Breve historia de España para entender la historia de España. Manuel García Cabezas

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Название Breve historia de España para entender la historia de España
Автор произведения Manuel García Cabezas
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788411141741



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de entonces, unas veces luchará cada uno por su cuenta contra los musulmanes; otras veces se alían entre ellos para esa tarea común; en otras muchas, luchan entre ellos, a veces con aliados islámicos. Esta será la realidad, complicada, de los reinos cristianos peninsulares hasta el siglo XV.

      Parecido proceso sucedía en el extremo oriental de los Pirineos. Los textos del siglo IX utilizan la expresión «marca hispánica» para designar a una región fronteriza militarizada (marca) bajo la autoridad de los reyes francos (que habían conquistado Barcelona en el año 801) que mantenían dominio sobre los valles pirenaicos de la vertiente sur (hispánica) al mismo tiempo que sobre las regiones de Toulouse y de la actual Narbona. A veces la denominación de «Marca Hispánica» se cambiaba por Regnum Hispaniae y designaba, más que una organización política, una zona geográfica dividida, a su vez, en condados no vinculados entre sí; cuando una misma persona se halla al frente de varios condados recibe el título de duque o conde, pero estos condados pueden ser divididos a su vez a voluntad del monarca: los condes son solo delegados suyos, no hereditarios, en las circunscripciones para las que han sido nombrados. Los avatares del Imperio carolingio y las guerras civiles, con el consecuente decaimiento del Imperio carolingio, producen la tendencia al heredamiento de los cargos condales y, poco a poco, un distanciamiento político de esos condes respecto a los soberanos francos al mismo tiempo que un agrupamiento de condados favorecidos por matrimonios y herencias. A finales del siglo IX, el monarca carolingio Carlos el Calvo designó a Wifredo el Velloso —un noble descendiente de una familia del Conflent— conde de Cerdaña y Urgel (870) y conde de Barcelona y Gerona (878), lo cual suponía la reunión bajo su mando de buena parte del territorio de la Marca Hispánica. Wifredo fue el primer conde en transmitir el gobierno de sus territorios directamente a sus descendientes, debido a la crisis en que estaba sumido el imperio carolingio y al consiguiente aumento de poder de los gobernantes locales en sus territorios fronterizos. Aunque a su muerte Wifredo repartió sus condados entre sus hijos, se mantuvo la unidad entre Barcelona, Gerona y Osona, excepto durante un breve periodo. Se atribuye a la política de Wifredo la repoblación de Osona, así como la fundación de los monasterios de Ripoll y San Juan de las Abadesas y la restauración de la sede episcopal de Vich. Durante el siglo X, los condados se convirtieron en verdaderos territorios independientes del poder carolingio, un hecho que el conde Borrell II oficializó en el 987 al no prestar juramento al primer monarca de la dinastía de los Capetos, después de que fuera desoída por Hugo Capeto una petición de ayuda con ocasión del ataque de Almanzor a Barcelona en 985. La independencia de los condados catalanes —que no estaban unidos entre ellos políticamente, aunque el conde de Barcelona irá consiguiendo cierta primacía— no fue reconocida por el derecho y los reyes de Francia siguieron ostentando sus títulos catalanes hasta bastantes siglos después. En estos años de formación de los condados se desarrollaron los primeros pasos de repoblación del territorio tras la invasión musulmana, trayendo grandes contingentes de población de los territorios dentro del imperio carolingio, principalmente con población del sur de Francia. Así, durante los siglos IX y X se creó una sociedad donde predominaban pequeños propietarios libres, enmarcados en una sociedad agraria donde cada familia producía lo que consumía, generando muy pocos excedentes, creando una sociedad feudal típica de la Edad Media. Las diferencias entre las poblaciones del sur de Francia y la del norte de Cataluña se profundizarán con ocasión de la guerra contra los cátaros en el siglo XIII, cuando la población del sur de Francia fue expulsada y la zona repoblada con nuevos inmigrantes venidos del norte de Francia.

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      Real Alcázar de Sevilla. Sevilla fue una ciudad importante durante el dominio musulmán de la península. Actualmente es una muestra de arte musulmán, mudéjar y gótico. Foto del autor.

      La incorporación de la península al mundo musulmán permite recobrar la vocación mediterránea que había desaparecido con los godos. Se reinstauran antiguos mercados y rutas comerciales. El zoco y la mezquita, son el corazón de las grandes ciudades (Córdoba, cien mil habitantes) donde se amontonan artesanos y tenderos; en contrate con las cristianos, amigos de la aldea y el terruño. Las técnicas árabes mejorarán notablemente la productividad del suelo español; entre las grandes producciones están el arroz, los granados, la caña de azúcar, el algodón y las naranjas, El campesino andaluz reparte las cosechas entre propietarios y labriegos, a diferencia del norte cristiano, con mayor servidumbre de los trabajadores del campo. Mejoran la cabaña equina y ovina; también mejoran la minería romana, que les permite desarrollar industrias de orfebrería y metalurgia; otras producciones notables fueron el vidrio, la alfarería, el cuero y las sedas.

      La libertad de pensamiento, con diversos vaivenes, da alas a la creatividad, desbordada en la ciencia y la filosofía. A finales del siglo IX llega desde la India el sistema numeral actual, que en la centuria siguiente se dará a conocer a los reinos cristianos. A pesar de las restricciones que impone la religión, la corte musulmana enseñó a paladear la belleza de escritores y poetas; la poesía popular modela composiciones (zéjel, muasaja) en las se prefiguran las primeras huellas romances. A lo largo del siglo X, los califas de Córdoba levantan, como escaparate de su magnificencia, el palacio de Medina Al-Zahra y la mezquita.

      Una doble frontera, política y cultural, ahonda la península; frente a la grandiosidad de Córdoba, los territorios del norte se ruralizan, alicaídos en los valles pirenaicos y cántabros, y forjan en ellos una conciencia militarizada. La creciente población en esos pequeños territorios anima a asaltar las tierras fronterizas (Duero, Cataluña Vieja, la Rioja) entre los dos mundos; la puesta en cultivo de esas regiones consagra a la aldea como célula fundamental. Las concesiones regias a monasterios, iglesias y familias nobiliarias pronto darán a grandes patrimonios latifundistas.

      la baja edad media (siglos xii — xv)

      En el siglo XI el mundo musulmán se desintegra tanto en Oriente como en Occidente. En España, tras una guerra civil, se produce en 1031 la disolución del califato de Córdoba cuyo territorio se divide en varios reinos (taifas) que, como los cristianos, unas veces se alían para luchar contras los reinos cristianos y las más luchan entre ellos. Muchas taifas, para evitar su desaparición, aceptaron el pago de tributos a las monarquías cristianas. La caída de Toledo en 1085 en manos cristianas fue un golpe durísimo para todos los musulmanes; los monarcas de las taifas de Badajoz, Sevilla y Granada pidieron ayuda, una vez más, a sus correligionarios en la fe del otro lado del Estrecho de Gibraltar. El norte de África estaba entonces en poder de una dinastía bereber muy radical en sus creencias musulmanas: los almorávides. Los almorávides surgieron como un movimiento religioso rigorista en el que se integraban tribus bereberes del Sáhara occidental, y crearon un imperio que se extendía por el norte de África y, luego, por al—Ándalus cuando fue solicitada ayuda por parte de reyes de taifas tras la ocupación de Toledo (1085) por el monarca castellano Alfonso VI. En el año 1086, Yusuf ibn Tasfin derrota a Alfonso VI en la batalla de Sagrajas y, a partir de entonces, se extienden