Lo femenino en debate. Patricio Álvarez Bayón

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Название Lo femenino en debate
Автор произведения Patricio Álvarez Bayón
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789878372464



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significantes”, dando cuenta del destino estructural del sujeto. Se trata del significante que actúa sobre la ley caprichosa y enigmática del deseo materno, redoblándola. Es decir, el recién nacido en su dependencia significante se encuentra en posición de “súbdito” del vaivén del Otro materno. El falo, a través de la operatoria paterna que se desarrolla en los tiempos del complejo, se convierte en la razón de los movimientos maternos, permitiéndole al infans resignificar retroactivamente su lugar en el deseo materno como falo.

      Se trata de una operación entre el padre y la madre. Donde lo incomprensible del Otro, su enigma, es reducido a través de la operatoria descripta a una madre que desea el falo. Asistimos a la domesticación de lo enigmático del Otro, lo Otro del Otro, por un significante que tiene por efecto una significación fálica universal. Lo femenino es lo que resta a la operación del padre en tanto este no puede dar cuenta de lo enigmático más allá del operador fálico.

       2

      En su seminario 22, R.S.I, Lacan propone una nueva orientación para pensar la intervención paterna. A diferencia de la primera concepción que se centraba en la relación entre el significante del padre y de la madre, Lacan plantea la operatoria sobre lo que sucede entre un padre y una mujer. Lo enigmático no es reducido a una significación fálica que lo universaliza, sino por el contrario es elevado al estatuto de síntoma para un hombre. La forma singular en que el padre se las arregla con una mujer en tanto objeto a causa de su deseo se vuelve el sustento de su función. Hay que diferenciarlo: No es el objeto fantasmático que reduce a una mujer a la condición erótica repetitiva y fetichista que el fantasma enmarca. Una mujer en el lugar de causa supone por partenaire un hombre atravesado por la castración. No se trata de que el hombre pierda algo por la mujer, sino a causa de ella.

      En el Seminario 20, Aún, Lacan diferencia el “acto de amor”, ligado a la perversión polimorfa del macho, de “hacer el amor”. Respecto a este último dice: “… para el hombre, a menos que haya castración, es decir algo que dice no a la función fálica, no existe posibilidad de que goce del cuerpo de la mujer, en otras palabras, de que haga el amor”. –tal como, en palabras de Lacan, Juanito le reclama a su padre–.

      En este Seminario la intervención del padre encuentra su sustento en la forma en que este se posiciona con aquello de una mujer que lo separa de los límites que el fantasma le impone. En tanto se pone en cruz con la homeostasis adormecedora de la realidad psíquica, la mujer como síntoma se vuelve garantía de la función del padre. Por algo el dicho: detrás de todo gran hombre hay una gran mujer.

      Llamará père-versión a dicho arreglo singular. De ahí que Lacan pueda decir: “la normalidad no es la virtud paterna por excelencia”. Mientras que en una versión el operador que sostiene la función frente a lo radicalmente Otro es el falo, en la versión de 1974 el psicoanalista francés se sirve del objeto a como causa del deseo. Es decir, como se posiciona como ser hablante con lo que escapa a la resolución significante, lo radicalmente Otro. El acento no recae en lo universal de la significación fálica para responder a lo enigmático del partenaire, sino en un arreglo singular que lo exceptúa de cualquier generalidad respecto del padre. De El padre, al hay padres: “modelo de la función de excepción”.

      A diferencia de la excepción del padre de la horda, mítico, que creaba el universal de los afectados por la castración; el modelo de la función es encarnado por un existente, un cualquiera. Pero, advierte Lacan, un cualquiera que requiere un sustento específico que se sitúa en las antípodas de lo universal: su père-versión, su particular manera de arreglársela con el goce que lo une a una mujer.

      De esta manera, Lacan modifica el estatuto de lo femenino en la operación del padre. Al plantear su función referenciada por el falo, lo femenino quedaba por fuera. Es un padre sin relación a lo enigmático por otros términos que los fálicos. Allí, lo femenino ocupa el lugar de lo fallido de la intervención en tanto escapa a su operación. En cambio, lo que la última enseñanza de Lacan nos posibilita pensar, es que es más bien el arreglo que hace el padre con una mujer en tanto síntoma –que en su lugar de causa dice no a la función adormecedora del falo– lo que le brinda el sustento a su función. Función ya no marcada por lo universal, sino por lo singular de un posicionamiento que, en tanto modelo, permite dar lugar a otros arreglos singulares, de otros, con la opacidad a la que nos enfrenta lo radicalmente Otro, es decir el goce.

       Bibliografía

      Lacan J., (1938) “Los complejos familiares en la formación del individuo”, en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012.

      Lacan, J., El Seminario, Libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 2012.

      Lacan, J., Seminario 22, “R.S.I”, (1974-75), inédito.

      Miller, J.-A., La experiencia de lo real en la cura psicoanalítica, Paidós, Buenos Aires, 2011.

      Siguiendo a Lacan en su escrito sobre “Lituratierra”, realizaré un recorrido considerando lo femenino desde la perspectiva del litoral, esa frontera no franqueable ni recíproca entre saber y goce.

      Lo femenino no es un género, es la alteridad del goce con la que es imposible identificarse, no hay significante que pueda representarlo en lo universal. La mujer hace presente dicha alteridad del sexo, no la existencia.

       La biología no es el destino

      Nacemos con un organismo y, más allá de la biología, tenemos que pasar por el circuito del lenguaje para hacernos con ese cuerpo, que advendrá tal a partir de ciertas operaciones, efecto de una construcción simbólica, imaginaria y real.

      Llegamos a tener un cuerpo, pero desconocemos montones de cosas respecto del mismo. En el Seminario 23, Lacan refiere lo siguiente:

      “¿Quién sabe lo que pasa en su cuerpo? [...] lo que se sabe es de una naturaleza completamente distinta. Se saben cosas que dependen del significante […] Relacionarse con el propio cuerpo como algo ajeno es ciertamente una posibilidad que expresa el verbo tener. Uno tiene su cuerpo, no lo es en grado alguno”.

      Entonces, para todo ser hablante, hay la afectación del lenguaje en el cuerpo. Se trata de la estructura que el lenguaje impone a los cuerpos que hablan y que están habitados por esa extrañeza que llamamos goce. Por lo tanto, la biología no es el destino, cada uno se anoticia del hecho de tener un cuerpo donde ocurren acontecimientos de goce que afectan y con los que hay que arreglárselas.

      Respecto del sexo, el sujeto es un vacío de identidad, por eso hacen falta las identificaciones con un asidero en algún rasgo significante que se tome del Otro, así como de la cultura o de lo social. Pero a la vez, lo real del sexo es imposible de ser representado por el lenguaje.

      La asunción del sexo, más allá de las ideologías, tiene que ver con el modo en que se inscribe la relación con el lenguaje para cada quien. Es cosa del ello que hace y el yo debe decir si consiente o no. Se trata de la insondable decisión del ser, una elección sin sujeto gramatical.

      La sexualidad y el goce, introducen en el ser hablante una alteridad imposible de ser representada por la diferencia significante.

      Lo femenino no es un género, tiene la condición de hacer del goce una otredad irreductible, el Otro goce siempre extranjero, tanto para los hombres como para las mujeres. No hay significante que pueda representar a lo femenino en lo universal, que produce la necesidad lógica de considerarlo en lo singular de cada mujer tomada una por una. Lo femenino es transgénero, no se deja atrapar por la lógica de las identificaciones.

       Dos referencias de lo femenino como alteridad

      La primera