Название | La democracia en Chile |
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Автор произведения | Joaquín Fermandois |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561427280 |
En síndrome inevitable, los actores comenzaron a posicionarse en torno al poder armado. Y lo hacían directa o indirectamente convocándolo a tomar posición, al igual que en 1924 y en 1973. Balmaceda comenzó a hacer gestos militares, que en las formas podían ser inocuos; o no. Lo mismo que De Gaulle en 1968. El chileno hizo ingresar al general José Velázquez como Ministro de Guerra, algo que se consideraba inusitado o cosa del pasado, incluso en 1890 había trasladado unos regimientos a Santiago como una manera tácita de presión. Esta es una maniobra-tipo que generalmente da inicio a la politización de los oficiales y eso sería lo que pasó.291 La rebelión de la mayoría del Congreso deja ver, sin duda, que había conversaciones de ya cierto tiempo con oficiales de la Armada, a los que se unirían después oficiales de alto grado del Ejército, quienes luego constituirían el núcleo del ejército congresista. El casus belli estuvo constituido por la decisión de Balmaceda de circunvalar al Congreso, haciendo valer el presupuesto del año anterior sin aceptar una mayoría parlamentaria, en realidad de estrategia obstruccionista, que quería manejar los recursos fiscales con el propósito de derrotar políticamente al Presidente. Esto ocurrió en los primeros días de 1891, a lo que la mayoría del Congreso respondió abordando la Escuadra alojada en Valparaíso, y deponiendo al Presidente por colocarse “fuera del régimen constitucional”. Por cierto, Balmaceda sostenía que la legitimidad constitucional estaba representada por él. La decisión final fue así entregada a la suerte de las armas.
Se caracteriza mucho a la guerra civil quizá acertadamente como una división de clase política, pero no exactamente como una fractura de la sociedad al modo como lo fue 1973. Abona esta impresión la misma rápida incorporación de los vencidos al sistema triunfador, y la continuidad de la pugna por medio del debate público en una democracia, así como la casi inexistencia de represión propiamente tal, salvo como siguió inmediatamente al triunfo de los llamados congresistas o “revolucionarios”. Sin embargo, es difícil que una pura dinámica llamada oligárquica hubiera sido suficiente para provocar esta sublevación de los espíritus. Hubo una penetración más profunda en el cuerpo social, aunque este último no alcanzó a experimentar en toda su intensidad los conflictos. Por lo demás, esto es relativamente parecido a lo que sucedería en 1924 y todavía después, aunque solo en 1973 se puede encontrar una polarización que llega a lo profundo de la sociedad, si bien jamás a su totalidad.292
Al igual que en 1924 y 1973, se llegó a la intensidad del conflicto porque este penetró a las Fuerzas Armadas, el Ejército y la Marina, más en el primero que en esta última, aunque en ambas instituciones hubo divisiones. Los oficiales se debatieron entre dos interpretaciones de la Constitución, pero en lo básico respondían al sentimiento que en algún momento se presentó como lo máximo que los impulsó. La confrontación armada que le siguió no puede ser descrita en muchos sentidos como una auténtica guerra civil, en cuanto que en esta se supone algún grado de reclutamiento de sectores que, en tiempos normales, civiles, no están armados ni proyectan estarlo. En otras palabras, la clase política, tanto la rebelde más mayoritaria como la otra, no corrió a los cuarteles respectivos para alistarse, como incluso sí sucedió en parte en 1851 y 1859. La Guerra Civil mostró el mismo tipo de ejecuciones sumarias propias de estos conflictos; sobresale Lo Cañas con cuarenta jóvenes antibalmacedistas fusilados por estar reunidos para una conspiración contra el Gobierno. También con el triunfo de los congresistas al final de la guerra civil se produjeron desmadres con decenas de asesinatos y ejecuciones, en realidad a veces confundidos con el simple saqueo.293 El grueso de los muertos ocurrió en dos batallas campales y en ellas cayeron oficiales y tropa, poco más de 7.000.294 Los vencidos solo fueron excluidos del Ejército, aunque a los pocos años reincorporados en general por motivos de pensión. Hubo, eso sí, enganche más o menos forzoso, lo cual hace inevitable la pregunta de acerca de la moralidad del conflicto, extendido a muchas situaciones de la historia de Chile y el mundo. Esto último es un elemento insoslayable, en parte desde la Guerra de la Independencia, pero por sobre todo en Lircay y las breves, pero relativamente sanguinarias, confrontaciones de los 1850, dada la cantidad de población.
El triunfo final de los congresistas fue en parte determinada por la debilidad y la falta de espíritu de cuerpo del ejército de Balmaceda. La Marina y el ejército del Norte, parecían más motivados, aunque no necesariamente mejor apertrechados. Se ha debatido el factor internacional, que sería el apoyo inglés o, mejor dicho, del capitalismo británico. Es posible que los intereses salitreros en Chile hayan contribuido con recursos a los congresistas, pero lo que se puede establecer desde la historia internacional es que las potencias extranjeras resguardaban sus intereses frente a cualquiera que sea el vencedor. De todas maneras, la imagen de Balmaceda como víctima de una conspiración de intereses económicos tendría una larga vida en el siglo XX. También tuvo vida la otra imagen de Balmaceda, como la esperanza de una reacción portaliana que hubiese cambiado positivamente la historia del país. La primera visión llegó a ser más propia de la izquierda y aún conserva presencia; la segunda era reconocida por sectores nacionalistas de la derecha del siglo XX y de otros grupos que se veían a sí mismos sobre la pugna de izquierda y derecha. El profundo desengaño con el llamado período parlamentario contribuyó de manera bastante decisiva a esta segunda imagen. El desarrollo político y cultural de la izquierda chilena en el XX fortaleció la primera.
5. VERDAD Y MENTIRA DE LA ÉPOCA OLIGÁRQUICA
La mala fama del parlamentarismo
Gran parte de la construcción política del Chile de la Constitución de 1925 y de la democracia que se desarrolla entre el 1932 y 1973 se fundamentó en la crítica al sistema parlamentario y al mundo social que había predominado entre la Guerra Civil de 1891 y la intervención militar de 1924.295 El criterio regulador del sistema tenía que llevar a lo contrario de lo que había sido ese Chile. De la izquierda a la derecha se fortaleció la unanimidad en condenarlo como una suerte de decadencia del país. Esta mirada, como se verá, había comenzado en el propio seno de la época, en particular en lo que se ha llamado los “pensadores de la crisis”.296 La experiencia a partir de 1973 llevó a una cierta revaluación de ese momento, en especial en los años del régimen militar, cuando se asumió en general una visión más o menos positiva de la democracia chilena en contraposición a la crítica a la que fue sometida, primero por la Unidad Popular y después por el régimen de Pinochet. Entre otras cosas, los del parlamentarismo fueron años en los que se toma conciencia de temas que no habían estado en el principal escenario del debate público, pero que ahora ingresaban para no replegarse nunca más, no hasta el presente: es lo que aquí he llamado el proceso socioeconómico en cuanto acompañante de la democracia.
En primer lugar, surgió lo que pasará a la historia con el nombre de Cuestión Social, o el descubrimiento de la pobreza como una pesadilla esencial para la existencia de un orden realmente moderno y democrático. Esto incluye también la idea de las insuficiencias para alcanzar un progreso económico y una educación que incorpore a la sociedad entera.297 En otras palabras, se trató de colocar lo que después se llamaría el “subdesarrollo” como un factor central en la política chilena y en las decisiones del Gobierno y del Estado. Como en casi todo lo demás, este giro correspondía a un tema de la política mundial que se iba incluyendo en la sociedad chilena y pasaría a definir las grandes tendencias de las discusiones y dilemas públicos hasta estos momentos.
En segundo lugar, muy rápido se hizo paso a la idea de una frustración política, a primera vista alimentada por lo que aparecía un desgobierno, la impotencia del ejecutivo representado por presidentes percibidos como carentes de poder y voluntad, y por los continuos cambios ministeriales que reforzaban la sensación de falta de eficacia y dirección.298 La conciencia que llamamos subdesarrollo retroalimentaba esta frustración. La política fue apareciendo progresivamente desprovista de atributos para darle un sentido al país, otra recurrencia de la democracia. Despuntaba, por ahora como una noción vaga, el que a partir de