Название | La democracia en Chile |
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Автор произведения | Joaquín Fermandois |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561427280 |
En todo este ciclo de formación y maduración de la república, que llega bastante más allá de mediados del XIX, antes de que emergiera la idea del cambio social como tema político relevante, es tentador pensar que con hablar de elite y sin efectuar ninguna distinción entre este concepto y otros, como “clase dirigente”, “clase alta”, “oligarquía”, “aristocracia” (también denominada “patriciado”), “clase política” o aquel bien certero de intelligentzia, no fuese necesario añadir ninguna puntualización ni definición que haga entender cómo operan realmente los hombres en historia.254 En realidad, los sectores dirigentes de los que nace principalmente la idea de la emancipación, como independencia, república y democracia, correspondían en general al sector letrado, existiendo sectores intermedios que se desarrollan en toda sociedad humana, aunque solo gradualmente van correspondiendo en el curso del siglo a la moderna clase media. Le falta a ese conjunto dirigente, como en tanta experiencia histórica a lo largo del mundo, un mapa exacto y completo acerca de sus intereses. Asume lo que en parte ya tenía en la sociedad indiana —teniendo como cimiento la vital noción de “vecino”— que ya contenía una relativa complejidad y estratificación.
Al dar este paso con la emancipación, se transforma de manera bastante rápida en una moderna clase política en donde los intereses se disciernen en base a una discusión pública y a una comunicación del universo de la modernidad tal como se desarrollaba en el XIX y con relativa rapidez teniendo en cuenta los tiempos de entonces.255 Si bien no se trataba de un sistema provisto de la movilidad social de la democracia moderna, definida como el paso constante de los sectores de la base de la pirámide social en dirección a las clases medias según el momento del desarrollo, el dinamismo económico y social crea una movilidad de una democracia social restringida, es decir, solo se desarrolla fluidez entre los sectores medios y los sectores altos y medio altos. Esta situación permanecerá más o menos constante incluso en una parte del siglo XX.
De esta manera, las llamadas elites del siglo XIX, en lo que a construcción republicana y democrática se refiere, deben ser consideradas como una clase política que, en principio, no se recluta en su totalidad de un sector social estrechamente definido, ni aparece de un día para otro, sino que evoluciona hasta hacerlo plenamente hasta mediados del XIX. Nadie pone en tela de juicio la estructura social del país, aunque sí muchas veces se discuten la organización del Estado y la atribución de los poderes, y, en la discusión pública, los valores culturales y espirituales. De ahí que, aparte de un análisis rigurosamente social o económico de los sectores aproximadamente comprendidos en los conceptos de elite o clase política, para comprender la evolución republicana en el siglo no se debe perder de vista lo central de las articulaciones políticas y de la mentalidad que representaban. No se debe olvidar la tesis acerca de la relativa homogeneidad del Chile antiguo, de la importancia del valle central, añadiendo los valles transversales, y de la alta conciencia de unidad que habría emergido de ello, sobre todo en comparación con otras naciones hispanoamericanas, lo que facilitaba la comunicación y el compartir preferencias y tendencias. Por cierto, esto no es una ley ya que conocemos las mortificantes divisiones al interior de pequeñas sociedades y países, incluso en las ciudades-Estado. Es un fenómeno persistente que llama mucho la atención a los visitantes extranjeros, de que en Chile todos se conocen, aunque esto no es válido solo a los que provienen de posiciones sociales encumbradas, si bien se le parece. En décadas posteriores en el siglo XX, este fenómeno ha tenido que ver con la concentración poblacional y de decisiones en la ciudad de Santiago, lo cual parece ser una tendencia de larga duración.
Polaridad política
Lo que existió en el siglo XIX fue la creación de una cultura política en la cual la dinámica fundamental, como en gran parte de América Latina e incluso en muchas partes de Europa, estuvo caracterizada por la pugna entre la conservación y el progreso, los conservadores y los liberales, los reaccionarios y los progresistas, y todos los matices que hay entremedio.256 No existió en Chile hasta la novena década del siglo un real movimiento político de lo que después se ha llamado antisistema, que influyese o constituyera uno de los polos políticos de la vida pública. Existía, pero era muy marginal. Con todo, fenómenos como las rebeliones de 1851 y 1859 y el desarrollo de un discurso de radicalismo político, como hasta cierto punto lo representaban la Sociedad de la Igualdad y otras, demostraban la potencialidad de una tendencia de este tipo. Como es común en estos casos, la rebeldía surge del seno de la elite entendida como clase política, una especie de extraña rebelión de los notables, que se da en el caso de Francisco Bilbao y su Sociabilidad chilena (1844), que llevaba a su consecución lógica la idea de soberanía popular para liberar a una clase social que estaría oprimida y marginada, amén de atacar acerbamente a la Iglesia Católica, siendo ese grupo el polo más radical de oposición que emergía.257
En América hispana del XIX, algunas rebeliones y guerras civiles tenían la posibilidad de transformarse en una revolución social, aunque sin arribar a una meta revolucionaria. Los movimientos o posiciones antisistema —con un matiz de diferencia con los movimientos revolucionarios— pueden existir en una sociedad, aunque no lleven a cabo una actividad de rebelión o revolucionaria propiamente tal. Este rasgo de ser pura posibilidad puede constituir o una curiosidad o un factor de quiebre y de peligro; puede ser también una forma de tránsito hasta convertirse en actor del sistema, transformando y siendo transformado. Esto sería un tema crucial en la historia política del siglo XX. Las perspectivas que niegan su existencia en el XIX chileno, de manera en general tácita, lo comparan con un metro lógico, cual es el desarrollo democrático contemporáneo en Europa occidental y Estados Unidos. Las conclusiones, sin embargo, no son lógicas porque, además de olvidar que la democracia, como tanto fenómeno histórico, es un proceso y no una aparición instantánea, el panorama de este país no es muy diferente al resto de los países latinoamericanos. Incluso en la región, como se ha señalado mucho, Chile era mirado, en realidad en especial por los chilenos, como una cierta excepción junto a Brasil en cuanto a un desarrollo más estable, más ordenado, si se quiere. En lo que se refiere a la idea del excepcionalismo chileno, tan criticada a partir de 1973 con argumentos que parecen muy contundentes. Si reducimos las palabras a una dimensión sensata, hay que decir que esta mirada positiva hacia el desarrollo chileno tiene algunos puntos a su favor, y ella sería la razón por la cual en el siglo XX, en algún momento u otro, todos los sectores acudieron a esta imagen como algo positivo, incluso de lo cual sentirse orgulloso.
En cuanto expresión de que se había formado una clase política moderna, es posible aplicar el concepto de derecha e izquierda como nomenclatura para comprender esta cultura política desde sus orígenes hasta casi fin de siglo. Derecha e izquierda son conceptos ordenadores y hay que aceptar que al concretarlos tienen algún carácter metafórico; además, los portavoces de una u otra posición van cambiando a lo largo del tiempo.258 En el siglo XX, conservadores, liberales y, hasta en algunas ocasiones, los radicales serían parte de la derecha. Se trata de nombres que permiten ordenar mentalmente los significados y las finalidades de los diversos actores políticos, y no necesariamente caracterizan toda su dinámica ni toda su acción política, ni la totalidad de la administración o proyectos públicos.
Derecha e izquierda son nombres que se ha otorgado a la antigua dinámica que se encuentra en casi toda sociedad humana, aquella de la dialéctica de fuerzas entre los representantes o voluntades de conservación, y aquellos de la transformación. En algún momento de la historia —imposible fijarlo con exactitud— esto se transformó en una referencia fundamental de los debates públicos acerca del orden social y político. Es el momento del surgimiento