Название | Filmar la ciudad |
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Автор произведения | Nancy Berthier |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786075710594 |
Imagen 2. Detalle del plano de Madrid de Pedro Texeira (1656).
Este paseo por la villa y corte, a través de las alabanzas al casticismo y al humor del entrañable pueblo madrileño, revela sin embargo un deseo de recuperar una tradición cultural anterior al franquismo en el más amplio sentido de la palabra y una crítica solapada del régimen mediante alusiones y asociaciones entre banda sonora e imágenes.
El hilo conductor de la película es el de las placas de las calles de la ciudad, lo que lleva a aludir inevitablemente a personajes famosos de la historia nacional. El comentario va mencionando, en tono ameno, a la reina María de Molina, Cervantes, Lope de Vega, Calderón o Quevedo. No obstante, entre estos nombres famosos, solo el de José María Pemán, escritor que apoyó, cantó y legitimó el llamado “alzamiento nacional”,8 remite a la guerra civil o al franquismo. La inclusión del nombre de este escritor, que estuvo presente el 12 de octubre de 1936 durante el famosísimo enfrentamiento entre el general José Millán-Astray y Miguel de Unamuno, podría ser interpretada como una alusión a la célebre frase atribuida al filósofo español, pronunciada en el paraninfo de la Universidad de Salamanca: “Vencer no es convencer. Venceréis porque tenéis la fuerza, pero no convenceréis porque os falta la razón”, frase que el mismo Martín Patino citará años después textualmente en su película Caudillo.
Si se descarta esta placa, no aparece en la multitud de calles citadas y filmadas héroe alguno del bando nacional homenajeado por la dictadura. Sin embargo, muchos de estos nombres aún figuraban en las calles madrileñas hasta hace muy poco tiempo entre las más de cincuenta placas de vías que solo se retiraron en abril de 2018,9 algunas de las cuales se volvieron a colocar pocas semanas después por orden judicial, en particular la de Millán-Astray.
En resumen, no se mencionan ni aparecen en la pantalla los “lugares de memoria” del franquismo en el sentido que da a esta expresión Pierre Nora:
lugares sobrevivientes de una memoria que ya no habitamos, mitad oficiales e institucionales, mitad afectivos y sentimentales; lugares de unanimidad sin consenso que ya no expresan ni convicción militante ni participación apasionada, pero en los que aún palpita una vida simbólica. (2004: 23)
Esos lugares, creados para conmemorar el pasado y que están impuestos a los ciudadanos desde el exterior, no aparecen en la pantalla, expulsados por el relato fílmico. Por el contrario, el “panteón ilustre” del callejero madrileño lo representa la estatua de Emilio Castelar, en el monumento epónimo realizado por Mariano Benlliure en 1908 al que fue el último presidente de la efímera Primera República española entre 1873 y 1874.
Detrás de las imágenes deslucidas en blanco y negro de las calles madrileñas de finales de los años sesenta —que aparecen, por el contrario, muy modernas en las películas de la época afines al régimen, con los colores vivos y contrastados de las cintas Eastman Kodak, mostrando el deseo de promover la imagen de un país en pleno desarrollismo y atractivo para el turismo— las voces van buscando y descubriendo un pasado rural, el pueblecito que fue Madrid. Las calles aparecen en los planos del documental extrañamente vacías, cuando son las de una capital caracterizada por el bullicio permanente de sus espacios públicos, su “rasgo más típico” según Miguel Marías (2005: 464). Esto permite convocar y hacer revivir un pasado entrañable que surge en una fantasmal e inhóspita urbe franquista, también desprovista, por el relato fílmico, de las imágenes memoricidas impuestas por el régimen.
Este pasado es evocado asimismo por una composición musical ambivalente, un pastiche del adagio del celebérrimo Concierto de Aranjuez (1939) de Joaquín Rodrigo que acompaña los planos de la primera parte del cortometraje. Obra de Luis de Pablo (Vernon y Eisen, 2006: 43), uno de los compositores más famosos de la llamada Generación del 51,10 la pieza se utiliza también en la banda musical original de Peppermint frappé (Carlos Saura, 1967). Tanto como las voces, propias de un documental de poca monta, el pastiche musical, muy alejado de las obras contemporáneas atonales que componía en la época Luis de Pablo, puede remitir a la falsedad de la pompa franquista que se apropia del pasado de España para reivindicarlo como suyo.11 Sin embargo, los comentarios así como la música pausada y melancólica cuyo estilo imita el clasicismo español dieciochesco contribuyen también a convocar poéticamente el pasado bucólico de la ciudad en una tonalidad nostálgica al evocar el arroyo del Paseo de la Castellana, el pequeño olivar de Atocha o el molino de viento que tuvo que alzarse en la calle epónima.
Imagen 3. Madrid, “poblado árabe”.
Por otra parte, más allá de la búsqueda de un desenfadado pasado rural y popular reivindicado como propio —“este Madrid que aún es nuestro”, reza la voz— los comentarios y las imágenes insisten en las raíces árabes de la villa y corte:12 “En árabe viene de Magerit, lugar de arroyo madre”; las voces mencionan también de paso los refrescos “del Moro” o insisten irónicamente: “De poblado árabe, Madrid se ha convertido en una síntesis gráfica de la gloria de España en forma de letrero”. La presencia de las huellas de un lejano Madrid, primero moro y después morisco, destaca las raíces no cristianas del pueblo español, reivindicadas como herencia valiosa por la enunciación. Esta versión de la historia española no corresponde por supuesto al relato oficial de las dos heroicas reconquistas que el franquismo reúne en su propaganda: la España medieval invadida por los árabes que finalmente fueron, tras una larga reconquista, vencidos por los reyes católicos en 1492 y la España republicana, presa de las “hordas rojas” y finalmente aplastadas en 1936 por Francisco Franco, heraldo del catolicismo y caudillo “por la gracia de Dios”.
La recuperación del pasado y los lugares antropológicos recobrados
Si las dos voces se enternecen al evocar a los madrileños y su ingeniosidad a la hora de bautizar las calles de los barrios del Madrid de los Austrias en una acumulación de chistes y gracias,13 también aluden a unos acontecimientos históricos vinculados con los lugares que aparecen en la pantalla y que el franquismo deseó borrar con sus imágenes memoricidas. Mientras una panorámica descubre la Plaza Mayor en 1968, la voz masculina apunta, de paso, quebrándose levemente en las últimas palabras “(se llamó plaza del Arrabal, también se llamó en otros momentos plaza Real, de la Constitución, de la República” (tc:10min 50s). El Madrid popular y castizo, “este Madrid que aún es nuestro”, el Madrid de la República, se va pues rastreando sistemáticamente debajo de nuevos apelativos y surge como una imagen subliminal desde los lugares vacíos del presente.
Es significativo asimismo que la emblemática Puerta del Sol (tc:15min 45s), donde se proclamó la Segunda República en 1931, aparezca primero a través de una representación iconográfica antigua. “La Puerta del Sol ha sido siempre el centro universal de Madrid”, reza la voz masculina mientras la cámara recorre un grabado