Condenados. Giovanni de J. Rodríguez P.

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Название Condenados
Автор произведения Giovanni de J. Rodríguez P.
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789585331839



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comercial sin piloto controlado por inteligencia artificial entre Londres y Nueva York. En Singapur, Japón y Estonia existen Smartcities. Contamos con computadores cuánticos y hay laboratorios que secuencian el genoma por tres mil dólares y ni hablar de los transhumanos… hombre, la tecnología nos consume y no nosotros a ella, ¿cuándo nuestros honorables parlamentarios dejarán de vivir en la Edad Media? El ejército está obsoleto; en países desarrollados los drones y las computadoras reemplazan a los soldados. Debemos dar el salto y abrazar los adelantos tecnológicos que otras naciones adoptaron en pro del desarrollo.

      —Hay demasiado en juego. Nuestro país es costumbrista, arraigado a las maneras de antaño.

      —Pamplinas. Hay mucho dinero e intereses de por medio. El mejor negocio del país es la política y es por ello por lo que no avanzamos, hace veinte años debimos cambiar y no lo hicimos…

      —La mayoría se opone a desarrollar al país, argumentan que seremos vulnerables a riesgos para los cuales no estamos preparados. Y francamente, sin el apoyo de los partidos la ley se hundirá como se hundió hace ocho años.

      —Todos son unos Judas, lo que tienen es miedo de perder coimas y de entregar el control de las rutas burocráticas de enriquecimiento a canales tecnológicos libres de plusvalía y corrupción.

      Leopoldo se encogió de hombros y, tras un silencio breve, agregó:

      —Antes recibían una parte de las ganancias en la contratación. Y aunque no estaba escrito sobre el papel, el formalismo de contratación les dejaba un pequeño porcentaje del precio del negocio con el que podían financiar sus campañas.

      —Eso se acabó.

      —No fue una buena medida, señor. No se puede hacer política sin ser político. Hay acciones blandas que hacen parte del modelo de gobierno y lo ayudan a mantener su engranaje aceitado. Impedir los incentivos es como quitarle las ruedas a una bicicleta.

      —Esos incentivos son veneno y no cederé en ese punto porque precisamente por ello gané las elecciones.

      —Ellos tampoco cederán y le quitarán el apoyo, lo anularán, ¿se da cuenta?

      —Solo debo convencer a uno, él hará el resto.

      —Milton Calahor no lo ayudará.

      —Encontraré la manera.

      Una hora más tarde, Guillermo convocó a Pacheco en el despacho presidencial. El asesor llegó raudo con una jovial sonrisa.

      —¿Qué sabes del reporte de los chinos sobre la tormenta?

      —La alerta ha sido escuchada por las naciones que tienen mayor riesgo y han tomado precauciones, que a mi modo de ver servirán de poco si se presenta.

      —Entonces, ¿la amenaza es real?

      —Sí señor. La Agencia China es la mayor autoridad en la materia. Desde que la sonda espacial Parker quedó inutilizada, la Hayabusa-8 se transformó en nuestra principal y única sonda de monitoreo solar. En este momento todo el mundo está expectante de las noticias que nos divulguen los científicos chinos. Los que se lo han tomado muy en serio son un millar de transhumanos que acampan en la cueva Krubera, al noroeste de Georgia.

      —¿Y nosotros?

      —Ni nosotros ni el mundo está preparado para un evento de tal magnitud. En Noruega, por ejemplo, publicaron una campaña de autocuidado ciudadano recomendando no usar elevadores, desconectar aparatos eléctricos, tener una reserva de alimentos no perecederos, asegurar el abastecimiento de leña en casas con chimenea y vestir con prendas térmicas. También disminuyeron la capacidad del sistema de transporte en tren y aéreo. Además, aunque la probabilidad de que tengamos un evento Carrington es muy alta, los expertos se mantienen neutrales porque no tienen aún una explicación sobre lo que detectaron los sensores de la sonda espacial. Se supone que actualmente pasamos por un mínimo de Maunder, es decir una época de escasa actividad solar en la que se aprecian muy pocas manchas solares. Esto genera cambios climáticos en el planeta, haciendo que el invierno sea más frío y prolongado, y eso explica el invierno que padecemos. Los expertos opinan que el nivel máximo de enfriamiento del planeta será en los próximos cinco años y podría convertir el Támesis y el Volga en grandiosas pistas de patinaje sobre hielo. Ahora bien, ¿cómo se explica la ocurrencia de una explosión coronal en un periodo de mínima actividad solar? —Guillermo absorto enfocó toda su atención en la respuesta contenida por Pacheco—. De ninguna manera, no se tiene respuesta. Se predijo que sobrevendrá un evento Carrington entre los años 2085 y 2090, pero los datos de los últimos días arrojados por la Hayabusa-8 revelan una actividad solar fuera de lo normal. Aún no se ven manchas solares, pero el campo magnético del Sol está vibrando de manera inusual. De producirse un evento Carrington habría una catástrofe mundial sin precedentes. Perderíamos casi todos los satélites, no tendríamos Internet, televisión satelital ni sistemas de GPS, los radares no funcionarían y los equipos eléctricos podrían dañarse. Las Smartcities retrocederían al siglo pasado y la mayoría de las redes eléctricas se estropearían dejando sin energía a ciudades enteras. Todo esto no debe preocuparlo porque nuestro país tiene una situación geográfica privilegiada y se estima que los daños serán menores.

      Una corriente de aire proveniente del patio golpeó el rostro de Mery. La frescura le recordó el sabor de la serenidad. Cerró los ojos y se transportó a la cima de una montaña; inhaló aire fresco hasta el fondo, sintió la fragancia de flores marchitas e hizo fuerza para hacerle creer a su mente que olía a menta. En la mente aparecieron, poco a poco, pequeños soles que se fueron aglutinando hasta llenar todo su interior de luz y paz. Luego de un par de suspiros ya estaba en calma.

      —¡¿MERY, MERY?! —gritaron desde el patio—. Mery, ven rápido a ver esto, las nubes se caen.

      Y la enfermera despavorida corrió. Al llegar al lugar se quedó inmóvil, espantada. Gabriel también llegó y quedó impresionado a su lado; él vestía una casulla verde, ella una camisa blanca sin botones. La anciana se había retirado la ropa. Desnuda, en medio del patio miraba hacia el cielo mientras se balanceaba y sacudía las manos en el aire, en un baile que al cura le pareció grotesco. Gabriel y Mery se preguntaron qué entretenía tanto a doña Margarita. Una teja les cortaba la vista del firmamento. Ninguno podía imaginar que vieron los ojos de la anciana que, embelesada, se dejó llevar por la emoción y aplaudió un par de veces, para luego estirar las manos hacia el cielo y mover los dedos. Sus ojos verdes vieron nubes blancas fragmentadas en pequeños retazos que danzaron en su descenso. Eran tantas que, al ocultar el sol, dejaban pequeños resquicios por donde algunos rayos de luz se colaban formando chorros luminosos como los que salen de los reflectores en un escenario. Se iban entrecortando por el vaivén de los pedazos y causaban en la tierra un efecto estroboscópico modulado por luces y sombras. A mayor descenso las nubecillas se mecían más rápido por el aire que las agitaba y miles de ellas giraban sobre sus ejes como trompos refulgentes que arrojan destellos plateados. Margarita se empinó y sacudió las manos. Los fragmentos eran tantos que ya no dejaban ver el azul del firmamento, sellaban los resquicios y eclipsaban el sol. Por unos segundos anocheció y, desde algunos sectores, la corriente del viento dejó aberturas por donde un haz de luz salió disparado como un rayo o cual cometas surcando el cielo. Debido a la oscuridad, Gabriel se alertó y Mery sintió un vacío en medio del pecho. Algo inusual acontecía y se lo estaban perdiendo. Las incontables nubecillas se precipitaron en caída libre hacia el suelo. Entonces, se pudo ver con claridad su forma: todas rectangulares y del mismo tamaño, como si una experimentada costurera las hubiera cortado. A cuatrocientos metros de la superficie fueron arrastradas por un ventarrón que restituyó la vida al día, y así, apartada la oscuridad, apareció de nuevo el sol de las tres de la tarde.

      Cuando Mery recuperó el aliento, anheló coger la mano de Gabriel, pero se contuvo. Lo miró esperando que le dijera lo que ocurría, pero él no se percató: estaba ensimismado, con la vista en el baile que ofrecía su madre desnuda, al compás de músicas imaginarias y en el medio del patio. De repente, la luz del día volvió a ser intermitente y una lluvia de cartas blancas inundó el patio. Margarita tomó cuantas