Название | Las maletas del olvido |
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Автор произведения | Pilar Mayo |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417451080 |
Yo no hacía más que asomarme a la ventana para ver si la veía llegar. Su padre las había llevado a ella y a su hermana a la piscina para que tuviéramos tiempo de preparar la sorpresa. De pronto, Teresa dejó caer una bandeja con vasos antes de depositarla sobre la mesa. El suelo del comedor se sembró de diminutos trozos de cristal. Pensamos que había sido un accidente. «Teresa, corre, vamos a barrer los vidrios, que Luz está a punto de llegar», le dije al ver el desastre. «Luz no vendrá», me contestó. No entendí su respuesta y tampoco me gustó el tono en que lo dijo. Mi madre —que estaba recogiendo el estropicio— se levantó y dejó caer los trozos de cristal que tenía en la mano. Jamás olvidaré la expresión del rostro de Teresa. Fue a la cocina y cogió una caja de cerillas, encendió incienso y velas y se sentó en el sofá a esperar. Mi madre le preguntaba qué pasaba, asustada, y le pedía por favor que le dijera algo, pero ella no respondía. Yo no entendía lo que estaba sucediendo y me daba miedo Teresa, muda, inmutable, mirando al vacío como si no tuviera ojos.
Aunque era pequeña me di cuenta de que algo no estaba bien, así que me senté y no pregunté nada más. Teresa lo supo, no sé cómo, pero lo supo antes de que vinieran a darle la mala noticia. Cuando sonó el timbre, me levanté corriendo para abrir, ya estaban aquí, no pasaba nada, pero mi madre me detuvo y me indicó que me sentara de nuevo. Abrió la puerta y se encontró con dos policías preguntando por Teresa. A mi hermana y a mí nos llevaron a una habitación y cerraron la puerta. Pero incluso con la puerta cerrada podíamos escuchar el llanto de Teresa, un llanto desesperado. La muerte se había colado en la fiesta por sorpresa y se había convertido en la protagonista, como a ella le gusta. Un borracho se había saltado un semáforo llevándose por delante el coche donde viajaba Luz con su padre y su hermana, matándolos a los tres en el acto. En un segundo, Teresa había perdido a toda su familia.
Mi madre no quiso dejarla sola, así que nos quedamos a pasar la noche en su casa. Yo tuve que dormir en la cama de Luz y fui muy consciente de que estaba durmiendo en la cama de mi amiga muerta.
Todos los entierros son dramáticos, pero los de los niños… Debería estar prohibido que la muerte viniera a buscarnos de pequeños. La iglesia estaba llena a rebosar de compañeros del colegio, de velas, de incienso y de pena.
Desde ese día asocio el olor a incienso con la desgracia. Pero hoy no me atrevo a decir nada, me callo y rezo en silencio pidiendo que Muriel esté bien y que vuelva pronto. Hasta ayer me daba igual no tener nada que hacer, pero hoy no soporto mi propia apatía y tampoco ver a mi madre tan quieta y tan en silencio —ella que es puro alboroto—.
Al escuchar el timbre miramos hacia la puerta, como si tuviéramos visión de rayos X y pudiéramos ver a través de ella. ¿Serán buenas noticias? ¿O pasará lo mismo que aquel día de julio de hace ya tantos años?
—Voy yo —dice mi madre arrastrando la silla al levantarse.
Contengo la respiración, y solo la dejo escapar cuando veo a Elena al otro lado de la puerta, impecablemente vestida, como siempre, pero con la cara desencajada por el llanto. Ninguna de las dos dice nada, se miran un instante y luego se abrazan. Elena se aferra a mi madre como si temiera que ella también pudiera desaparecer si la suelta. Teresa se acerca a mí y me rodea la cintura con su brazo. Yo sigo con los brazos cruzados, no soy capaz de corresponder a su abrazo, no quiero que me consuelen, no sé dónde está Muriel, si estará tirada en algún sitio, o si le habrá pasado alguna cosa peor que ni siquiera me atrevo a pensar del miedo que me da.
CAPÍTULO 4
Géminis: Cuestiones relacionadas con tu vida personal y familiar con las que habías tenido dificultades van a solucionarse. Aunque todavía tienes mucho trabajo por delante.
Cierro el periódico y lo dejo en la estantería, Dios quiera que el horóscopo acierte, daría todo lo que tengo por ver a Muriel entrar por la puerta y que estuviera bien. A lo mejor se fue para castigar a su madre y ahora le da miedo volver. No hemos dormido nada, toda la noche en vela, daba la sensación de que estábamos velando a un difunto. Me niego a pensar eso, Muriel está viva. Teresa me lo ha asegurado, sé que no me engañaría en una cosa así. Esta es la peor noche que paso desde hace mucho tiempo, solo es comparable a la que vivimos hace ya muchos años, cuando ocurrió la terrible desgracia que dejó a Teresa huérfana, no de padre y de madre, huérfana de familia, que es mucho peor.
Gracias a Dios mi hija ha reaccionado, me dejé la piel intentando inculcarle unos valores. Ya fracasé en mi matrimonio, no podría soportar haber fracasado también como madre. Estamos desesperadas, no sabemos qué hacer, esta situación es frustrante.
Cuando entro en casa veo cómo me miran y me doy cuenta de que no llevo nada en las manos. Hace un rato dije que iba a comprar algo para desayunar —necesitaba salir de casa— y he vuelto sin nada. Leí el horóscopo en el periódico de la gasolinera y un pequeño hilo de esperanza hizo que me olvidara de todo lo demás.
Los minutos pasan y se convierten en horas, Elena entra y sale de la cocina al comedor continuamente, solo se oye el golpeteo de los tacones, eso y el tictac del reloj. Me levanto y le quito las pilas, Elena se sienta, como si se las hubiera quitado a ella también.
El sonido del timbre nos saca de la inmovilidad y el mutismo. No sé si siento temor o alivio al escucharlo. Nos levantamos las cuatro y salimos al recibidor. Al abrir, casi me caigo al ver a la amiga de Muriel, por un momento pensé que era ella. Van vestidas igual, parecen clones.
—Hola.
—Hola, pasa por favor —digo echándome a un lado.
—No. Solo quería decirle una cosa. —Habla con la cabeza baja, sin mirarnos a la cara, como el otro día—. A veces vamos a la masía abandonada