Название | La democracia en Chile |
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Автор произведения | Joaquín Fermandois |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561427280 |
Se deben anotar tres elementos importantes que se encuentran en la trayectoria a la moderna democracia. Uno, son las ciudades-república renacentistas que poblaban el paisaje de la península italiana, en donde el autogobierno, que no alcanza a ser suficiente para una democracia pero que es uno de sus rasgos, jugaba un papel. Una república no es necesariamente una democracia, y harto se vio al respecto en el siglo XX hasta ahora. Con todo, el que haya distribución de poder y competencia de facciones entre iguales constituye un principio de selección que, por la fuerza mimética de la sociedad humana, al final plantearía la apertura del proceso democrático. El segundo es que el pensamiento político comenzaría a plantear la distribución de poder como una base de todo orden constitucional mucho antes de Montesquieu en el XVIII, aunque este ha sido su formulador más preciso e influyente. Y tercero, que es un error del lenguaje corriente homologar el absolutismo europeo con la dictadura moderna. Por el contrario, fue un camino en el desarrollo y alumbramiento de los sistemas constitucionales que culminarían en el modelo occidental, amén de crear la estructura del Estado moderno (el cual no es necesariamente democrático). Uno de sus frutos es la monarquía constitucional, una de las síntesis posibles entre lo antiguo y lo nuevo.228
Los sistemas políticos modernos y la democracia
A partir de este momento —momento que se extiende quizás por un par de siglos— existe una discusión sobre lo público, y la legitimidad tradicional comienza a ser erosionada por la introducción de una legitimidad racional que nunca se completa ni se completará; puede llegar a una síntesis con algún tipo de sustento no racional. La clase discutidora más conocida es la de la Ilustración, siempre que bajo esta no entendamos solamente a quienes normalmente se les conoce como los ilustrados, ciertamente una fuente crítica de este o aquel aspecto del antiguo régimen. Se ha dicho que la Ilustración es la primera izquierda; se olvida que también con rapidez se le contrapuso una derecha que, por la fuerza de las cosas, llega a ser parte inestable pero sostenida de esa totalidad, es decir, parte del fenómeno “ilustrado”, pues sus argumentos hubiesen sido incomprensibles para el público de antes de la Ilustración. El discurso ilustrado, en la medida en que se puede decir que era un cuerpo, admitía también una suerte de juego entre esos proyectos de derecha e izquierda, vale decir, un centro que solo tiene sentido con la existencia de las anteriores. Todo esto ya estaba prefigurado o hasta configurado antes de 1789. También se había formado, aunque no con todas las características, en la experiencia política inglesa del XVIII y en la construcción de Estados Unidos que en algún grado era hija de esa discusión.
La política moderna surge de este proceso que es el nacimiento de la democracia, aunque también del desengaño de la misma, o de la idea de que ella no es más que una marcha hacia un destino superior. La Revolución Francesa en este sentido es una gran experiencia de fundación de extremos, que tras una larga evolución se consolida en la democracia moderna en la segunda mitad del XIX. De ella se originó la revolución radical, ya sea en un acto puramente político con Robespierre o en un salto cualitativo con la Conspiración de los Iguales de Babeuf. Si se quiere, aquí había una apertura hacia lo que será la experiencia totalitaria del siglo XX y en todo caso estaba la aspiración a una revolución radical, tan típica del XIX y del XX.229 Estuvo también otra experiencia como régimen establecido: el sistema autoritario moderno, que es aquel que ya ha conocido el desafío revolucionario y que lo asume, a veces positiva, a veces negativamente. En otros casos, lo hace como síntesis. La Francia bonapartista ha sido el gran modelo del autoritarismo moderno, quizás hasta el momento de escribirse estas líneas, incluyendo aquí el autoritarismo del segundo Bonaparte (“imperio liberal”). De esta manera, teniendo como eje al 1800, se da el surgimiento de la democracia, del autoritarismo y, en potencia, del totalitarismo. Es casi simultáneo a las grandes matrices ideológicas de la modernidad, liberalismo, conservadurismo y socialismo, formas que resultan de una influencia entre sí, surgidas del choque y síntesis entre estas persuasiones.
El nacionalismo surgirá a la cola de ellas, aunque se coloca en otra dimensión. Fue más común un nacionalismo liberal primero y después uno conservador, y menos explícito, pero quizás no menos significativo, ha sido un nacionalismo socialista en los siglos XX y XXI, y además no ha habido experiencia totalitaria que no haya recurrido a algún grado de nacionalismo. Todo esto, quizás algo disminuido en el albor del siglo XXI, incluyendo a la díada izquierda-derecha, sigue siendo parte integrante de lo que comúnmente llamamos democracia y, por disuelto que esté en algunos casos su carácter explícito, es muy difícil que deje de ser parte insustituible del sistema sanguíneo de la misma.
Ideología y lo ideológico
¿Qué es ideología? No es casualidad que el término haya sido acuñado a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX; y tampoco lo es que desde Marx en adelante se le haya asociado con triquiñuela verbal, falsedad, mentira, pensamiento mendaz o “falsa conciencia”, como se sostuvo en la teoría social. Y viene de inmediato la respuesta cortante, casi siempre un sofisma, de que la crítica a las ideologías o el desmarcarse de una idea cualquiera es en sí mismo una expresión ideológica. “¿A partir de qué ideologías estás hablando?” es el recurso retórico para excluir a todo argumento de crítica. En otra parte me he extendido acerca de este problema.230 Por ahora y para lo que se emplea en este libro, es suficiente decir que lo ideológico es parte del lenguaje de toda sociedad histórica, aunque más bien vinculado con lo público y con aquello que toca al poder político. Es un error —aunque es parte de las artimañas de la política— identificarlo con el lenguaje público en general o, más radicalmente, con toda la cultura de una época.
¿Cómo distinguir lo ideológico de lo no ideológico? En las formas, es indistinguible. En lo sustancial, es posible ponerlo en un contexto de significación y de intenciones. En especial para establecer la diferencia entre ciencia e ideología, el criterio es más o menos sencillo si se quiere ser práctico. Se trata de distinguir entre la finalidad de sumar a posiciones de poder, o a la de conocer. Esta última siempre está abierta a la réplica, al reconocimiento de los límites del lenguaje de las tesis e interpretaciones, como a aquello que los especialistas llaman “falsación”, en alusión de la tesis de Karl Popper de que hasta la mejor de las teorías debe pasar la prueba de la refutación, que siempre va a mostrar los límites del conocimiento y de su verdad particular. Esto es fácil de definir; más difícil es sortearlo en la cotidianidad de la vida del estudioso, ya que hablamos de un tipo de lenguaje que es inseparable del análisis y de la elección de valores. Esto no es lo mismo que ideología, pero la fuerza que lleva a la confusión es escurridiza y hay retorno en cada recodo. En fin, lo ideológico en un sentido muy amplio es parte de la historia de las civilizaciones, aunque es un rasgo más característico y autoconsciente en el mundo moderno o modernidad, por el carácter discutidor de su política y por la apelación a ganar voluntades y adhesión. Por eso cuando en el libro se habla de “ideología” será en su contexto moderno, salvo que por ahí y por allá se le adjudique a otros períodos, y se explicará con claridad. Por último, no es por casualidad que en el último medio siglo se observe un cierto eclipse en el empleo de la palabra ideología: ello está asociado al tema de la “crisis de la política”, recurrencia inacabable en la historia de la sociedad abierta.
Izquierda y derecha
Las ideologías no surgieron del vacío. Lo hicieron desde una articulación que les da sentido como vehículo entre las posibilidades y las aspiraciones, que son las que pasan a ser objeto del debate público más allá de las discusiones de los partidos de corte; es uno de