La democracia en Chile. Joaquín Fermandois

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Название La democracia en Chile
Автор произведения Joaquín Fermandois
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789561427280



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muy limitado, que podría constituir la base de un proceso democrático. En el país islámico más poblado de la tierra, Indonesia, ha existido una democracia política desde 1998 y en comparación con Pakistán, por ejemplo —para no hablar de Irán—, ha sido un caso de coexistencia relativamente exitosa entre el espíritu democrático y la fe islámica. Con todo, sus presupuestos democráticos no alcanzan a dos décadas y existe todo un pasado milenario no democrático. Turquía constituye un caso de estudio de un sistema autoritario que, en el curso del siglo XX, evoluciona no sin sobresaltos —reiterados golpes militares y extremismo político de derecha y de izquierda— debido a su tradición secular, aunque en un contexto islámico. En la última década, de la mano de un fundamentalismo amortiguado y de una voluntad autoritaria que muestra un parecido con los casos de Europa Oriental y de América Latina, parece existir una tendencia que va a limitar la apropiación del modelo occidental. Nada es seguro, ya que Turquía, desde que consolidó sus conquistas como gran potencia a mediados del segundo milenio, operó desde Estambul como un puente entre Oriente y Occidente. Este es su presupuesto más profundo para una consolidación democrática, puede ser.

      Mientras que en la primera década de la pos Guerra Fría predominó la idea de un triunfo creciente de la democracia en el sentido del modelo occidental, en esta tercera década se habla más bien de las limitaciones de la democracia y la dificultad en expandirla. Al momento en que se escriben estas líneas, existe una idea de crisis potencial de la democracia que desespera en Europa y América. Poco se compara en cambio otro hecho, y es que en una parte significativa de Asia confuciana se han desarrollado sistemas democráticos que no carecen de los elementos fundamentales de un Estado de derecho. Japón, Corea del Sur y Taiwán constituyen este núcleo, el primero con un presupuesto limitado hasta 1945, teniendo en cuenta que se trataba de un país situado más allá del alcance occidental hasta hace casi dos siglos, y que tiene un sistema que es homologable a una democracia desde 1946.

      Porque este es el asunto. La democracia está consolidada en el sentido antes expuesto en cuanto el modelo occidental de tipo político, acompañado de los procesos de modernización socioeconómica en lo que se ha llegado a llamar Europa Occidental y en algunas de sus creaciones o reproducciones, las democracias de raíz anglosajona, y en una situación incompleta en gran parte de América Latina. La única otra zona en donde se divisa un enraizamiento es la mencionada Asia Oriental y el caso, en el fondo espectacular, de la India desde la independencia que me atrevo a comparar con el caso de Chile. Mirado con lupa, en la vastedad de un territorio y sociedad multiforme, en el país asiático el grado de la democracia política podría ser cuestionable. Todo este cuadro es el que hace pensar en una antigua experiencia, cual es que las creaciones culturales dependen en gran medida de su arraigo y pervivencia en el espacio en que fueron creadas, y ello resalta la importancia de la resolución de crisis en Europa y Estados Unidos. Sin embargo, no hay escapatoria al “modelo occidental”.240

      Cuando se habla de la “crisis de nuestro tiempo” debemos recordar que es una expresión más que centenaria. Es la simple traducción del hecho destacado aquí acerca de que la sociedad humana —a diferencia de la sociedad animal— es propensa a los desórdenes y a las crisis creadas por la libertad consciente o instintiva de los mismos hombres. La democracia es, por excelencia, el sistema de la crisis. Este es el elemento que verbaliza y que a veces por lo mismo lo profundiza, y que, sin embargo, de alguna manera que no siempre podemos racionalizar le da fuerzas para poder superar los desafíos inherentes al tiempo histórico.

      La idea de civilización y de desarrollo

      Ninguna civilización constituye una panacea, incluyendo la civilización moderna, y esta “civilización universal” que emerge ahora tampoco lo es. Ese paraíso perdido no se encuentra en el horizonte de la historia y está bien que así sea. El concepto de “civilización” en los siglos XVIII y XIX tenía una resonancia optimista, casi mesiánica. Desde Freud, por citar un nombre, el uso común en las artes y en las letras lo ha identificado con la “represión”, especialmente en la retórica autodenominada “postmoderna” y “constructivista”.241

      Me permito enunciar un segundo supuesto. No cabe duda de que una civilización o sociedad compleja constituye una fuente de problemas y contradicciones, un asomarse al abismo y a lo sublime, una revelación de lo humano.242 Es lo que hace de ella origen de tensiones, un equilibrio precario entre valores y sistemas que en su amplitud y contraposición enriquecen la vida; asimismo lo esgrimen con amenazas, grandes o pequeñas. Todo sistema social en la historia es una promesa y una trampa, y la modernidad no lo iba a ser menos. Aquellos lenguajes que ponen el acento en la “dependencia”, la “hegemonía” y la “crítica” no constituyen menos una creación de la misma modernidad, como los que llaman a una celebración indefinida de la expansión material. Vienen de un tronco común, aunque puedan mostrar autonomía. Para colmo, también estos lenguajes que pretenden monopolizar la idea de crítica se han asociado a desenfadadas persuasiones represivas que enarbolaron el más sofisticado aparato conceptual y las más exquisitas disquisiciones estéticas y filosóficas. Con todo, hoy por hoy en la vida académica tiende a dominar la visión negativa del concepto de civilización, por una autoidentificación que se ve a sí misma —con mucha benevolencia— como antihegemónica y, al mismo tiempo, antioccidental. No puede haber nada más occidental que una visión de este tipo, ya que ha sido la civilización a la cual la autocrítica le es más inherente.243

      ¿Qué se entiende por civilización? Un sistema que se asimila a la llamada sociedad compleja, contrapuesta a la sociedad arcaica o primigenia o “salvaje” u originaria, tal como se usa hoy en un contexto más polémico. Pertenezco a la generación que todavía le llamaba prehistórica, hasta que un erudito exiliado en Chile, Julius Spinner, nos convenció en los años sesenta con el término de paleohistórico, ya que pertenece perfectamente a la historia.244 Me quedo con la idea de lo arcaico que emplea Mircea Eliade, entendida con el mismo espíritu de mi profesor austro-judío, de que era una primera y originadora fase de la historia humana. Se trata de la base de la humanidad, y la civilización constituye la complejización de sus supuestos. Significó la construcción del Estado, la distinción entre campo y ciudad, la agricultura, el alfabetismo, la especialización, la formalización religiosa, etc., con un ancla finalmente asida a los mitos originales. Y, como nos enseñó Max Weber, en las civilizaciones —él no emplea este concepto— aparecen los valores, mejor dicho, las valoraciones, inseparables de experiencias existenciales, de una herencia y de una proyección. Se relacionan con el mundo de la cultura. La civilización, en cambio, se refiere a algo que le está íntimamente relacionado, pero que se orienta a las formas organizacionales y estilos de vida. Las características de las civilizaciones y aquellas que podemos llamar “grandes”, son aquellas sociedades que logran hacer coexistir estos valores, el máximo de ellos, entre sí. De suyo esto es una inestabilidad y una fuente de temores e inseguridades abismales. Porque, como en especial al pensar el tema de la política en el siglo XX lo señalaron Max Weber e Isaiah Berlin, inconmensurables, queriendo decir que los valores no calzan completamente entre sí como piezas de un rompecabezas: se le parecen y dan la impresión de que se ajustan, pero al final es inalcanzable la perfección de jerarquías y lugares, la que no da debida cuenta de lo que realmente significan. La civilización es lo que precisamente hace coexistir a los valores. Ello es sólido cuando las bases de la coexistencia son prácticamente invisibles. La tendencia, sin embargo, es que la situación se puede caracterizar de fragilidad. Quizás eso ayuda a que se hable a veces de “grandes momentos de la humanidad”, cuando la coexistencia es la más fecunda de todas.245

      El desarrollo, ¿es una tabla de salvación o, como tiende a decirse ahora, una maldición que amenaza la supervivencia? La transformación de la naturaleza por la acción humana quizás comenzó antes de la agricultura, de la minería y de la forja del hierro. Existen no pocos ejemplos acerca de la depredación humana antes de la era industrial. Nadie podría poner en duda de que esta última, producto de una larga evolución que eclosiona hacia el 1800, presenta un desafío de enorme magnitud que no estamos seguros de sobrellevar. Por otra parte, esta transformación material es la única hasta el momento en la historia de la humanidad que, en el marco de las civilizaciones, puede cumplir con otra demanda de la modernidad que se ha expandido hacia todo el mundo: la orientación hacia una igualdad de oportunidades y hacia un horizonte de igualdad mínima en aspectos