Condenados. Giovanni de J. Rodríguez P.

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Название Condenados
Автор произведения Giovanni de J. Rodríguez P.
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789585331839



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palabra se había desenrollado de la legua de Gabriel hasta convertirse en una soga de diez metros que se anubada en la garganta con ánimo de estrangularlo. Los dos se callaron y una ráfaga de aire helado dejó una huella sobre la pared, ambos vieron unas gotas de rocío arañando la pintura hasta desaparecer en el zócalo. Mery se estremeció y estuvo a punto de arrojarse en los brazos de Gabriel; sin embargo, él la detuvo con una mirada inquisidora.

      —Me pregunto quién personifica, en la mente de su madre, a ese demonio. Y por qué ella le tiene tanto miedo.

      —Puede ser por el parecido del poeta con papá y por los temas de las poesías, ¿de qué tratan los poemas?

      —Hay mucho amor, amor contrariado de ese que deja nostalgia y rabia… ¡Ah!, si bien lo recuerdo hay un poema que puede estar relacionado. Es una historia de dolor y pena, creo… creo que tienes razón, Gabriel. El primer poema es sobrecogedor, de amor y muerte, belleza y asecho. En el que una serpiente aparece… —Mery frunció la boca y arrugó la frente—. ¡Es eso! Es el poema, la mente de su madre asocia la imagen del autor con el retrato de su padre y este con la historia narrada en el poema.

      —¡Lo descubriste! felicidades, ahora todos en casa dejarán de ver fantasmas. —Mery intuitivamente miró hacia la pared, la huella húmeda dejada por las gotas estaba allí como arañazos, demostrándole que ambos se equivocaban—. Mejor no prestes atención a las alucinaciones de mamá, su cabeza está llena de creaturas enigmáticas para nosotros. —Suspiró—. La enfermedad la condujo a un deplorable estado de conciencia. Verás que mañana se levantará sin saber nada y como de costumbre te preguntará quién es ese buen mozo pintado en el cuadro.

      Mery hizo una mueca de aprobación y volvió a mirar la pared.

      —Mujer, todo esto debe ser difícil para ti; tanto trasnocho, afanes y cuidados quiebran hasta al más fuerte. Mejor ve a descansar. Ah, y, por cierto, cambia a Mozart por Queen, esa fue la banda musical preferida de mamá, tanto que Innuendo se convirtió en la canción de cuna de mi hermana.

      Mery no podía creer lo que acababa de escuchar. ¿La anciana fue una Queener?… Le era difícil imaginar en el pasado a doña Margarita con su recatada y pulcra figura rockeando al ritmo de los armónicos de una de las bandas más populares del siglo pasado. Una visión de ella cantando con los pulgares en alto le causó risa. La mirada de Gabriel la interrumpió, se sacudió el mechón rubio que le caía sobre la frente y recompuso el semblante.

      —Si es difícil para mí debe ser horrible para la familia, en especial para ti. —Gabriel, era el más sentimental de todos. Con tendencia a enfermarse de solo pensar en las dificultades, máxime si él no veía soluciones y había que dejarlas en manos de Dios; qué ironía, la confianza en una mente con falta de carácter deja de ser una cualidad y se convierte en un defecto—. No se preocupe, es mi trabajo. Váyase, usted termine el rosario, llene una copa con ese sabroso vino Cabrini que tiene guardado junto al paquete de hostias dentro del primer cajón de la mesa de noche y métase en cama medio borracho y medio bendito. Yo me quedaré cerca de su madre por si se levanta. ¡Ah! Por cierto, ¿por qué le recomendó salir? Decir mentiras no es lo suyo, ¿cierto?, por qué le llena la cabeza de cucarachas.

      —¿Salir? No te entiendo.

      —Ella me lo confesó antes de quedarse dormida. Que los tales defensores mañana se la van a llevar.

      —¡Yo sé a qué se refiere! —Suspiró—. Es misericordia. Cuando todo se ha perdido el único hilo de fuerza que le queda a una persona es la esperanza. Mamá se sentirá mejor si sabe que puede salir y disfrutar del día, ver la gente deambular por las calles con sus pintas y extravagancias; mirar las montañas, sentir el aire en la cara, ver el cielo y el vuelo de las aves. Esa idea la hace soñar, ¿te das cuenta? Mamá pone cara de felicidad cuando se lo digo; su mirada se vuelve vidriosa y se pierde en la fantasía de su mundo ideal. Ese sueño la fortalece ante la enfermedad, ¿lo entiendes, Mery? Las enfermedades incurables provocan una guerra en quienes las padecen; por eso los sueños ayudan a encontrarle sentido a la lucha interna y a sobrevivir a nosotros mismos.

      —Discrepo de tu concepto. No solo de sueños se vive y mucho menos cuando la enfermedad lo impide. El dolor es un ladrón. Para una persona como su madre la realidad gira al derredor de agujas y pastillas, dolores y calambres; unos cuantos minutos de sol al día y atender las pocas visitas de las almas caritativas que se dignen visitarla para distraerla con chismes de personas que no recuerda o no conoce. Doña Margarita perdió las pasiones, ya no pinta acuarelas, tampoco lee y nunca viaja. Esta casa es su cárcel, el mundo es una pared infranqueable y está sola con su enfermedad y con su locura. ¿Sabe qué es una persona sin pasiones? … es una roca, es un costal vacío, un ente sin alma y sin personalidad. En esas condiciones soñar no es fácil, ¿qué puede soñar una persona sin recuerdos? Una persona a quien despiertan cada tres horas para monitorearle los signos vitales. En mis veinte años de profesión he conocido a estos pacientes más que usted en sus años de ministerio. Para ellos es más importante recibir amor y que sus familiares les procuren momentos de confianza y alegría. Lo único que valoran es que una persona honesta se siente a su lado y los mire con afecto y agradecimiento, les provoque una sonrisa y se aparten del miedo que les causa sentir los pasos de la muerte.

      —¡Basta! Sé por lo que pasa mamá. Aun así, ella no ha perdido del todo la memoria, todavía se estremece con la lectura de las cartas del viejo cofre.

      El cofre es el más preciado tesoro de doña Margarita, podría decirse que de toda la familia Pontefino, pues ese pequeño baúl de madera de cedro contiene los retazos más sobresalientes de la historia de la familia, cientos de recuerdos, viajes, cartas y fotografías en las que quedó registrado el paso del tiempo, los tiempos buenos, los cambios que presentó cada uno de los integrantes a lo largo de la vida (y entre todas las futilezas emocionales habidas allí, un par de registros particulares ocultan un secreto con un impacto tan grande que desvelarlo no solo cambiaría la vida de los Pontefino, sino del mundo entero). Algo que solamente la versión saludable de Margarita conocía.

      —Sí, tienes razón, doña Margarita aún tiene recuerdos felices. Si pudieras verla cuando habla de eso; sobre todo de un puente. Habla tanto de un puente que se vuelve hasta fastidiosa, aunque olvidó cómo es; a veces dice que es de piedra y otras de madera. —Gabriel sonrió, Mery hizo una pausa y ladeó la cabeza intuyendo que él sabía de qué hablaba—. ¿Conoces ese puente?

      —No, lastimosamente no.

      —¿Por qué es tan importante para Margarita?

      —En ese puente inició la historia de la familia. Tal vez es el momento más sublime que ella recuerde. Ha idealizado ese momento durante tantos años que el deseo se convirtió en pensamiento y el pensamiento en obsesión. Recuerdo que papá en un lapso de quince años la llevó ocho veces; para mamá fue insuficiente. Creo que ella quería vivir allí.

      —Es un sueño frustrado. Qué lástima, una verdadera lástima, las frustraciones son infecciones que se enconan con el paso de los años hasta encarnarse en una enfermedad. No me extrañaría que una de las tantas molestias que ella tiene haya sido provocada por vivir lejos de ese lugar.

      —Tal vez, el tiempo siempre eclipsa los anhelos y ahora es imposible llevarla, no soportaría el viaje.

      —Es una pena, si fuera mi madre yo la llevaría, ¿qué más da?, que muera en la habitación o en un avión. Y si lo logra, para ella sería la máxima alegría.

      —Con su enfermedad no hay certeza de que lo disfrute. Podría ser que al estar en el puente tampoco lo reconozca.

      —Entonces llévela al Puente de Guadua. No tienes que meterla en un avión y no la someterás a ningún riesgo. Puedes hacerle creer que está en el puente de sus sueños.

      —¿Y si no es así? Aún no ha perdido todos los recuerdos y podría provocarle una desilusión. Lo cierto es que esa rumiación no es dañina; la aleja de cualquier experiencia dolorosa. Es paradójico que los que estamos sanos pasamos la mayor parte del tiempo reflexionando sobre las preocupaciones, en cambio, los enfermos se dedican a rumiar sus fantasías. Unos pueden y no tienen, otros tienen y no pueden.