Название | 180 días en Siria |
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Автор произведения | Fabricio Pitbladdo |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878715216 |
Farah baja la vista y descubre un lunar de tamaño importante del lado izquierdo de su pecho.
—¡Ay tenés razón!... estoy muy segura, antes no lo tenía y si me toco me duele. ¿Por qué?
—El alma y el corazón tienen memoria, y una tan grande que puede sorprender, el problema es que cuando estamos vivos nos concentramos tanto en vivir el día a día que nos olvidamos de los complejos que podemos llegar a ser dentro nuestro y no lo sabemos. ¡Ja! Ni lo sospechamos... y el dolor junto con el amor son de las cosas más fuertes, solo que como al parecer tuviste una muerte triste, el dolor te es aún presente por ese motivo, pero también lo recordarás, al amor, a medida que vayamos hablando y conociéndonos más. Pero solo es tiempo para que vayas soltando las cosas que no necesitas, como el dolor —aclara William—. Y hayas recordado completamente otras, como el amor, la pasión, la alegría sin límites, y un largo etcétera... —El joven rubio con mucha ternura vuelve a abotonar el vestido de Farah y con un tono burlón le dice—: Viste que no era tan difícil... solo tenías que confiar y creer en mí.
—Cuando recuerdas lo miserable que fue gran parte de tu vida, la confianza se hace algo difícil de conceder... espero que me entiendas —le responde Farah—. No lo sé, simplemente, como ráfagas me vienen recuerdos, sensaciones, gustos, sentimientos, miedos... y en su mayoría estas ráfagas son de cosas malas, me da miedo confiar. Como ya he dicho, entiéndeme.
William un poco decepcionado por lo que estaba escuchando, a él le hubiera gustado que esos recuerdos sean los últimos en venir dentro del corazón de Farah, pero el mañoso destino quiso que estos lleguen primero... Por algo será, nada pasa por casualidad, y más ahí. De todos modos, él tenía que estar ahí para apaciguar los miedos de la confundida adolescente y saberla llevar lo mejor posible, esa era su única función en ese mundo y al parecer aún tenía una ardua labor por delante.
—Y si me permites decirlo... por el tamaño del lunar, habrá sido una bala de importante calibre, seguramente ese que tienes al costado del ombligo también sea de un disparo.
—¿Este? —pregunta Farah señalándose al costado derecho del ombligo.
—Ese mismo, señorita, como sugerencia, anda acostumbrándote porque, si así lo decides... te acompañarán en tu próxima vida.
—Espera... ¿Cómo hiciste para verme ese lunar? Si en ningún momento te mostré la panza.
—Farah, tienes un vestido finito y bastante blanco y, si me dejas decirlo, es un lunar de tamaño importante.
—Bueno... puede ser. ¡Eso!, después de reencarnar, ¿qué recuerdos o marcas quedan?
—Las marcas físicas que causa la muerte y son hechas ante ella en persona suelen dejar marca, como la tuya... casi siempre quedan y más si fue una muerte violenta y, en cuanto a los recuerdos, generalmente se van, pero tengo escuchados casos en los que perduran hasta una muy temprana edad, quizás 5 o 6 años, pero en esos casos ya la misma mente de las personas lo reprime y lo olvida en el subconsciente, a todo esto... ¿Quieres reencarnar?
—No, no lo sé, o tal vez sí... no lo decidí todavía... ahora que ya recuerdo casi toda mi vida, me da miedo que mi nueva vida sea como la que acabo de terminar. Por favor, ¿me entiendes, no?
—Pero por supuesto que te entiendo, Farah, mucha almas no quiere reencarnar, es más... si yo no hubiera olvidado, seguramente estaría como vos y no sé si peor, créeme. —William la abraza y le acerca la cara desde el costado—. Sos muy valiente de verdad... ahora que ya te acuerdas de todo, ¿te gustaría empezar a contarme un poco de tu vida?
—¿Estás seguro? Es triste... y todavía no recuerdo todo, recuerdo casi toda mi vida, pero la parte del viaje para volver a Turquía se me hace un poco confusa —gira la cara y quedan boca a boca, uno frente al otro, mirándose fijamente—. ¿De verdad quieres escucharme?
—¡Me encantaría! Solo quiero ayudarte y ayudarme a mí mismo. —El apuesto joven le agarra los hombros con sus dos manos y le apoya la pera sobre la cabeza—. Aparte, hasta que superes tu período de "adaptación" tendremos bastante tiempo para hablar de todo tipo de trivialidades.
—Está bien... pero si lloro, ¡abrázame fuerte! —dice riendo Farah—. No aguantaría volver a llorar sola —con repentina seriedad, Farah baja la cabeza.
—Tranquila, Farah, recuerda que estoy acá para esto, escucharte, ayudarte, acompañarte y ¡sí! Ponerte el hombro cuando quieras llorar. Conmigo no tendrás que volverte a disculpar por nada, ni sentir vergüenza por nada, ni ninguna tontería infantil de esas.
—Habló el pequeño niño.... —le dice Farah medio burlona al niño que quiera hacerse el adulto y olvidaba que era aún más chico que Farah.
—Bueno... No maltrates a tu guardián, que es un guardián particularmente sensible.
—¡No me pongas esa carucha! —Farah, al ver que William bajó la mirada con unos ojos tristes por la bromita que le jugó y no le cayó nada bien, decidió ponerse compasiva, en parte por la culpa y en parte porque no quería verlo así—. Fue una broma, no quería que te pongas así, no importa que seas más chico que yo, ni cual sea el resultado de todo esto, tú, mi pequeño niño, me ayudaste mucho, y ese mérito no te lo quitara nunca nadie.
—¿De verdad lo dices? —preguntó Will.
—¡Sí, de verdad!
—Bueno, gracias por tus palabras, Farah.
—De nada, Will...
—¿De dónde vas a empezar? —preguntó el niño rubio—. Digo, a contarme tu historia.
—Em, ¿desde el principio?
—No sé... es tu historia, dime —respondió Will.
—Bueno... podríamos ubicarlo cuando decidimos mudarnos de Turquía a Siria.
—A ver. ¿Cómo fue? —preguntó William.
Ya estando segura que recordar prácticamente todo y de que ya podía confiar en William, había un vínculo de confianza fuerte y mutuo. Sabían que se necesitaban mutuamente y por eso decidió empezar a cotarle en profundidad lo que fue su vida, o más que su vida, lo que fue su vida a lo último, lo que fue el principio de su fin, quizás sería triste, e incluso muy difícil. Ella pensaba que su vida había sido una desgracia pero también sabía que William no la iba a juzgar, por el solo hecho de que si él decidió olvidar quería decir que su vida no había sido mucho mejor, pero ya era hora de decir todo y no callar nada, ya no estaba para esos juegos infantiles ni inmaduras vueltas, ya no las necesitaban ni nunca más las necesitarían... ni Farah ni William y así comenzó...
Capítulo II: Estambul
Como todas las mañanas mamá me despertó para ir a la escuela, como tenía que ir más temprano de lo normal, salí un poco antes y me crucé con toda la gente que va a su trabajo y hacer sus actividades... ¡qué mal que se viaja en Estambul!
La casa de Farah se encontraba en un típico barrio clase media en Estambul, Turquía, para puntualizar más en una esquina, en donde se encontraba la puerta principal de la casa sobre la calle Mehmet Aga Cd. y sobre la calle Gokce Sk. Se encontraba el garaje, en donde los padres de Farah guardan sus respectivos autos. Era una casa con un feo y muy llamativo frente amarillo chillón, el cual podía divisarse a kilómetros de distancia si uno se lo proponía. En la planta superior había 3 habitaciones, y el baño principal de la casa, las piezas se dividían en una para Farah con ventanas que daban a Mehmet Aga Cd. (al igual que la pieza de sus padres), una para los 2 hermanos, la ventana de esta daba a la otra calle de la casa y la habitación restante para los mayores de la casa. El hogar en su respectiva planta baja, para mayor puntualidad en el living, contaba con una sencilla escalera de estilo moderno, de escalones separados entre sí y con una baranda aún más simple a la derecha se iba al baño, después de haber esquivado los sillones y a la izquierda se iba al garaje, todo esto sobre un muy elegante piso de