Название | 180 días en Siria |
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Автор произведения | Fabricio Pitbladdo |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878715216 |
—¿Cuándo nos iríamos? —preguntó algo consternada Farah.
—A fin de mes.
—¿EN 10 DÍAS? —comenzó a gritar la adolescente por el enojo—. ¿TE PENSÁS QUE VOY A ORGANIZAR TODO LO QUE QUIERO LLEVAR Y ME VOY A DESPEDIR DE TODOS EN 10 MISERABLES DÍAS?
El griterío volvió a apoderarse de la habitación en donde se encontraban, todos querían saludar a todos, y tenían cientos de cosas por organizar, dejar o llevar. Los 3 jóvenes querían despedirse de todos sus amigos y por qué no también de sus enemigos, Annesa estaba algo apurada para tramitar lo de su licencia, por lo cual dentro de un rato partiría al ministerio de Educación, el único que quería hacer todo lo más ágil posible era Murat. Parecía que él no tenía nadie a quien abrazar o saludar, ni daba mayor importancia al tema de qué llevar y qué no, solo quería ir y que pasen esos 6 meses para volver a su casa tranquilo. Cuando el ambiente volvió a calmarse, el silencio dominó al descontrol, y la rara confusión de sentirse sin saber qué hacer se había vuelto el lenguaje de todos. Annesa optó por salir rápidamente a la escuela y después al ministerio, Murat habló unas palabras más con sus hijos y luego se fue a hacer unas llamadas por teléfono, obviamente se sirvió un vaso de whisky añejo y comenzó a fumar, lo cual era raro en él, ya que nunca lo había tomado como un ámbito pero él estaba realmente estresado. Por su parte, Khan, Abdel y Farah lo habían tomado con una madurez realmente sorprendente, cualquiera hubiera esperado que se nieguen o hagan una escena importante, que llevaría toda la tarde remediar y solo haría todo más difícil, pero no. Hubiera estado bien que Murat se los agradezca, pero no lo hizo y eso es algo que en silencio molestó a Farah, que fue la que más odió la decisión de sus padres, pero como sabía que no quedaba otra opción, optó por cerrar la boca y apoyar a sus padres y en principal a su padre. El día se convirtió en noche, el teléfono no había dejado de sonar, la noticia ya estaba en boca de todos los que conocían a la familia Pamuk y dentro de 8 días ¡se haría una fiesta de despedida! Todos los conocidos asistían, amigos, hermanos, familiares, conocidos, desconocidos, compañeros, ¡todos!
—¿Hablaron con todos ya, chicos? —preguntó Annesa en la mesa.
Por motivo de la conmoción de todo, habían decidido preparar una de las comidas que más les gustaba a los chicos de la casa, pizza. Podía parecer estúpido o una pequeñez, pero estos detalles sumaban mucho y podían hacer la peor noticia mucho más llevadera.
—Sí, ma, ya hablamos con todos, o al menos yo sí, el sábado van a venir Nico, Kaan, Aydin y Serkan. —Con bastante exactitud respondió Abdel.
—¡Genial que ya hayas pensado a quiénes invitar! ¿Y ustedes? —La madre gira la cabeza en dirección a Farah y al pequeñín Khan.
—¡Ay! No sé a quiénes invitar, me da vergüenza contarles a mis amigos y traerlos a casa —respondió algo triste Khan.
—¿Y por qué te da vergüenza? Nos vamos por trabajo, no hay nada de malo en eso.
—No sé, supongo que porque soy tímido... —El niño sin más palabras agacha la cabeza por la vergüenza.
—¡Dale que nos vamos por un rato largo! Inviten a todos los que sean importantes para ustedes y no se dice más. Aparte, si bien no me gusta mucho esto, pero hagámoslo por tu papá —insiste Annesa—. El apoyo nuestro, y más que nada de ustedes, le va a hacer muy bien.
—Bueno, ma —replica Khan.
—¿Y vos, Farah? ¿Le avisaste a alguien? —preguntó Annesa.
—Sí, ma, les dije a las chicas nada más.
—Genial, entonces, chicos, inviten a todos para el sábado al mediodía. Su papá y yo vamos a invitar a todos sus tíos, sus padrinos y unos amigos más. Serán más o menos unos veintipico invitados, y ya mañana voy al colegio de cada uno de ustedes a hablar para que les guarden la vacante para el año siguiente, después de eso, vamos a empezar a empacar.
Y así fue, al día siguiente Annesa y Murat fueron a los colegios de sus hijos a hablar, y al principio con la excusa de que son colegios muy prestigiosos y mucha gente necesita esas vacantes se negaron, pero después de explicarles bien toda la situación, terminaron accediendo. Con ese obstáculo ya pasado, comenzaron a hacer las maletas y empacar todo. El ¿qué llevo? Se había vuelto una pregunta bastante difícil de responder para sorpresa de todos, pero con tiempo y paciencia, de a poco, iban decidiendo qué llevar y qué no, el auto rápidamente lo vendieron para tener más plata para llevar y la casa se la alquilarían 6 meses a un matrimonio joven amigo de Murat que se habían casado hacía muy poco y no tenían dónde vivir, con la condición de —como eran amigos— algunas cosas no tocarlas, como por ejemplo las habitaciones de los niños, ya que como serían 6 meses solamente y no tenían ningún hijo, no les darían ningún uso, solo podían entrar para abrir las ventanas, ya que esa condición era muy favorable, ahí guardarían todo lo que no querían que toquen. Le dejarían las llaves a su hermano Onur, para que este se las entregase a los inquilinos. Lo demás ya estaba todo cubierto, Annesa había sacado con éxito la licencia de 7 meses para su trabajo, y Murat ya había hablado en su trabajo para que le paguen los pasajes y le expliquen bien cómo sería el traslado. Irían en un vuelo comercial, saldrían el lunes a las 10 de la mañana y estarían aterrizando en Alepo a las 12 del mediodía aproximadamente, y llegando a su nueva casa, en un barrio residencial de la ciudad unas 2 horas después. Parecía que ya estaba todo listo, tenían el dinero para llevar, la casa estaría bien esos meses, en el trabajo y la escuela ya habían arreglado todo, los pasajes los pasarían a buscar el mismo día de partir, la documentación legal para salir del país estaba en orden y en teoría estaban todos de acuerdo con viajar, por momentos Farah se resistía y no le gustaba la idea, pero siempre terminaba resignándose y aceptando la realidad, ella toda esas dos semanas había dicho lo mismo "simplemente tengo un mal presentimiento de todo esto", y el tiempo demostraría que no se equivocó para nada.
—¡Chicos, pongan la mesa! —podía escucharse desde la calle los gritos de Annesa, mientras Murat preparaba la comida, Annesa estaba ordenando todo y los niños, bueno... mucho no ayudaban. ¡El día de la fiesta había llegado!, los hermanos de Annesa y Murat habían ayudado mucho con los preparativos, por toda la casa habían cartelitos de "Buen viaje", "Los extrañaremos" o algunos no tan formales pero sí más divertidos como "vuelvan más graciosos", "traigan dinero que salud sobra" o directamente "no vuelvan". Todo el living estaba lleno de ellos, como no había mucho espacio en la casa, decidieron sacar una gran mesa a la calle, todo con cerveza, vinos y comida típica turca. De a poco los invitados iban llegando, primero los hermanos del matrimonio, después varios amigos, vecinos de muchos años y confianza. Muchos de ellos habían puesto dinero para la fiesta y les habían dado un poco para que se lleven a Siria "por si acaso", y por último iban llegando los amigos de cada uno de los chicos, entremezclados llegaban los jóvenes, los que solo le veían la parte buena al tema, los que ayudaban con risas y no con llantos, como hacían los adultos... Fueron cientos los regalos de todos, grandes y pequeños, la fiesta había durado hasta casi las 7 de la tarde los que más se quedaron, abrazo hasta el cansancio para todos de parte de todos, también hubo risas y algunas lágrimas derramadas. Farah se preguntaba por qué algunos lloraban, si solo se iban 6 meses... Quizás era algo que solo los adultos podían ver y entender, o quizás ella no había madurado lo suficiente para sentir lo que ellos, o quizás simplemente no le daba tanta importancia. Fuera cual fuera el caso su última fiesta en Turquía había pasado, y la última vez que estaría con sus amigos y familia completa, la fiesta había terminado. Farah y Annesa se quedaron un poco más que todos ordenando la casa, lavando los últimos platos y limpiando toda la casa que había quedado hecha un desastre por motivo de la celebración, por algún motivo extraño y desconocido para ellas, ninguna había dicho ni una palabra en toda la hora que llevaban limpiando, hasta que una se animó a romper el silencio.
—¿Por qué estás tan callada, Farah? —preguntó Annesa mirando extrañada a su hija.
—Es que no sé, es muy raro todo y pasó muy rápido —aclaró Farah—. ¿Cómo será allá? —concluyó con la lapidaria pregunta.
—No