Название | 180 días en Siria |
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Автор произведения | Fabricio Pitbladdo |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878715216 |
—¡AHÍ VAN LOS CHOCOLATES, CHICAS!
Quizás haya sido por los temas que hablaron o por las bromas que había gastado Aysel, pero esa espera de unos minutos se había hecho larga, más de lo normal. El olor del chocolate recién preparado podía olerse desde las mesas, como no estaban preparando nada más en aquel momento ya que estaban por cerrar, era lo único por oler. Las puertas se abren y sale el mozo con los dos vasos altos de exquisito chocolate, con dos vasitos de agua y 6 galletas.
—Ahí tienen, chicas... Lo único que les pedimos es que se apuren, porque en hora u hora y media vamos a cerrar. ¿Está bien?
—Sí, sí —dijeron las dos chicas.
—Perfecto. Buen provecho entonces —retrucó el mozo.
El mozo se retira y las chicas comienzan a degustar de lo que les habían regalado, como el chocolate seguía muy caliente, decidieron comenzar por las galletas, aún crujientes, ya que habían sido calentadas, su olor a recién cocinadas era enamoradizo. Todo lo que había sucedido en ese largo día daba pie para hablar un rato sobre todo tipo de cuestiones... era raro, parecía que tenía que hablar, tal vez esa sería la última vez que podrían hacerlo de esa manera.
—¿Y? ¿Me vas a contar o no? —insinuó Aysel sorpresivamente a Farah en la soledad del bar.
—¿Sobre qué, Aysel? —respondió algo confundida Farah.
Aysel comenzó a reírse y a mover en forma de negación la cabeza.
—¿Cómo qué? —Aysel rio—. Mentile a quien no te conozca.
—¡Pero no te miento! Solo no sé de qué me hablas...
—Sobre ese chico que miras todas las clases y que todavía, siendo tu mejor amiga, no me contaste nada de nada de nada. —Aysel triunfante da el primer sorbo de su chocolate, pero sin éxito porque aún seguía caliente.
—¿Nicolás? —ya sonrojada, Farah se vio obligada a responder.
—Si es el de ojos marrones y pelo largo... ¡Ese!
—Ay. ¿Cómo te diste cuenta?
—Te conozco, Farah... Aparte no le sacas la vista de encima.
—Es que es tan lindo. —Ríe Farah mientras agacha la cabeza—. Pero no le digas a nadie, sabes que soy tímida.
—Obvio, yo una tumba, como siempre... pero ¿no vas a hacer nada?
—¿Nada como qué?
—Y no sé... Podrías empezar por saludarlo o hablarle... ¿No estás pretendiendo que se dé cuenta de que lo miras para que te hable?
—No sé, Aysel. No soy como vos, no me salen tan bien estas cosas —replica—. Aparte, ¿qué le digo?
—¡Y no sé, Farah!
—¡Ah, viste! —dice en voz alta Farah—. Ya está, gané. —La joven comienza a reírse.
—Pero salúdalo, acércatele en un recreo o algo.
Entre el ida y vuelta de ideas, el chocolate ya se había enfriado, o por lo menos lo suficiente como para ser tomado, las galletas ya se les habían acabado a las dos chicas y la conversación había llegado casi a su éxtasis. Sobre todo se había hablado de chicos, chicas, amigas, amigos, familia, escuela... ¡hasta incluso de economía y política!
—¿Sabes, Aysel, algo que me da miedo?
—No, decime... ¿Es que Nicolás no se fije en vos? —Aysel le responde una estupidez para hacerla reír, como era su costumbre.
—¡No! —Farah le pega en el brazo a Aysel—. ¡Dale!, en serio...
—Bueno, decime.
—¿Viste que te comenté que a papá le van a hacer echar a un par de personas para abrir una sucursal en otro país?
—Sí... ¿Qué tiene? ¿Te da miedo que lo echen a él también?
—No, eso no. Bueno, quizás un poco, pero más que nada, que lo hagan a él ir a ese lugar.
—No creo, Farah, aparte ¿por qué lo mandarían a él? ¿Él no trabaja acá hace varios años?
—Sí y justamente por eso, porque sabe más del tema que nadie. Pero no sé, lo veo difícil... —algo preocupada, como ella ya había dicho estar, le pide opinión a su amiga—. ¿Vos qué decís?
—No creo, lo veo difícil yo también. Una pregunta... ¿Él estuvo metido en el proyecto desde el principio?
—No, no, para nada. —Farah intenta aclararle y explicarle—. Mira, él se empezó a meter más en el tema, y no porque quiso, sino porque lo obligaron más o menos. Ahora a lo último, que empezaron a echar gente para reducir gastos y para que a él no lo toquen, se hizo responsable más o menos de los despidos. Eso, también hace horas extras sin cobrarlas, entre otras cosas más para que esos hijos de puta no lo toquen a él también.
—Si es así... quédate tranquila, Farah, entonces. —Con algo de decepción y un rencor muy difícil de esconder, Aysel agrega—. De verdad, a esta gente no le interesa nada más que llenar sus bolsillos... Pero, bueno, de verdad quédate tranquila. A nuestro alcance, no hay nada e igualmente no va a pasar.
Con las palabras como solo una amiga sabe decir, hizo entrar en razón a Farah y hacerle entender que su miedo, no era ilógico pero era sin fundamentos y que debía quedarse en paz ya que poniéndose pensamientos malos en la cabeza no ganaba nada. Entre más trivialidades que fueron hablando de todo tipo, familia, colegio, amigos y amigas, economía y política. Y así se les ocuparon más de dos horas con la charla hasta que el polaco las empezaba a apurar y decidieron que era hora de irse, para que pueda cerrar el local sin ninguna molestia. Como las dos vivían en lugares de la ciudad distintos se despidieron y fueron cada una por su lado. El viaje para Farah significaba al menos media hora y obviamente parada, ya una vez en su casa, al ver que todavía no había llegado nadie, decidió comer una galletas que habían sobrado de la mañana y acostarse a dormir un poco. Al menos hasta que llegara alguien... esa espera no fue larga, Farah calcula que habrán sido unos 15 minutos, no más de 20. Pero lo suficiente como para descansar. Como la joven estaba descalza, no hizo ruido al bajar las escaleras, por lo que sus padres no la escucharon y no se detuvieron en su discusión y por eso ella pudo escuchar un poco.
—Y... ¿Qué vas a hacer? —pregunta realmente enojada Annesa a Murat.
—No sé, Annesa... yo tampoco quería esto y eso te lo puedo jurar.
El primer pensamiento que vino a la cabeza de Farah fue que habían echado a su padre del trabajo o que lo habían presionado con la amenaza de echarlo para que haga un arreglo que no sería nada bueno para ellos. Pero algo era seguro, era mejor un mal trato a estar desempleado y eso Murat lo sabía muy bien. Sea lo que sea, si Farah intervenía, la discusión cesaría y al preguntar, le mentirían... entonces lo mejor era no intervenir. Para error de Farah no habían pasado 20 minutos como ella creía, ya que alcanzaba a ver el reloj de la pared y había dormido más de una hora, eso significaba que seguramente llevaban un rato largo hablando.
—¿Pero qué? ¿Sos tan cobarde como para negarte?
—¡Entendé, Annesa! ¡Si me niego me echan a la mierda! ¿Querés que deje a nuestros hijos sin comida? ¿Qué no puedan llevarse unas monedas al colegio o no poder comprar ni siquiera los libros? —El estresado y muy desdichado hombre, por la bronca y el enojo, le pega una patada a la pata de la mesa, lo que hace temblar todo.
—Por mucho prefiero eso a ir a un guerra... —responde bastante cortante Annesa.
Ante el susto de escuchar un golpe y ya estando muy asustada e intrigad por la situación, Farah decide bajar a ver por qué demonios estaban peleando y qué tan serio era lo que desde afuera parecía un pleito.
—Ma,