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      © Manuel García Cabezas

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      Diseño de edición: Letrame Editorial.

      Maquetación: Juan Muñoz

      Diseño de portada: Rubén García

      Supervisión de corrección: Ana Castañeda

      ISBN: 978-84-1114-174-1

      Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño de cubierta, puede ser reproducida, almacenada o transmitida de manera alguna ni por ningún medio, ya sea electrónico, químico, mecánico, óptico, de grabación, en Internet o de fotocopia, sin permiso previo del editor o del autor.

      Letrame Editorial no tiene por qué estar de acuerdo con las opiniones del autor o con el texto de la publicación, recordando siempre que la obra que tiene en sus manos puede ser una novela de ficción o un ensayo en el que el autor haga valoraciones personales y subjetivas.

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      Introducción

      Esta historia no es para saber Historia sino para comprenderla. En este libro no abundarán datos ni nombres que nos permitan triunfar en un programa de preguntas de la televisión o quedar bien delante de invitados sabihondos en las reuniones familiares. Este libro pretende «entender» adónde hemos llegado y cómo lo hemos hecho. La finalidad es entender el presente.

      La Historia es fundamental en esta época de destellos fugaces y de falta de sosiego. Sin historia no comprenderemos el presente. Esta historia es para los que siempre les ha atraído la Historia y nunca han tenido tiempo de estudiarla. La Historia es una labor compleja que exige tiempo y dedicación, cosas muy valiosas y a veces despreciadas.

      El concepto de España es variable. Lo que en este libro llamamos España no siempre es correcto, pero lo vamos a utilizar para simplificar. Tendremos que emplear términos contemporáneos para que el lector no experto entienda situaciones que no siempre se adaptan correctamente a contextos o situaciones históricas anteriores.

      Intentaré ser honesto, pero la Historia no es neutral. Somos fruto de nuestras circunstancias. Soy español, nacido en otro siglo (y milenio) y me siento orgulloso de serlo; lo mismo de orgulloso de ser francés si hubiera nacido en París; el patriotismo es como el amor a la madre: se la quiere porque es la suya, pero no se odia a la de los demás. Me siento unido de un modo especial con todos los individuos que viven y han vivido en esta piel de toro que nos ha correspondido habitar. Quizás sea algo irracional e incluso un poco ridículo, pero no puedo por menos que sentir cierto orgullo de saber que Viriato anduvo por las mismas tierras que yo; o de que el general Prim, español como yo, ganara batallas en vez de perderlas. Siento emoción cuando un deportista español vence en una competición internacional, sin que tenga más cosas comunes con él que con el foráneo perdedor que el simple hecho de emocionarnos al oír el himno nacional. En este mundo tecnificado, posmoderno y racional, a veces las cosas solo son irracionales, pero transcendentes. Quizás ustedes me entiendan.

      Este libro no es un trabajo de investigación ni pretende ser una obra de referencia para los expertos. Mi única responsabilidad en lo que aquí presento es la elección de ideas y textos que otros han presentado antes, con más autoridad, y la forma en que los presento. Por tanto, faltan muchos datos y lo que les presento se podía hacer de otra manera, pero el objetivo, hacer comprehender la historia de España, me ha llevado a lo que ustedes tienen entre sus manos.

      Esta historia es para mis hijas y su generación; para ambas, por las razones ya expuestas: para que entiendan la historia de España y no la olviden; para mis hijas, para que tampoco olviden a su padre.

      Esta historia que se podía haber contado de otra manera, pero es honesta y espero que les guste. Es, además, una invitación a que ustedes, queridos lectores, se imbuyan de la historia y comprendan mejor su presente. Con la esperanza que también sea la puerta que los lleve a profundizar más en este aspecto.

      La prehistoria (ANTES del siglo ii a. c.)

      Tradicionalmente el término Prehistoria se refería a las primeras fases del proceso histórico, desde la aparición del hombre hasta la invención de la escritura. Aunque hoy día el concepto está en revisión, convengamos en que este capítulo abarca el periodo que se marca en su título. Tengo que confesar que nunca me ha gustado mucho la Prehistoria (lo siento por los arqueólogos, a los que, por otra parte, reconozco su labor y paciencia por traernos luz de una época oscura, para mí). Tengo bastante dificultades en comprender lo que son dos millones de años (me pasa lo mismo con los años luz y con los euros: a partir de tres mil euros ya no comprendo muy bien qué significan); tengo aprieto en reconocer que una lasca de un río es una obra de arte o una forma material fruto de miles de años de evolución. Pero, querido lector, no se desanime aquí mismo a leer el libro: la Prehistoria es interesante e importante, y cualquier libro de historia que se precie (y este lo pretende) debe comenzar por esa parte de la historia humana que, digámoslo ya, se caracteriza por la ausencia mayoritaria de documentos escritos. A la Prehistoria hay que ir con imaginación, con espíritu abierto y teniendo en cuenta que ignoramos más que lo que sabemos. Pero ya les adelanto que la Prehistoria tiene su impacto en el presente.

      Seguramente el lector ya está familiarizado con aquella idea tan original en su momento, y detestada por algunos, de que el hombre desciende del mono. Es un modo brutal y no muy refinado de resumir la llamada teoría evolucionista de Darwin. No vamos a entrar en detalles, pero hay que quedarse en que lo que hoy día llamamos especie humana es el fruto de la evolución de esa misma especie y de otras a lo largo de millones y millones de años (nadie sabe cuántos). Pero convengamos que las primeras manifestaciones culturales de los que ya vamos a llamar «el hombre» (palabra de género masculino, pero que incluye al sexo masculino y femenino, por supuesto) se produjeron en África, en la llamada depresión del Rift (sur de Etiopía). Desde esa zona, el hombre se expandió por el norte de África y de ahí pasó a Asia y Europa en un proceso de miles de años, cuya historia es apasionante y recomiendo que se animen a profundizar en ella. Así que, querido lector, nuestros antepasados eran africanos; Europa no siempre ha sido el centro del mundo. ¿Eran los primeros hombres negros? ¿Cómo surgieron las razas? Amigo lector, se lo dejo por tarea, pero ya le digo que lo que sabemos y lo que no sabemos es apasionante.

      Vamos a quedar en que las primeras manifestaciones culturales «humanas» se produjeron hace unos dos millones y medio de años; en esa fecha, podemos afirmar que ya existe el hombre actual (o casi; ¡no tenían teléfono móvil, aunque esto extrañe a los más jóvenes!). Desde África, nuestro antepasado pasó a Europa, no se sabe muy bien si por tierra (los Balcanes) o por mar (cruzando el estrecho de Gibraltar, o pasando a Italia, o a Grecia) pero hace un millón de años y medio (año más o menos) tenemos en nuestra península la primera subespecie que los científicos llaman Homo erectus.

      Vamos a ir pasando un poco rápido el tiempo, porque un millón de años es mucho para detallar los acontecimientos. Estamos en lo que los científicos llaman Paleolítico: nuestro españolito se ha extendido por los valles de los ríos y hay evidencias de que esos hombres habían cruzado los Pirineos y el estrecho de Gibraltar (ya vayan tomando nota: España está entre Europa y el norte de África y eso es una constante en toda la historia; no nos podremos librar de ello: lo bueno y lo malo que somos o lo que hagamos tendrá alguna relación con lo que nos viene del norte o del sur). Esos hombres viven en cuevas; cazan animales desparecidos hoy día (por ejemplo, bisontes y rinocerontes) y fabrican armas y utensilios con lascas de piedras (que nos parecerá mentira, pero entonces era un adelanto cultural y material excepcional). En el Paleolítico Medio (hace unos cien mil años, año más o menos, que me perdonen los expertos en no afinar más) nuestro españolito era de la (sub)especie llamada hombre de Neandertal