Название | Las maletas del olvido |
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Автор произведения | Pilar Mayo |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9788417451080 |
Tengo un dolor de cabeza horrible y no sé cómo voy a manejar la situación con Muriel. Ambas necesitamos tiempo. Mañana iré a casa de mi madre como si no hubiera pasado nada. No es el momento de hacer reproches, además, temo que ella tenga más cosas que reprocharme a mí que yo a ella.
Al llegar a casa me encuentro a Santiago en el sofá con el portátil en el regazo. No levanta la vista cuando entro, ni pregunta de dónde vengo; ni siquiera pregunta por su hija. Paso por su lado sin mirarlo para ir a mi habitación y llamo a Arturo.
—Tengo ganas de verte.
No tengo que decir nada más.
Me ducho, me visto de puta de lujo y voy a su encuentro, a olvidarme por un rato de Santiago, de mi hija, de mi madre, de Teresa, de la niña negra, de las arpías y, sobre todo, de lo que he hecho con mi vida.
CAPÍTULO 5
Soñar con agua turbia: Se siente desbordado por una situación o por sus sentimientos. Si sueña que hay una inundación significa que se enfrenta a luchas y emociones difíciles.
Dejo a Muriel en la cama, se ha quedado dormida, y bajo a ver si ha llegado Inés con la compra. Teresa está sentada en el sofá con la niña en brazos y, cuando me ve, la aprieta contra su pecho como si pensara que se la voy a quitar. Me siento a su lado y permanecemos mudas las dos, porque no sabemos qué decirnos. La niña empieza a llorar y Teresa le canta una nana mientras la mece en sus brazos. Hay tanta ternura en lo que dice o, mejor dicho, en cómo lo dice, que siento que no puedo obligarla a deshacerse de ella. Cuando llega Inés le digo que prepare un biberón. Mientras, yo lleno el barreño de la ropa con agua calentita, no quiero meter a la niña en la bañera; es muy pequeña. Lo coloco encima de la mesa del comedor y voy a buscar unas toallas y un muñeco que tengo encima de mi cama para quitarle la ropa, no quiero ponerle lo que ha traído Inés sin lavarlo antes.
La niña es preciosa, qué lástima que la hayan abandonado, con la de gente que quiere tener hijos y no puede. La vida es injusta.
—Amparo, tenemos que ponerle nombre.
—¿Un nombre? ¿Para qué? Sabes que no podemos quedarnos con ella.
—De todas formas, tenemos que llamarla de alguna manera mientras esté con nosotras. Tiene que ser un nombre que signifique algo para nosotras. ¿Cómo se llamaba tu madre?
—¿Mi madre? Justina. Descartado. ¿Y la tuya?
—La mía, Blanca —dice mirándome muy seria.
Nos entra una risa floja, son los nervios contenidos que se escapan en forma de carcajada. Teresa tiene una risa contagiosa. Se ríe con todo el cuerpo.
—Casi prefiero Justina —dice Teresa sin parar de reír. Río y lloro al mismo tiempo, de miedo por lo que ha pasado y de alivio al volver a tener a Muriel con nosotras, que nos encuentra de esa guisa al entrar al comedor.
—Hola, cariño —digo limpiándome las lágrimas—. Siéntate, que te preparo algo de comer. —Quiero actuar como si no hubiera ocurrido nada, aunque no sé si lo consigo. La miro de manera diferente, como si buscara señales en su cuerpo que me expliquen qué ha hecho esos dos días que ha estado fuera. Ella tampoco está como siempre, esconde la cara debajo del pelo y mira hacia el suelo. Se acerca a nosotras y, al ver a Teresa con la niña, casi vuelve a ser la misma.
—Abuela, ¿qué hace aquí América?
—¿América?
—Sí. Es la hija de Dakota. La conozco de la casa —dice esto último en voz tan baja que casi no la oigo.
—Dakota, ¿qué clase de nombre es ese? —dice Teresa.
Tenemos que pensar qué haremos con América, ahora que sé su nombre no sé si me gustaba más Blanca.
Muriel se sienta en el sofá, más bien se esconde, porque recoge las piernas y se abraza las rodillas, como si quisiera desaparecer entre los huecos de los cojines. Al oír a Inés, que nos pregunta algo sobre la cantidad de leche en polvo que tiene que poner, no levanta la vista, sigue mirándose la punta de los pies como si acabara de descubrir que los tiene.
La niña se toma el biberón en un momento, estaba hambrienta y no sabemos si deberíamos darle más, ¿cuántos meses tendrá? Sé que no podemos quedarnos con ella, pero también sé que no podemos devolverla a aquel lugar, sería como dejarla morir. Todavía no me explico cómo está viva, si no hubiéramos ido hoy nosotras, ¿qué hubiera sido de ella? Interrogamos a Muriel y nos cuenta que la madre es joven, cuando le pregunto cómo de joven nos dice que más mayor que ella, pero no tanto como Inés. Entre veinte y treinta, calcula. No sabe si tiene novio, porque la ha visto con varios chicos. Cuando tiene dinero se lo gasta en alcohol y marihuana. Hace hincapié en que nunca había visto a la niña sola y que la cuidan entre todos. Evito hacer ningún comentario. Sus ojos delatan algo que no se corresponde con la edad que tiene, es como si hubiera madurado de repente. Defiende a esa mujer como si quisiera justificarla, no quiere que la juzguemos como madre porque no la conocemos.