Название | Lo femenino en debate |
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Автор произведения | Patricio Álvarez Bayón |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878372464 |
El deseo infantil de pene es entonces contrario a la función sexual propiamente femenina, pero, si se muda en deseo de varón o deseo de hijo posibilita una vida amorosa, aunque del tipo masculino. Podríamos plantear entonces que si el deseo de hijo y el deseo de varón (sustitutos del deseo de pene) caen del lado masculino de la vida amorosa, entonces no serían propiamente femeninos. Así, quedaría separada a la maternidad del campo de la feminidad en los postulados freudianos. La vida amorosa de la mujer, a partir de aquí, podría tomar dos caminos, ya no por la presencia o no de la neurosis, pero sí de acuerdo al tipo masculino o femenino.
En “Introducción del narcisismo”, Freud trabaja sobre el tipo de elección de objeto en la mujer. Para ella, la elección de objeto es narcisista, o sea que se busca a sí misma como objeto de amor. Freud explica que las mujeres se aman a sí mismas y que su necesidad se sacia siendo amadas más que amando.
Pero, como retoma en 1914, no todas las mujeres aman según el tipo femenino “un número indeterminado de mujeres aman según el modelo masculino y también despliegan la correspondiente sobrestimación sexual”. Y explica que aún para las mujeres narcisistas, hay un camino que las llevaría al pleno amor de objeto, el hijo que dan a luz. Se ama según el tipo narcisista cuando se ama lo que uno mismo es (sí mismo), lo que uno mismo fue, lo que uno querría ser y la persona que fue una parte del sí mismo propio. Para otras, en cambio, será un ideal masculino ansiado como continuación de un ser varonil que alguna vez fueron.
Sobre el complejo de Edipo femenino
En el escrito de 1925 “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos”, Freud intenta explicar cómo atraviesa el complejo de Edipo la niña. Allí hace hincapié en que en ésta el complejo de castración es previo y posibilita la entrada al complejo de Edipo. Ello ocurre debido a que, al descubrir la diferencia anatómica con el varón, la niña se siente perjudicada, y hace responsable de ello a la madre, primer objeto de amor. Así, entra en el complejo de Edipo al dirigirse al padre en busca de un hijo como resarcimiento. Pero antes de que esta ecuación simbólica tenga lugar, la niña, como se vio en textos anteriores, desarrolla lo que Freud llamó “envidia de pene” y que no es sin consecuencias para ella. En este artículo se describen cuatro: la primera es el complejo de masculinidad, que traerá graves dificultades para el desarrollo posterior de la feminidad; otra posible consecuencia psíquica de la envidia de pene es el sentimiento de inferioridad generado por el desprecio que le genera sentirse mutilada; una tercera consecuencia es el aflojamiento de los vínculos tiernos con el primer objeto de amor la madre, lo que posibilita el establecimiento del complejo de Edipo, ya que permitiría a la niña dirigirse al padre como nuevo objeto de amor; por último, Freud encuentra que a partir de la envidia de pene hay una renuncia por parte de la niña a la masturbación clitorídea. Sostiene aquí que la masturbación en el clítoris es una práctica masculina y que el despliegue de la feminidad tendría por condición la remoción de la sexualidad clitorídea. “El conocimiento de la diferencia anatómica entre los sexos esfuerza a la niña pequeña a apartarse de la masculinidad y del onanismo masculino, y a encaminarse por nuevas vías que llevan al despliegue de la feminidad”. Nuevamente nos encontramos con que el deseo de hijo llevaría a la mujer hacia el desarrollo de lo femenino. “Ambos deseos, el de poseer un pene y el de recibir un hijo, permanecen en lo inconsciente, donde se conservan con fuerte investidura y contribuyen a preparar al ser femenino para su posterior papel sexual”.
Es sorprendente notar que para Freud la envidia de pene sería el camino que lleva a la niña hacia el despliegue de la feminidad. Sin embargo, es por este mismo camino que la llevaría a un complejo de masculinidad. Sobre este punto es importante tener en cuenta la definición de masculino y femenino para Freud. En “La organización genital infantil”, (1923) explica que lo masculino es el sujeto, la actividad y la posesión del pene, mientras que lo femenino es el objeto y la pasividad. Es interesante pensar que, de acuerdo a lo anteriormente trabajado, el papel sexual (para el que el complejo de castración prepara al ser femenino) tiene que ver con el deseo de hijo (convertirse en madre) o con ser el objeto de deseo para un hombre, como formulará posteriormente Lacan (1951). A esta altura podríamos pensar que está ligado a ambos. Será quizás en las conceptualizaciones sobre la feminidad, tardías en la obra de Freud, donde podría encontrarse una respuesta acerca de ¿qué es lo femenino para este autor?
La feminidad en la obra freudiana
Freud trabaja el tema de la feminidad explícitamente en dos lugares. El primero, en 1931, en un escrito llamado “Sobre la sexualidad femenina” y en 1933, en una conferencia titulada “La feminidad”.
Hasta este momento sostenía que lo fundamental en la asunción de la feminidad por parte de la mujer tenía que ver con una mudanza de la zona genital rectora del clítoris a la vagina y, además, con el pasaje de un deseo de pene a un deseo de hijo. Pero en este texto de 1931, Freud agrega algo que, según explica, no habían podido discernir antes la importancia de la ligazón al objeto madre y del trueque de este por el objeto padre.
“Dos hechos me llamaron sobre todo la atención. He aquí el primero toda vez que existía una ligazón-padre particularmente intensa, había sido precedida, según el testimonio del análisis, por una fase de ligazón-madre exclusiva de igual intensidad y apasionamiento. La segunda fase apenas si había aportado a la vida amorosa algún rasgo nuevo, salvo el cambio de vía del objeto [...] El segundo hecho enseñaba que habíamos subestimado también la duración de esa ligazón-madre. En la mayoría de los casos llegaba hasta bien entrado el cuarto año, en algunos hasta el quinto, y por tanto abarcaba la parte más larga, con mucho, del florecimiento sexual temprano. Más aún era preciso admitir la posibilidad de que cierto número de personas del sexo femenino permanecieran atascadas en la ligazón-madre originaria y nunca produjeran una vuelta cabal hacia el varón”.
Lo que Freud se pregunta en este texto es cómo se articulan ambos en el desarrollo de la sexualidad femenina. Cómo se articula algo que sucede, podríamos decir en el campo de lo sexual, del goce y algo que acontece en el campo del amor. Me parece esta una distinción muy interesante, ya que hasta el momento Freud sólo se plantea lo femenino como la asunción de su papel sexual. Ahora surge la pregunta por el objeto de amor y qué consecuencias tiene en el desarrollo de la feminidad.
“La mencionada fase de la ligazón-madre deja conjeturar un nexo particularmente íntimo con la etiología de la histeria, lo que no puede sorprender si se repara en que ambas, la fase y la neurosis, se cuentan entre los caracteres particulares de la feminidad”.
Esta separación tan tajante que encontrábamos antes, entre la sexualidad femenina y la sexualidad perturbada del campo de la neurosis, de la histeria, parece desde este nuevo punto de vista, no tan fácil de separar. Así, la histeria pareciera ser uno de los caracteres de la feminidad.
En el texto, vuelve a enunciar los efectos del complejo de castración en la niña, aclarando que sólo uno de ellos la lleva por el camino del Edipo y de la feminidad
“Enunciamos ya las tres orientaciones que se abren entonces a) la suspensión de toda la vida sexual; b) la porfiada híper insistencia en la virilidad, y c) los esbozos de la feminidad definitiva.” La segunda orientación, podría llevar a una elección de objeto homosexual, mientras que la tercera, “desemboca en la final configuración femenina que toma al padre como objeto y así halla la forma femenina del complejo de Edipo”.
En la Conferencia 33ª titulada “La feminidad”, Freud retoma lo expuesto en 1931
“La niña debe trocar zona erógena y objeto, mientras que el varoncito retiene ambos. Así nace el problema de averiguar cómo ocurre esto y, en particular, cómo pasa la niña de la madre a la ligazón con el padre o, con otras palabras, de su fase masculina a la