Название | Hoy camino con Dios |
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Автор произведения | Carolina Ramos |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Lecturas devocionales |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877982909 |
¿Le importará a Jesús?
“Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes” (1 Ped. 5:7, NVI).
Había perdido a una de mis mejores amigas hacía poco. Me encontraba desconsolada y decidí ir a mi lugar preferido de oración. Detrás de la iglesia a la que asisto hay una cancha de fútbol que suele estar llena durante el día, pero que queda vacía al ponerse el sol.
El pasto se extiende por varios metros, sin detenerse, sin importarle el límite que ponga el alambrado. A lo lejos se ve una tupida arboleda. Solo el arco queda en pie como señal de la presencia humana. El resto presenta toques del Creador por todos lados.
He ido incontables veces a orar allí y la música ha sido mi compañera en más de una ocasión.
Me senté sobre un tronco, miré al cielo, oré con este versículo en mente y, casi sin quererlo, comencé a tararear la melodía del himno “¿Le importará a Jesús?” (Himnario adventista, Nº 391).
Aparentemente, Frank E. Graeff tuvo en cuenta este mismo texto al componer el himno que tantas veces hemos cantado para recordar la compañía divina en los momentos de mayor aflicción.
Así como él encontró consuelo y alivio en esta promesa, y así como los encontré también en mi momento de pesar, puedes tener la certeza de que, si depositas tus preocupaciones sobre él, cuidará de ti de forma especial.
Cuando nuestro corazón está doliente, a él le importa.
Cuando nuestros días son tristes y nuestras noches son negras, a él le importa.
Cuando le decimos “adiós” a nuestros seres más queridos, a él le importa.
Puede ser que hoy estés presa de la ansiedad por algún motivo que te agobia. Puede ser por algo pequeño o algo grande, por algo nuevo o algo que vienes arrastrando desde hace tiempo.
Jesús nos invita, como invitó de forma personal a quienes lo rodeaban hace tantos años. “El que anda en el camino de los mandamientos de Dios camina en compañía de Cristo, y en su amor el corazón reposa” (El Deseado de todas las gentes, p. 298).
Te invito a que cantes este himno o a que lo escuches en algún momento del día y reflexiones en su letra. Si es posible, busca un lugar donde puedas orar tranquilo y depositar tu ansiedad sobre él.
Pedro sabía de quién estaba hablando en su epístola. Nosotros también.
Historias de hoy - 3 de marzo
Amor condicional
“Vengan, pongamos las cosas en claro –dice el Señor–. ¿Son sus pecados como escarlata? ¡Quedarán blancos como la nieve!” (Isa. 1:18, NVI).
Un hombre decidió cruzar los Andes e instalarse en Argentina. No supe si tenía cuarenta o sesenta años. Las pisadas de una vida alejada de Dios le habían dejado huellas más profundas que las arrugas.
Como muchas otras personas en situación de calle, estaba acostumbrado a las miradas de indiferencia. Pero esa tarde se encontraba con decenas de rostros atentos que escuchaban su testimonio con avidez en una pequeña iglesia.
Los miembros del grupo “Ayuda Urbana” le habían brindado auxilio y, sobre todo, esperanza. Esa tarde, él miraba una pared blanca y lloraba. La pared proyectaba la imagen de su madre, que hablaba en un video casero.
Hacía seis años que este hombre no escuchaba esa voz familiar. Y, en esta ocasión, esa voz le decía: “Hijo, vuelve a casa. Entrégate a Dios. Deja las cosas malas que estás haciendo. Vuelve a casa”.
Él lloraba. Se pasaba la mano por la cara con cierta desesperación y no ocultaba la conmoción interna que estas palabras le causaban.
El mismo hombre que había grabado el video, que había cruzado la cordillera, encontrado su casa y conocido a su madre, ahora se acercó para abrazarlo y repetirle la invitación.
Para sorpresa de los presentes, que nos sentíamos en medio de un programa televisivo de encuentros inesperados, además de abrazarlo le ofreció llamar por teléfono a su madre. Todos fuimos testigos de esa interacción, ahora en vivo, y pudimos escuchar a la mujer decir una vez más: “Hijo, vuelve a casa”.
Él, gozoso, respondió: “Cualquier día de estos vuelvo”.
La madre agregó: “...pero vuelve cuando ya estés bien. Recupérate primero y luego ven”.
Pocas veces vi una mirada de desilusión tan grande en el rostro de alguien.
Sin pretender conocer o juzgar el dolor y el accionar de esta mujer, me quedé con su frase y con la reacción de su hijo.
¡Cuán importante es recordar que Dios nos invita a que vayamos como estamos! Hoy también nos dice: “Hijo, vuelve a casa”.
¡Claro que quiere transformarnos! Pero antes quiere que vayamos a él. Sin “peros”.
No sé con cuál de los personajes de esta historia te identificas más. Pero la invitación divina es para todos y es actual. ¿Qué responderás?
Valores - 4 de marzo
Esclavo para siempre
“Si compras un esclavo hebreo, este podrá estar a tu servicio por no más de seis años. El séptimo año ponlo en libertad, y no te deberá nada por su libertad. [...] Sin embargo, el esclavo puede declarar: ‘Yo amo a mi señor [...] no quiero ser libre’. Si decide quedarse, el amo lo presentará delante de Dios. Luego el amo lo llevará a la puerta o al marco de la puerta y públicamente le perforará la oreja con un punzón. Después de esto, el esclavo servirá a su amo de por vida” (Éxo. 21:2-6, NTV).
Gracias a incansables luchas por parte de los movimientos abolicionistas, la esclavitud ha dejado de ser algo común en gran parte del mundo.
Pero en tiempos bíblicos era un asunto que debía regirse. Aunque la esclavitud estaba lejos del ideal original para la sociedad, Dios instituyó leyes que protegieran y vindicaran a los esclavos.
Según el Talmud (Kidushin 22), el hecho de que se perforase la oreja y no otra parte del cuerpo representaba que la persona no había escuchado que Dios había declarado que los hijos de Israel eran sus siervos, no esclavos. Y debía hacerse en la puerta de la casa, porque la puerta y su dintel habían sido testigos de que Dios había liberado a su pueblo de la esclavitud en Egipto.
Si bien podemos percibir cierta lealtad de parte del esclavo que se sometía voluntariamente a su amo para vivir en esa condición prolongada, Dios nos recuerda que no es su intención que vivamos de esa forma.
Hoy quizá no haya cadenas, ni punzones, ni orejas horadadas. Y ¡qué bueno que sea así!
Sin embargo, muchas veces corremos el peligro de someter a otros a nuestra voluntad, de manipular situaciones, de sacar ventaja de los más débiles e imponer cargas difíciles de llevar.
Independientemente de nuestro estatus social, todos tenemos gente indefensa a nuestro alrededor, gente a la que podríamos considerar en situación de inferioridad.
En Patriarcas y profetas, Elena de White, haciendo referencia a los israelitas dueños de esclavos, dice: “El recuerdo de su propia amarga servidumbre debía capacitarlos para ponerse en el lugar del siervo, guiándolos a ser bondadosos y compasivos, y tratar a los otros como ellos quisieran ser tratados” (p. 319).
Dios nos ha dado libertad, tanto al crearnos como al darnos la posibilidad de la salvación. Y hoy nos da la oportunidad de actuar con misericordia y justicia en cada ámbito de nuestra vida.
Encuentros con Jesús - 5 de marzo
En el camino