Название | La democracia en Chile |
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Автор произведения | Joaquín Fermandois |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561427280 |
Los nuevos actores
El segundo elemento a considerar es que en estos años continuó creciendo una nueva persuasión política más o menos fragmentada, el de una nueva izquierda antisistema, si es que aceptamos que pipiolos, liberales y en su momento los radicales hayan ejercido la función de ser una izquierda. Esta lo era en cuanto correspondía a una voluntad revolucionaria inspirada aproximadamente en el socialismo, en lo básico según sus ideas de igualdad, y no era diferente de lo que sucedía en otras partes de América. Tampoco puede ser mirada como aislada de la evolución de las ideas y sentimientos políticos europeos. Adquirió un auge fuera de las instituciones políticas existentes, en algunos gremios y sindicatos, como en los trabajadores portuarios, en los ferrocarriles y en otros servicios públicos. Sobre todo, se dio en el ambiente obrero del salitre, no necesariamente entre los menos privilegiados, pero sí en donde eran más patentes las divergencias sociales y una cierta conciencia de existir un soplo universal, y ejerció gran impacto en la creación de esta izquierda. Era también una actividad económica investida de internacionalización, por estar vinculada a capitales extranjeros, en especial ingleses, lo que la haría pasto de las iras “antiimperialistas”, clave en la nueva izquierda, y por la importancia del salitre para una serie de actividades agrarias e industriales hasta que su misma utilidad fue desapareciendo de manera rápida.
Esta izquierda era parte del paisaje de movilización política y social antes de 1924, pero apenas tenía presencia institucional y a sus líderes se les hacía muy difícil ingresar al Parlamento. De una manera algo fragmentaria, había participado o tenido presencia en todos los sucesos espectaculares ocurridos en las primeras décadas del siglo, sobre todo en la huelga de Valparaíso de 1903; en la Huelga de la Carne en Santiago en 1905, con secuela de muertes; de manera más sanguinaria, en Santa María en Iquique en 1907, y de ahí hubo un salto a San Gregorio y La Coruña en 1921 y 1925. Por cierto, había creado una reacción, ya sea como temor o como la necesidad de buscar una salida a la situación de pobreza, atraso y conciencia de estancamiento. Sería lo que más adelante se llamaría tercera vía o tercera posición. Esta reacción adquirió contornos antirrevolucionarios y quizás no sería inexacto decir “anticomunista”, incluso antes de la existencia del comunismo real. Fue una persuasión política que tuvo continuidad a lo largo del siglo XX, entre que se veía un peligro latente, magnificado en su urgencia por la Revolución Rusa y el ambiente de la primera posguerra, o respondiendo expresa o tácitamente con una reacción universal, aunque con formas criollas, “en Chile nunca pasa nada”.
Quizás haya que efectuar una distinción entre dos conceptos que se usan a lo largo del libro, los de revolucionario y antisistema. No por lo categórico el de revolucionario es menos discutido, ya que se le usa en tantos sentidos. En el contexto ideológico moderno, implica una actividad subversiva ante un orden legal existente, o bien que se lleva un tipo de actividad política que va a conducir de manera inminente a una acción violenta, con o sin derramamiento de sangre —más lo primero que lo segundo— para destruir al sistema establecido. Antisistema, si bien muchas veces casi indistinguible del anterior, mantiene con este una diferencia esencial al menos para entender a la política moderna. Implica un rechazo del orden existente y una acción política, social y cultural para cambiarlo de raíz, generalmente con una meta que es casi idéntica o completamente idéntica a la del revolucionario. Tiende a simpatizar con los actos revolucionarios y a veces también ejerce la violencia, aunque en un terreno de lo que se llama contestación, protesta, movilización: sin uso de, por ejemplo, arma blanca o arma de fuego, aunque no pocas veces con armas mortíferas como piedras o palos, o desde mediados de siglo con bombas molotov que, por cierto, queman viva a la víctima. El revolucionario puede usar la legalidad combinada con la conspiración y la acción armada. La voluntad antisistema se mantiene de manera estratégica en los grandes rasgos dentro de la legalidad, solo sobrepasándola en pequeños espacios y estilos que muchas veces están aceptados o interiorizados por el orden vigente como un mal necesario. La huelga, por ejemplo, a veces adquiere el carácter de antisistema, y algunas veces en el mito de la huelga general revolucionaria adquiere connotación prerrevolucionaria.
Se ha dicho que estos sectores políticos que ahora emergían en Chile —ya sea que los consideremos integrantes de un mundo social o que se construyen a sí mismos como sus portavoces— estaban fuera de las instituciones políticas; no se encontraban, sin embargo, fuera de la legalidad, aunque a veces trataran de evadirla o a veces rumiaban contra ella por considerar que no los favorecía. No eran pocos los que consideraban que había que poner mano dura y reprimir con más decisión lo que miraban como focos revolucionarios, en especial a raíz de la Primera Guerra Mundial. Con todo, en lo básico se desarrollaban vinculados a un sistema institucional ordenado, asentido y en este sentido, legítimo hasta donde puede decirse. En la Guerra Civil de 1891, ese sector no tuvo un papel significativo. Esto cambó con el paso de los años. Algunos de sus dirigentes lograban llegar al Parlamento, sorteando un ambiente hostil y limitaciones en el sufragio, como resultado de la baja tasa de inscritos en los registros electorales y por la compra de voto o cohecho.330
A pesar de que los ingredientes para una explosión revolucionaria estaban ahí mismo, en la experiencia cotidiana de la vida social, no pudo surgir en Chile una persuasión abiertamente revolucionaria. El sistema no quedó lo suficientemente exhausto como para provocar una crisis que con justicia pudiéramos llamar terminal, más allá de la pregunta de si realmente existen crisis terminales. Las instituciones poseían una inercia que combinó alguna flexibilidad con la persistencia en los procedimientos. Hubo continuidad en esta democracia que se construía. La izquierda antisistema, provista de una voluntad en general revolucionaria como propósito final, no desarrolló ni una estrategia ni mayormente una técnica que con propiedad pueda ser llamada revolucionaria. Existió un factor de acostumbramiento que quizás acomodó en un largo plazo la actitud de la futura izquierda chilena, y de la dirigencia sindical, al sistema institucional que preexistía.331
Existió una posibilidad que finalmente quedó truncada hasta 1973: el desarrollo de una izquierda que, como en el caso paradigmático de Francia y sobre todo de Alemania, transitara desde un desafío al sistema de tonalidades revolucionarias, hacia una afirmación autoconsciente del sistema, aunque acentuando su virtualidad transformadora en el horizonte de su ímpetu, el de la mayor igualdad. En la política moderna esto generalmente se ha llamado una posición propia a la socialdemocracia. También se la ha llamado reformismo, aunque en general, y más todavía en la izquierda chilena de mediados del siglo XX, se la expresaba acompañada de un gesto despectivo. En Chile este fue el papel del Partido Demócrata, fundado en 1887 por una figura poco recordada, como fue Malaquías Concha.332 Su propósito era la reforma social y el gradual reconocimiento legal y participación del mundo obrero. Dentro de este antiguo padrón electoral alcanzó a tener hasta un 8% de los votos (hasta 1924 había obtenido como un 8,9%, y en 1925 obtuvo un 22%, para decaer a un 6% en las elecciones de 1932) y una pequeña presencia en las cámaras, que duraría hasta fines de la década de 1930. Ingresó a algunos gobiernos y fue parte del sistema. No logró, sin embargo, echar raíces duraderas y esto dejaría un vacío en lo que se puede llamar una izquierda democrática, vale decir, convencida de la legitimidad de su integración en el sistema. El auge de estos demócratas fue más breve que su caída.
De manera paralela a este desarrollo político que se da dentro del sistema, surge también una persuasión política de tipo revolucionaria casi idéntica a la izquierda antisistema, si bien en general no se prepara activamente para asumir una conducta revolucionaria. Adquiere notoriedad porque está relacionada —cuando no es una causa directa— con la agitación social producto del naciente movimiento obrero; fue parte de lo que se ha llamado la Cuestión Social, es decir, la conciencia y el debate acerca de la pobreza, del subdesarrollo y del atraso en general. Si bien había agitación