Breve historia de España para entender la historia de España. Manuel García Cabezas

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Название Breve historia de España para entender la historia de España
Автор произведения Manuel García Cabezas
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788411141741



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una expedición al mando de un tal Alqama se montó para reducir el foco de resistencia asturiano; le acompañaba el obispo Oppas, para intentar convencerles. El resultado fue una batalla en la zona de Covadonga: era el 28 de mayo del año 722, los godos al mando de Pelayo infringen una derrota a la expedición árabe. Las fuentes no se ponen de acuerdo si ese encuentro guerrero fue una batalla menor, un simple encuentro accidental o una batalla minuciosamente preparada por Pelayo. Pero la tradición española la señala como el inicio de una nueva etapa en la historia de España.

      Los musulmanes son los seguidores de las doctrina de Mahoma (570—632) predicada desde el 620 en la región de Arabia y desde donde a partir del año 632 se extiende por Siria, Persia y la costa africana del Mediterráneo, convirtiendo al islam a todos los pueblos por donde se extendieron; entre ellos, a los bereberes del norte de África, un pueblo belicoso y reacio a cualquier sumisión. La capital del imperio musulmán estuvo al principio en Meca y después en Damasco y Bagdad. Desde el principio, las autoridades políticas y religiosas se muestran muy divididas, lo que da lugar a divisiones religiosas (chiismo, sunismo) y, con la expansión territorial, a la división del imperio en varios territorios semiautónomos políticamente aunque dependientes de una única autoridad religiosa (califa). Los bereberes del norte de África resistieron ferozmente el dominio musulmán pero cuando se convirtieron al islam fueron uno de los pueblos más radicales en sus nuevas creencias religiosas. Esas divisiones se mostraron también en España y ya en el año 739 la facción bereber que formaba parte de las huestes musulmanas invasoras se rebela contra el contingente sirio al considerar que estos se vieron favorecidos en la repartición de las tierras que los noble godos habían abandonado; la división y las querellas habrían de ser una constante en el mundo musulmán hispano.

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      Córdoba llegó a ser la ciudad occidental más grande de su momento y donde la ciencia y la cultura florecieron como en ningún lugar del occidente del siglo X.

      En el año 750, la dinastía omeya que regía los destinos del mundo musulmán en Damasco fue derrotada por una rebelión de la familia abasí. Uno de los miembros de los omeyas, Abderramán, marchó a España donde funda el emirato independiente de Córdoba en el año 756 que habría de durar hasta el año 929. Políticamente el emirato era independiente pero todavía se reconocía la autoridad religiosa del califa de Damasco. Abderramán debe continuar haciendo frente a motines de bereberes y árabes, pero también a conflictos con mozárabes (cristianos que viven en territorio musulmán), muladíes (cristianos convertidos al islam) y judíos, a pesar de la cierta tolerancia religiosa del nuevo emir. A la inestabilidad interna se une la presión cada vez más creciente de los reinos cristianos que estaban surgiendo en el norte de España. En el año 929, Abderramán se proclama califa (líder religioso de los musulmanes) y crea el califato independiente de Córdoba; habría de durar un siglo, durante el cual al-Ándalus (nombre que se da al territorio en manos de los musulmanes) alcanzó su cenit político, económico y cultural. En la agricultura, los musulmanes españoles usaron procedimientos muy eficaces de regadíos, intensifican el cultivo del olivo, introducen nuevos frutales (agrios, arroz, caña de azúcar y algodón) y hay una importante producción textil (sedas y brocados), de curtidos e incluso de vidrio y papel. En el aspecto cultural, los estudios de jurisprudencia, filosofía y medicina (en Córdoba se crea la primera escuela de medicina de Europa) así como de astronomía y matemáticas florecen como en ningún lugar cristiano de Europa. La mezquita de Córdoba, iniciada por Abderramán I (822—852) se completa durante varios siglos y es la obra maestra de la arquitectura islámica en España. Durante los últimos años del siglo X, la pujanza del califato cordobés se ve reforzado por la habilidad militar de Almanzor, verdadero líder del califato durante tiempos de Hixam II (961—1009), que en sus expediciones militares llega hasta Barcelona (985), León (988) y Santiago. Quizás la más famosa es la que llevó contra la ciudad compostelana, en el año 997; el sepulcro del Apóstol ya era una atracción para la cristiandad y el saqueo de su tumba fue una afrenta para toda ella. Almanzor hizo transportar las campanas de la basílica hasta Córdoba a hombros de cautivos y allí quedaron como trofeos y lámparas para la mezquita hasta que tres siglos después Fernando III conquistaba Córdoba y las devolvió a Santiago de Compostela, a hombros de cautivos musulmanes. La tradición contaba que Almanzor murió en la batalla de Calatañazor (de ahí el dicho de «Almanzor, en Calatañazor perdió su tambor»), pero, en realidad, murió en Medinaceli el 10 o 11 de agosto de 1002.

      A pesar del esfuerzo de Almanzor, de la renovación cultural y administrativa y de los éxitos militares frente a cristianos y fatimíes (Egipto), las tendencias disgregadoras de los musulmanes peninsulares persistieron, reforzadas por los conflictos étnicos y sociales provocados por el ascenso social de los mercenarios y de las tropas reclutadas por Almanzor. Tras la muerte de este, el poder real pasó a su hijo, llamado Sanchuelo, pero los legitimistas se levantaron en armas y lo asesinaron. La situación degeneró en anarquía y guerras civiles; el único poder efectivo queda en manos de los jefes de las tropas bereberes. El último califa cordobés nominal fue definitivamente derrocado por el pueblo y la nobleza en el año 1031; se llamaba Hisham III y buscó refugio en un reino cristiano, donde murió en exilio dorado. La España musulmana quedó fragmentada en una serie de reinos independientes (taifas) dirigidos por jeques pertenecientes a la aristocracia árabe o muladí, por antiguos oficiales de la corte o de tropas eslavas o por aristócratas de origen norteafricano o hispano—bereber. Es lo que la historiografía denomina periodo de los reinos de taifas que se extendería desde 1009 hasta el año 1031.

      El dominio musulmán sobre la península nunca fue total. Los astures, cántabros y vascones occidentales mantuvieron siempre una cierta independencia, aunque, a veces, tasados con ciertos tributos. Más al este, navarros, aragoneses y catalanes —apoyados por los reyes francos de Carlomagno— fueron creando a partir del año 800 condados que desafiaban la autoridad musulmana. Tradicionalmente se ha denominado Reconquista a este afán de los cristianos por recuperar el reino godo de Rodrigo. Hoy el concepto de reconquista está en discusión, pero aquí los seguiremos usando para facilitar la explicación de los siguientes capítulos, suficientemente complejos para añadir ahora discusiones académicas.

      Ya hemos visto el primer movimiento de la Reconquista en la victoria de Pelayo en Covadonga hacia el año 722. Fue el primer paso hacia la creación del reino de León que tiene a los descendientes de Pelayo como principales impulsores. Los primeros sucesores inician una lucha para conseguir primero el dominio de la franja costera, para poco a poco traspasar los Picos de Europa y asentarse sobre León. La corte pasa con los años de Oviedo a León, cuya conquista definitiva se produce a mediados del siglo IX. El primer monarca que adoptó el título de rey de León fue García I (910—914), hijo de Alfonso III de Asturias. Los forcejeos con los musulmanes son fluctuantes; unas veces, el impulso viene de los cristianos; otras veces son los islamistas los que detienen el avance de los cristianos hacia el Sur. A veces, hay relaciones de buena vecindad o de entendimiento materializado en el pago de tributos (parias), como el que algunos autores achacan al rey Mauregato, obligado a pagar cien doncellas anuales a los califas de Córdoba como muestra de sumisión. El primer objetivo estratégico de los reyes leoneses es asegurar sus fronteras sobre la línea del río Duero; con la conquista de Zamora en el año 901 parece asegurarse esa línea defensiva. Cuando los musulmanes son fuertes, la expansión cristiana se detiene o retrocede, como pasó poco después de lo de Zamora con las ofensivas de Almanzor a finales del siglo X.

      En el este de la península surgen otros núcleos de resistencia en la actual Navarra y en los valles pirenaicos catalanes, ambos con la ayuda de los francos carolingios quienes, después de haber parado la expansión musulmana hacia Europa, prosiguieron su esfuerzo hasta la línea del Ebro. Hacia el año 800, los valles de Aragón dependen del condado carolingio de Toulouse, la Jacetania obedece a otro conde franco, lo mismo que Pamplona, regida por un conde de Carlomagno. A partir de la segunda mitad del siglo IX, estos condados empiezan a actuar de manera independiente contra los ataques musulmanes y a mostrar cierta autonomía respecto a la política del otro lado de los