Название | La democracia en Chile |
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Автор произведения | Joaquín Fermandois |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561427280 |
Solo lentamente va surgiendo el tema social. Liberales y conservadores expresan orientaciones no muy diferentes y estaban más compenetrados entre ellos que lo que dejan ver las discusiones políticas. La aparición del Partido Radical en la década de 1860 muestra diferencias territoriales o regionales, si se quiere, pero más débilmente el aspecto de nivel socioeconómico o los llamados intereses objetivos. Los nacionales o montt-varistas creen que los intereses ideales y materiales tienen que ver con un orden institucional, sin que lo demás sea una diferencia tan radical con lo anterior. Esta última sería una pequeña fracción, que persistiría hasta comienzos del siglo XX. Con todo, en este último siglo contribuyó a sostener una nostalgia por el período de consolidación de la república, es decir, la fase portaliana. La visión del excepcionalismo chileno alimentaría esta imagen, que no era cultivada únicamente por los portadores de esta tendencia política.
Se la puede llamar embrión de democracia o protodemocracia, por varias razones. Cumplía con la idea de crear una clase política que fuera mediadora de conflictos y portadora de la idea de país y de sus intereses.271 Su articulación, la principal entre liberales y conservadores, mostraba la influencia cultural de la evolución política del XIX en Europa y en América, por refractada que hubiera estado en muchos aspectos. Al estar limitada por una renovación y el mantenimiento de pautas constitucionales, no dio espacio a ningún tipo de caudillaje hasta el caso de Balmaceda, en la medida en que se le considere como tal. El principal debate institucional en las tres décadas transcurridas hasta la Guerra Civil de 1891 lo constituyó un reacomodo entre las facultades del Presidente y el Congreso, lo que envolvía en alguna medida la garantía de separación de poderes, a pesar de la capacidad gubernativa de influir en el resultado electoral. También los testimonios que existen del siglo XIX hablan de una relativa autonomía del Poder Judicial. De esta manera, las bases de la clásica división del poder se fueron constituyendo a pesar de todas las razones que se pueden dar acerca de la pequeñez de la base dirigente y, sobre todo, del reclutamiento de esta.
La misma homogeneidad tan relativa, por lo demás, de la clase política puede ser tomada como un argumento adicional acerca de la evolución en orden hacia una democracia moderna. A esta le es básico algún tipo de consenso, de modo que el sistema en su conjunto no se esté redefiniendo de manera indefinida o intermitente. La pregunta sobre en qué medida el consenso implica crear un sistema que simplemente se reproduce a sí mismo, manipulado por un mismo grupo, no se puede responder más que de manera relativa, es decir, viendo caso a caso y auscultando los temas que en cada período son relevantes para los contemporáneos.
La Guerra del Pacífico es quizás el acontecimiento internacional más importante de la historia de Chile, descontando la emancipación, que fue en realidad el parto. Aquí no interesa en cuanto a historia de las relaciones internacionales de Chile o del Cono Sur, donde ocupa, desde luego, un lugar destacado. En lo que sí se debe poner énfasis es en que, como hecho y como memoria —relato que quedó en un recuerdo vivo, que todavía juega un papel en la conciencia del chileno, así como en los países vecinos—, fue que terminó siendo un factor de magnitud en la creación de la cultura cívica de Chile, tanto que me atrevería a llamarla la última piedra fundacional de la república.272 A partir de este momento, la idea de país, de patria y de virtud cívica va a hacer cuerpo en la sociedad chilena, en cuanto a factor de integración y homogeneidad; fue también una fuente del proceso democratizador en cuanto a que, como tanta guerra, aceleró transformaciones. Estas fueron en la dirección de fortalecer la idea de integración social que desde el 1900 se va constituyendo como un norte de la discusión pública del país. En este sentido, el patriotismo fue un “cemento de la sociedad” que jugaría un papel en la conciencia democrática.
Prácticas electorales
A una democracia le son inherentes procedimientos electorales, competitivos y supervisados por una autoridad lo más independiente posible, que juzgue de acuerdo con criterios preestablecidos. El siglo XIX chileno responde más bien pobremente a esta demanda en comparación con las exigencias del siglo XX y de nuestros días. Sin embargo, no se puede decir que las elecciones hayan sido una simple farsa. Hay una fase del sistema portaliano más puro de completo control del ejecutivo, el que opera según un relativo consenso que se va agrietando después de dos décadas. Los gobiernos debían, eso sí, movilizar a su propia gente contra una oposición que desde 1841 ya estaba presente en el Congreso y podía molestar al gabinete de diversas formas.273 El control del ejecutivo sobre el proceso electoral sería fuertemente cuestionado en la segunda mitad del siglo, y ello fue posible porque en un momento bisagra entre la década de 1850 y 1860 se constituyeron agrupaciones políticas que escasamente podrían llamarse partidos según criterios más modernos, pero ya indicaban la ruta de su formación. En este sentido, hubo un proceso continuo de creación de una clase política y de una polaridad, con un electorado más o menos cautivo, que al final reflejaba el poder relativo de cada uno de los grupos. Incluso la trascendental reforma electoral de 1874 quizás destacó con más fuerza la importancia del control del electorado, al ampliar el derecho a sufragio restando los requerimientos de ingreso y dejando solo los de alfabetismo, bajo el supuesto de que el primero representaba un público culto y con algún vínculo de propiedad.274 El cuerpo electoral fue subiendo lentamente, aunque por mucho tiempo representó a un 2% de la población.
Por ejemplo, en las elecciones presidenciales de 1871, en las que triunfó Federico Errázuriz Zañartu, obteniendo 226 votos electorales de un total de 285, el total de votantes fue de 29.294 de 43.379 inscritos. Representaban, por lo tanto, aproximadamente un 1,5% de la población y quizás poco más del doble, en términos de electores potenciales. Eran años de sufragio censitario antes de la reforma electoral de 1874, y lo fundamental era la lucha entre las autoridades de gobierno y el aparato de las diversas candidaturas por las “calificaciones”, que eran las autorizaciones escritas de que tal o cual persona tenía derecho legal a votar. Sobre ellas había un tráfico importante de influencia que se podría resumir en la expresión de cohecho o de directa intervención electoral, para entregar tales habilitaciones solo a los votos en que se pudiera influir o que se contara seguro con ellos.275 La reforma electoral de 1874 eliminó el voto censitario, bajo el supuesto de que una persona que sabía leer y escribir tenía la cultura y la capacidad suficiente para ganarse la vida y tributar. No fue un paso adelante en la eliminación del cohecho, pero sí un aumento de la competencia en las elecciones parlamentarias y un avance en algunos aspectos de las elecciones presidenciales, amén de haberse reducido los períodos presidenciales a uno solo de cinco años. Como en muchos países del XIX que experimentaban el proceso de democratización política, esto fue favorable para un mayor papel del parlamento.276
Hasta fines del siglo XIX, la pugna electoral se daba en las elecciones parlamentarias, mientras en las presidenciales era una cosa segura el candidato vencedor, aunque no por ello dejaba de haber una campaña abierta. En el lenguaje del 2000, habría que decir que la competencia realmente se daba dentro del Gobierno, ya sea con un candidato impuesto por el Presidente o por un ministro que creaba una base de poder propia con que se imponía. Era una democracia entre delegada e indirecta, donde básicamente había un Estado de derecho dentro de lo que se ha llamado “oligarquía competitiva”.277 Como se ha dicho, el concepto de oligarquía tiene algo engañoso, ya que da la impresión de una clase social homogénea, cosa que rara vez ha existido, si es que alguna. En todo caso, había una variación constante en la idea de lo que eran los intereses, que es lo que siempre desarma cualquier interpretación de la política como pura traducción de la clase. El pluralismo de agrupaciones o partidos, y las pugnas a veces violentas como las de 1891, se explican pobremente con un interés de clase. A comienzos del siglo XXI es difícil comprender a una época dividida por clericalismo y anticlericalismo —o quizás no tanto, teniendo en cuenta el fundamentalismo islámico—, pero esto sublevó los espíritus en el XIX, aunque es difícil poder evaluar si empapó mucho al total de la sociedad o quedó instalado dentro de la clase política y en general del mundo de las instituciones. La correlación social no alcanza a explicar la totalidad de esa pugna, aunque los conservadores, defensores irrestrictos de la Iglesia, ahora un partido