Название | La democracia en Chile |
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Автор произведения | Joaquín Fermandois |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561427280 |
Sin embargo, en el aspecto formal no existe una diferencia muy grande con el caso de Estados Unidos, donde granjeros y comerciantes y algunos manufactureros o fabricantes constituían la vasta masa del Congreso de Filadelfia y firmantes de la Declaración de Independencia. Los norteamericanos la han llamado “revolución” porque los mismos fundadores consideraban que efectuaban una de tal tipo, aunque en el sentido original con que la palabra se había empleado, como restitución de derechos olvidados, como rescate de un sentido original.123 Las comparaciones terminan ahí, ya que en esta América anglosajona habían existido prácticas de autogobierno y había más relación vital con el clima intelectual europeo. Lo que hay que rescatar, sin embargo, es que la democracia moderna no nació ni podía nacer de una manera que satisficiera a prácticas de dos siglos después, o de tres siglos, si perdurase. Es, en cambio, un proceso de acciones que nacen de manera más o menos consciente o más o menos espontánea, muchas veces sin prospección y que, con el paso del tiempo, al vivirlo y experimentar sus tensiones y contradicciones, va desarrollándose y ajustándose como lo que consideramos una democracia más perfecta o más posible. Puede derivar también en otro tipo de régimen moderno, aunque en ellos exista también apelación a la legitimidad que se considera más auténtica, la democrática. No por ello llegaron a ser democracias.
Todo esto estaba condensado en ese día cargado de transformaciones potenciales, que fue el 18 de septiembre de 1810. La mejor prueba de ello fue que, si bien es probable que muchos en Santiago no hayan tenido clara noción de lo que sucedía, a actores y a entidades hostiles no les cabía duda de que se desarrollaba algo que tendría que entrar en colisión con la práctica de la monarquía, tal como ella se había dado durante tres siglos.
Patria Vieja y maldición del origen
De todas maneras, el maleficio hispanoamericano (o latinoamericano) de la inestabilidad institucional parecía difundirse en Chile con la misma generosidad que en otras partes. A los cambios en la composición de la Junta seguirían lo que después serían llamados golpes. No fueron seguidos de hechos particularmente sanguinarios, aunque quizás a ello contribuyó el que solo en 1813 comenzaran las hostilidades y la violencia con las tropas enviadas por el virrey José Fernando de Abascal. Sería una auténtica guerra anticolonial. Como muchas de estas, no solo sería una guerra civil, sino que, al menos en su germen, también una guerra internacional, considerando que los conflictos en América ocuparon un papel relevante en el sistema internacional de comienzos del XIX.
La limitación de la violencia puede también haber tenido otro origen, cual fue el esfuerzo de las autoridades por dotarse de nuevas instituciones y conjugarlas con normas generales o aquello que llamamos constitución. Así apareció la primera de ellas, el “Reglamento para el arreglo de la autoridad ejecutiva provisoria de Chile”, sancionado el 14 de agosto de 1811.124 Le siguió el “Reglamento constitucional provisorio” de 26 de octubre de 1812.125 Hubo una clara excepción a este esquema: fue la ejecución de un jefe militar peninsular, el coronel Tomás de Figueroa —de aquí, el Motín de Figueroa—, quien se levantó contra la Junta de Gobierno el día en que debían efectuarse las primeras elecciones legislativas del país (1° de abril de 1811).126 Al ser derrotado en su empeño, enfrentó el expeditivo pelotón de fusilamiento en la madrugada siguiente y su cuerpo arrojado al foso de los delincuentes, trasladado a la Catedral tras la Reconquista.
Es natural que Figueroa no se considerara a sí mismo un amotinado, sino que tiene que haberse visto como una espada restauradora de los gobernantes de derecho. En esta acción había un germen de guerra civil y de tragedia. ¿Quién era el constitucionalista? Lo mismo podría preguntarse para 1973 en atención a la declaración de la Cámara y la respuesta de Salvador Allende. Por un lado, estaba el derrumbe de la autoridad tradicional, que hundía sus raíces en el tiempo y en normas que de allí habían emanado; estaba también todo el conjunto legal de las Leyes de Indias y, en la práctica, de tres siglos que Figueroa debió haber sentido que eran violados de un plumazo. Estaba también la caída vergonzosa de la monarquía que, al ser absoluta, ponía en crisis al Estado, lo que era también un llamado implícito a que los actores de las unidades básicas del Imperio quisieran asumir la responsabilidad por su propio fuero, tal cual se hizo al comienzo en la Península.
La Patria Vieja fue un período organizativo erigido sobre instituciones que, en su nueva existencia autónoma a la Corona, no dejaron de ser entidades extraordinariamente frágiles ni de estar sometidas a la intriga cotidiana y a los cambios de pareceres más o menos rápidos que caracterizan a este tipo de situaciones, aunque con escasa violencia en comparación a otros episodios revolucionarios. En estos lares, como en otras partes de la América española, el poder virreinal comenzó a moverse con las dificultades de comunicación y de recursos propios de la hora, portando la clara noción de estar confrontando una revuelta contra los poderes establecidos que, más allá de las declaraciones que reconocían a Fernando VII como la cabeza del reino, se proponía desconocer lo que la Corona miraba como el derecho legítimo.
Las operaciones militares en América por parte de las autoridades virreinales se encontraron con la resistencia criolla, lo que en muchas partes del continente llevó a largas y sanguinarias luchas, aquellas sin Dios ni ley. Las hostilidades ayudaron a crear los “partidos” de realistas y patriotas, cuyas composiciones no coincidían del todo con el binomio peninsular-criollo ni eran del todo claras en lenguaje programático. El conflicto poseía muchos rasgos de guerra civil, más que los de una pura guerra de descolonización.
Aunque en Chile la situación fue menos violenta, la definición final fue entregada a la suerte de las armas. Entre tanto, se dieron los primeros pasos del autogobierno que culminarían en una república, por lo demás caracterizada por todas las alteraciones y rivalidades que fueron emergiendo entre los diversos líderes o caudillos del proceso político-militar. La rivalidad clásica de este momento fue la que protagonizaron Bernardo O`Higgins y José Miguel Carrera, el primer “golpista” de la historia —aparte de la Junta de 1810, según se ha dicho— que tenía semejanza con la pugna entre el jefe político-militar vs. el caudillo revolucionario, además amante de la audacia y la aventura. Alcanzó a asomarse un desarrollo que echaría raíces a través del primer Congreso Nacional, en los Reglamentos de 1811 y 1812, y algunas instituciones educativas, inspiradas en un trasfondo de Ilustración que había entre los ahora patriotas.127 En 1812, el gobierno de Carrera, por intermedio del comerciante sueco Mateo Arnaldo Haevel, encargó una imprenta a Estados Unidos, desde cuyas prensas, enriquecidas por la prosa de Camilo Henríquez, salió La Aurora de Chile, el primer periódico del país.128 A medida que la democracia se iría desarrollando con sus vaivenes, estas parecían creaciones obvias; en su propio tiempo, constituían las primeras piedras de la práctica republicana. Desde luego, hay que evaluar cuánto y cómo calaron todas estas instituciones y referencias en la mentalidad y en la vida práctica de los criollos; aquí hay una disonancia con las raíces del mundo hispánico.129
Guerra y precaria reconquista
Muy pronto, esos primeros fundamentos perdieron su brillo inicial al estallar la guerra en 1813 y 1814. Al finalizar la ocupación de España por las fuerzas napoleónicas en 1813, la Corona reunió fuerzas para la reconquista de América que, en un principio y en términos puramente militares, fue un éxito casi completo, con la notable y vital excepción del Río de la Plata.130 La guerra en Chile detuvo el desarrollo institucional, aunque en un mediano plazo no alcanzó a dar pábulo a un caudillaje militar que impidiera la formación de una clase política republicana, si bien esta emergería más propiamente entre la segunda y la tercera década del siglo. Aparecen las figuras-tipo de O’Higgins y Carrera. El primero, hijo del exgobernador de Chile y exvirrey del Perú, Ambrosio O’Higgins, emergería después como la principal figura política y militar de todo este período.131
En la guerra chilena germinó un aspecto que tenía correlación con lo que ocurría en el resto del continente. Ambos bandos practicaron reclutamiento forzoso, pero con algunos importantes matices de diferencia. Mientras los criollos eran en su gran mayoría líderes insurgentes y propietarios que, en muchos casos, movilizaban a su propia gente del campo, las tropas realistas se reclutaban de manera más característica entre los mapuches y en lo que se denomina “sectores populares”. Se ha especulado que los sectores indígenas y, en parte, los mestizos veían