verla—. ¡Chofer, parada por favor! —Farah guardó rápidamente todos sus libros en su mochila y bajó del colectivo.
Mientras Farah caminaba apurada por las largas y bastante transitadas calles del centro de Estambul, prácticamente más a trote ligero que a caminata, esquivando a todas las personas. —¡Perdón! ¡Disculpe! —, la niña ya corría toda despeinada por hacer esas 4 cuadras que parecían el doble. ¡Quizás el triple!, cuando estaba a solo 2 cuadras, nota que algo vibra en su bolsillo derecho, al principio pensó que era un síntoma de la adrenalina por correr, pero como ese incómodo cosquilleo no se detenía, se decidió a parar, y al apoyarse la mano en la pierna, notó que su celular estaba vibrando locamente.
—¿Quién será? —se preguntó Farah hacia ella misma... al sacar el celular, por el apuro se le cayó—. ¡Pero la puta madre! ¡No me sale una bien! —gritó Farah con todas sus fuerzas.
Como el celular era de buena calidad no se desarmó, ni se hizo nada, más de una persona que pasaba caminando la miró con algo de desprecio por la mala palabra que esta señorita acababa de decir, sin más remedio Farah se agachó, recogió el pequeño aparato electrónico y al abrirlo vio que tenía 6 llamadas perdidas de sus amigas, 4 de Elif y 2 de Aysel, mientras estaba sacando las notificaciones del celular, ya caminando de nuevo, Elif la vuelve a llamar.
—¿Hola? —dice Farah por teléfono, mientras esquiva gente, en su mayoría compañeros de ella, que atinaban a saludarla, pero poca atención ella les daba.
—¡Hola, Farah! Soy yo... ¡Elif! ¿DÓNDE ESTÁS?
—Estoy casi en la puerta, espérenme 2 minutos más. —Farah estaba mintiendo, ya que todavía le faltaba una cuadra.
—Bueno, pero apúrate porque ya rendimos. —Elif sin ton ni son le cortó el teléfono.
Farah, ya en la puerta de su colegio, el cual era un colegio religioso, antes había sido un iglesia y hoy era uno de los colegios con mayor renombre de todo Turquía. Enorme y muy antiguo, una entrada que parecía la de un castillo medieval, de corte neogótico, con puertas de más de 5 metros de altura por 3 de ancho de la mejor madera, tallada a mano hacía varios siglos, podía notarse a simple vista, en el descanso de la entrada, Farah se detuvo unos segundos a recuperar su aliento. —Qué enojona es esta chica... —La apurada joven, pero ya sin demasiadas ganas de apurarse más, estaba entre su taquicardia y un poco de risa por la situación, decidió entrar caminando, por fin a la escuela, con un enorme hall, saludó a los porteros sentados en una mesita en frente de la puerta, a su izquierda tenía la dirección y a la derecha el largo pasillo que la llevaba la primaria, a la derecha del pasillo a primaria, una extensa y lujosa escalera, con su baranda en el más fino roble, la cual era la que debía tomar Farah para llegar a su salón de clases, y opuesto a esto estaba la salida al patio del colegio, no muy grande, pero lo suficiente para las actividades que se hacían en él. Farah siguió de largo hacia la escalera, apurada subía escalón por escalón, 14 para ser exactos, el largo tiempo que ella llevaba ahí le fue suficiente para saber la cantidad de escalones, 14 escalones, descanso y 9 escalones más y ya estaba en el primer piso, solo hacía falta repetir lo mismo para llegar al segundo y último piso, en el cual se ubicaba el aula de Farah, contado de izquierda a derecha, era la sexta aula.
—Por fin estoy acá.
Farah se para en la puerta de su aula, para el tipo de edificio que era, las puertas de las aulas eran relativamente sencillas, pintadas de verde, madera bastante finita, abren hacia afuera por cuestiones de seguridad en caso de que todos los alumnos tengan que salir rápido, con una ventana que ocupaba aproximadamente 1/3 de la puerta y esta se encontraba en su parte superior, el final de la ventana estaba justo a la altura de la hermosa cara de Farah, lo cual esto le permitía ver lo que estaba ocurriendo adentro, y para suerte de ella y de sus compañeras aún era temprano, estaba rindiendo el grupo anterior a ellos y por lo que podía observarse, ya no les faltaba mucho. Sin mucho más pensamiento ni análisis se aventura a entrar...
—¡Buen día! —exclama Farah en voz baja para no llamar mucho la atención pero saluda igual ante las dudas por si le decían algo, muy despacio cierra la puerta y se dirige hacia donde estaban sus amigas.
—Buenos días, señorita Murat... ¿Le molestaría decirme el motivo de su llegada tan tarde? —El profesor de Historia de Farah la increpa y avergüenza frente a toda la clase.
—Disculpe, profe... es que mi papá tuvo unos problemas con el auto y tuve que venir en el transporte público y vivo muy lejos y es un viaje largo y encima el colectivo no venía y —el profesor la corta.
—Bueno, bueno, muchos "y" para una sola oración... Está bien. No pasa nada, ve a sentarte.
—Muchas gracias, profe... —Tarkan, el profesor de historia que les había tocado ese año, era conocido