Название | 180 días en Siria |
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Автор произведения | Fabricio Pitbladdo |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878715216 |
—Te lo digo a vos primero antes que a tus hermanos, no es nada seguro y me lo dijeron por encima. —Murat intenta alivianar lo que él sabía que era algo seguro—. Pero quizás nos tengamos que ir 6 meses a Siria por trabajo.
—Ni sé cuándo cae el día de los inocentes, pero decime por favor que es en broma. —Farah sin saber muy bien qué pensar, optó por preguntar suavemente agarrándose la cabeza mientras Annesa, queriéndose hacer la fuerte, se aguantaba las lágrimas.
—No... no lo es.
—¿Pero qué iríamos a hacer en Siria?
—No, no. ¡Ningún vamos! ¡A ese lugar te vas solo, pedazo de tarado! —Annesa sin poder controlar más su enojo , explotó y para mal—. Esto lo solucionas, yo y mis hijos no nos movemos de Estambul.
—Farah, lo único que te pido es que contengas un poco a tu mamá y que no les digas nada a tus hermanos —dijo mirando a los ojos Murat a Farah, con una gran tristeza—. Quedate tranquila que esto lo voy a solucionar.
Ante el gran enojo de su esposa y el poco y nada de apoyo que había demostrado su hija mayor, el padre de familia no tuvo más alternativa que ir a su trabajo a hablar, a ver qué tan en serio iba la cosa o si se podía negociar algo o cualquier cosa mejor antes que ese horrible arreglo. La verdad es que ni Farah ni Annesa sabía qué iba a pasar o si en verdad se iban a ir a Siria por 6 meses, para bajar un poco la locura que había causado el momento y para calmar un poco las aguas antes que vengan los dos niños, la madre decidió preparar un té para ella y Farah. Nada como unas tostadas con manteca y un rico té como para distender hasta el peor de los ambientes. Las dos mujeres no sabían si hablarse o no. ¿Qué decirse? ¿Qué tan mala sería su vida allá? ¿Romper la hermosa familia que tenían solo por una estadía de medio año y que quizás podía ser menos? ¿Que su marido renunciara y vivir solo con el salario que tenía ella como docente? Sabían que con la crisis no le alcanzaría para nada y la situación sería quizás peor, al menos allá vivirían holgadamente y jamás permitirían que sus hijos trabajaran y dejaran de estudiar. Pero se la jugaban a ir a Siria y encontrarse con todo lo que se decía en Turquía y todo Occidente que había allí, solo sangre, dolor y muerte. Era la decisión por tomar y una para nada fácil. Lo que parecía un sinfín de puro silencio, nada incómodo, era un silencio obligado, fue corrompido por el ruido de unas llaves y no era Murat, eran los dos niños.
—Farah, tratemos de que Abdel y Khan no se den cuenta de nada. —Annesa le agarra la mano a Farah—. Son todavía chicos y no lo van a digerir mucho, si llega a pasar... hablémoslo como tiene que ser: en familia y todos juntos —concluyó con una impresionante paz Annesa, quizás había entendido que peleando no solucionaría nada, y de esta tenían que salir todos juntos.
—¡Mami! ¡Farah! —grita con su fina voz desde la puerta Khan—. ¡¿Cómo están?!
—¡Khancito! —grita con una alegría un poco falsa Annesa.
Y detrás del más pequeño de la casa, entra su hermano mayor. Este entró más tranquilo ya que había tenido un mal día. Annesa le da un gran abrazo a su pequeño, se notó que no era un abrazo normal, este fue muy real, de esos que se dan cuando no se ve hace mucho tiempo a alguien. Tuvo que aguantarse las lágrimas, los niños no podían saber nada. Farah por su parte abrazó con un gran amor a Abdel, este aunque estaba algo enojado y muchas veces solía llevarse mal con ella... pero esta vez vio tristeza en los ojos de su hermana, por lo que decidió devolverle el abrazo y abrazarla con más fuerza, quizás sea porque no había vivido tanto como su madre, pero Farah no logró contener el llanto y derramó una lágrima sobre el hombro de Abdel, lo cual por fortuna él no notó.
—¡Cuenten! ¿Cómo les fue? —pregunta enérgicamente la madre con una fuerte intención de generar conversación y esconder lo que pasaba.
El primero en hablar fue Khan, el niño estaba realmente feliz y no se molestaba en esconderlo... todo lo contrario, estaba muy bien demostrándolo. Cuando empezó a hablar explicó cómo sus maestras lo felicitaron por lo buen alumno que era y que se había encontrado tirados 10 euros, gracias eso había comido dos hamburguesas y le había sobrado plata. ¡Su día no podía ser mejor! El problema fue cuando era el turno de hablar de Abdel, el jovencito mientras hablaba su hermano se mantuvo callado y lo más ajeno posible, lo cual llamó la atención de todos ya que era bastante charlatán. Su actitud rara hizo desviar la atención de todos a él, que irónicamente es lo que más quería evitar.
—¿Qué pasa, Abdu? —preguntó Annesa—. Estás muy calladito.
—Nada pasa, ma —respondió cortante el niño mirando hacia abajo.
—Hijo, te conozco... ¿Qué te pasó en la escuela? —siguió insistiendo la madre.
—Me fue mal en la presentación, ma...
—Bueno, hijo, no es la muerte de nadie desaprobar algo. ¡Ya lo vas a levantar en la próxima! —bastante comprensiva Annesa concluye con otra pregunta para que su hijo pueda expresarse—. ¿Eso solo o querés hablar de alguna otra cosa?
—El chico ese de España me estuvo molestando otra vez, no sé qué le pasa conmigo. ¡Yo no le hice nada! —Abdel con algo de enojo y tristeza se para, se agarra la cabeza y comienza a caminar por la cocina.
—Hijo, los occidentales son así... gente dura de palabras y violenta con los que no conocen. —La madre lo estaba intentando calmar con palabras en lo que Farah interrumpe.
—¡Y PEGALE, TARADO! ¡No te dejes bastardear por ese!
—Pero es más alto que yo y parece más fuerte... —con bastante decepción le respondió su hermano.
—No siempre vas a tener todo de tu lado Abdu, pero a veces tenés que ser valiente y defenderte de un infeliz opresor que quiere lastimarte —responde con bastante sabiduría espontánea Farah—. Además, más que comerte una patada no va a pasar. —Su sabiduría espontánea fue opacada por esa innecesaria broma y su burlona risa. Con lo que fue respondida con fea cara por su hermano.
Mientras la familia compartía una típica conversación, se había logrado olvidar la amarga noticia y gracias a eso estaban todos normales de vuelta. Pero por desgracia esto duraría poco, desde la cocina volvió a escucharse el ruido de unas llaves, como ya estaban todos en la casa, a excepción del padre, solo podía ser Murat que volvía de su oficina. La puerta se abrió y, efectivamente, era el hombre con cara de derrotado y el nudo de la corbata ya flojo hacía un rato largo, dejó caer su maletín a mitad de camino y agarrándose la cabeza llegó a la cocina para dar la noticia...
—¿Y? ¿Qué te dijeron? —preguntó mirando fijamente Annesa.
—No hay caso... es eso o me despiden y no piensan indemnizarme nada
—¿Qué paso? —preguntaron los niños que nada sabían de la situación.
—La empresa me quiere mandar 6 meses a Siria, a la nueva sucursal que abrió en Alepo. Es eso o me quedo sin trabajo.
—¿Y qué pensás decir? —increpó Abdel que de golpe había olvidado de todos sus demás problemas—. ¿Vas a aceptar? —concluyó con la pregunta más importante.
—Si entre todos decidimos que sí, sí. Si no, no.
—¿Allá tenemos todo pago? —preguntó Khan.
—¡Por supuesto que sí!, tenemos los boletos pagos, allá tenemos casa con auto y lo que voy a ganar por mes en Alepo va a ser 4 veces lo que gano acá.
—¿Es solo por 6 meses? —preguntó Farah.
—Sí, solamente 6 meses, es hasta que la producción se normalice y la fábrica funcione al 100% de su capacidad. De 6 meses, voy a estar la primera mitad controlando todo y la segunda mitad del semestre capacitando al nuevo gerente, una vez completado eso, yo no tengo más nada que hacer ahí. Que tu mamá se saque licencia por 6 meses, vamos a hablar a los colegios de