Название | Condenados |
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Автор произведения | Giovanni de J. Rodríguez P. |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789585331839 |
—Este martes es el día más fatídico del último quinquenio. El año pasado un avión cayó en el Atlántico y murieron más de doscientas personas; el antepasado, en la misma fecha, ocurrió el sismo de Indonesia; el anterior dos trenes chocaron en Croacia —bostezó—; este día consagrado al dios de la guerra no es un buen día para tener paz.
—¿Qué ocurrió en el primer año de tu seguidilla de tragedias?
—¡El primer año!
—Solo mencionaste tres en un periodo de cinco años y dijiste que cada año ocurrió una desdicha.
—La peor de las tragedias, casi quedo pobre al perder un negocio.
Guillermo movió la cabeza para ambos lados.
—Tienes razón, la peor tragedia es la que le pasa a uno. Leopoldo, sabes que no soy supersticioso. Este espejo está averiado. Mírame, yo no soy así, ¿cuándo mis cejas fueron tan pobladas y mi boca tan pequeña? Parece que no tengo carácter.
El secretario miró circunspecto y luego observó la imagen reflejada del presidente en el espejo. Guillermo advirtió la mirada puntillosa del secretario y se dijo a sí mismo que Leopoldo tenía los ojos tan tristes como si la muerte de un ser querido se le hubiera quedado por siempre en la mirada.
—Su aspecto está igual que todos los días, señor.
—Hombre, no te esfuerces por subirme el ánimo. Me siento como una puta barata, todo me sale mal, empezando por el reloj que me regaló Marion de cumpleaños, se me cayó.
—¿Qué pasó?
—Esta mañana, al despertar empujé sin querer el reloj cuando intentaba silenciar el despertador. Se le quebró la mica. —Levantó las cejas—. ¿Puedes creerlo? un cristal de mil dólares debería resistir caídas tan insignificantes, ¿no lo crees? Más vale que Marion no se entere.
Ambos salieron del cuarto de baño y caminaron por el pasillo hacia el despacho presidencial.
—Es un mal día, señor, ¿no vio mi mensaje?
—Estás loco si crees que usaré calzoncillos rojos para la buena suerte. Te lo he dicho cientos de veces, no creo en maldiciones o agüeros; lo que dicen de los gatos, las escaleras y los espejos son todas estupideces. Nada trae más surte y fortuna que el trabajo honrado y bien hecho. Así que no se hable más, quédate con tus creencias y por favor que sea la última vez que me hablas de esos temas.
—¿Cómo explica que un reloj tan fino se haya estropeado con tanta facilidad? ¿Que el invierno haya llegado dos meses antes?
El teléfono de Guillermo se sacudió dentro del bolsillo. Miró la pantalla e hizo una mueca antes de contestar.
—Hola, Mery; no eres oportuna.
—La llamada de una simple mortal nunca es oportuna, señor presidente. Y en ese caso usted no debería contestar.
Hubo silencio. Guillermo nunca se acostumbró a la crudeza y alevosía con la que ella lo trataba. Mery conservaba el trabajo solo porque Margarita no permitía que la cambiaran.
—¿Qué ocurre, Mery?
—¿Ya habló con su hermano?
—No, ¿qué sucede? Y por favor habla sin rodeos; sabes que me mantengo ocupado.
—Su mamá tuvo una recaída.
—¿Por qué no me avisaron?
—Su hermano…
—¡MI HERMANO!, ¿qué importa mi hermano? Su deber es mantenerme informado.
—Estoy en medio de los dos y no sé qué hacer, ¿a quién debo hacerle caso?
—Hablaré con él; ¿cómo está mamá?
—Regular, ayer al mediodía se desmayó. El doctor Aravena dijo que doña Margarita sufrió una isquemia cerebral con consecuencias leves, y la presión arterial la tiene por las nubes. Durante la noche se despertó varias veces, una de ellas la encontré llorando. No soporta ver el retrato de su padre y repite con frecuencia que las ménades rojas secuestraron a sus hijas para que un toro las embistiera. Pobre, me da pena el grado al que ha llegado su locura.
—Dios santo… ¿qué diablos con las ménades?
—No lo sé, señor. Seguro alguno de los monstruos que la molestan por las noches.
—Pásamela, quiero saludarla.
—Está tomando sol en el patio; ya sabe cómo se pone si la interrumpimos.
—Hablaré con Aravena.
—Doña Margarita tuvo una noche muy larga. Sería de mucha ayuda que hoy viniera a visitarla.
—Imposible. Hoy tengo asuntos que atender, de pronto mañana. Y sin importar qué diga mi hermano, mantenme informado.
Mery apretó la quijada.
—Guillermo, es tu madre. Nada en el mundo te la traerá de vuelta cuando falte.
—Trataré…
—¿Tratará? Que estupidez tan grande. Siempre se excusa con que tiene mucho qué hacer. Ojalá pudiera meterse en la cabeza de la vieja para sufrir lo que ella sufre y así pueda entender cuánto lo necesita.
—Mery, no me malinterpretes. No entiendes mi trabajo y no estás en la posición…
—Tiene razón, no lo entiendo. Como tampoco entendí la desidia y falta de apoyo cuando éramos jóvenes.
—Así que eso es. Ya veo por qué me tratas así. Mery, el pasado es pasado. Éramos niños.
—Éramos adolescentes.
—Tuviste la culpa por meterte con Gabriel.
—Me acerqué a él para llegar a ti.
—Y sí que te acercaste… dos horas dentro del armario con mi hermano.
—La culpa fue tuya por darme vodka. Los dos se parecían y los confundí.
—No voy a discutirlo. Eso fue hace más de veinte años. Ya debo colgar, por favor cuida de mamá.
Mery colgó la llamada y refunfuñó mientras caminaba hacia el patio.
—¿Qué ocurre? —preguntó el secretario levantando una ceja.
—Nada. Es un asunto de mujeres en los que un hombre no tiene cabida ni medida.
—Ellas son como una olla a presión aguantando el vapor…
—Leopoldo, mejor no digas nada y que no te escuche Rubí, podría quebrarte la cabeza de un golpe. Vamos a mi despacho y tomemos un café, quiero que revisemos el presupuesto de gastos y luego el asunto de las protestas de los universitarios.
—Señor, hay otros temas más apremiantes. Ayer me informaron que el Congreso no aprobará la compra de drones armados para operaciones autónomas. No quieren máquinas asesinas volando sobre las cabezas de los ciudadanos, rotulan que sería más fácil el terrorismo y que un simple error de programación tendría consecuencias fatales. Tampoco quieren aprobar la ley para migrar nuestro sistema de seguridad, el riesgo más relevante del uso de la inteligencia artificial se apoya en los pronósticos de la tormenta solar. La agencia espacial China declaró alerta roja y señalan que es probable que en los próximos días una explosión solar llegue al planeta afectando todos los equipos electrónicos. Las naciones cercanas al hemisferio norte quedarán vulnerables y se estima que tardarán diez años en recomponer sus estructuras tecnológicas de defensa y veinte años en reconstruir la infraestructura de telecomunicaciones y el tendido eléctrico para el suministro de energía domiciliaria. Por otro lado, los parlamentarios están temerosos de perder los controles burocráticos del sistema y entiendo, por comentarios de pasillo, que la situación es más alarmante por los detrimentos económicos que acarrea no tener alcance de los oferentes y proveedores de