Hoy camino con Dios. Carolina Ramos

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Название Hoy camino con Dios
Автор произведения Carolina Ramos
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877982909



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      Huyendo de la serpiente

      “Pero me temo que, así como la serpiente con su astucia engañó a Eva, los pensamientos de ustedes sean desviados de un compromiso puro y sincero con Cristo” (2 Cor. 11:3).

      Me encontraba en un retiro de jóvenes en un hermoso parque, y todos nos habíamos esparcido para orar. Me adentré en el bosquecito, alejándome cada vez más. Buscaba un lugar tranquilo donde sentarme... y ahí la vi. Se deslizaba silenciosa y lentamente entre unas ramas, y al ver sus colores sentí un pánico que pocas veces había experimentado.

      Comencé a correr desesperadamente en otra dirección, aunque creo que nunca me vio. Pero corrí. Corrí consciente, como nunca, de que así está Satanás muchas veces merodeando y deslizándose silenciosamente para atacarnos y hacernos caer.

      No sé si esa serpiente era venenosa o si me hubiese hecho algo en realidad, pero sí conozco el carácter de mi peor enemigo. Él siempre nos quiere hacer caer, siempre nos busca para arruinarnos la vida. Y muchísimas veces lo hace así: escurridiza y silenciosamente.

      Corrí hasta que llegué nuevamente a la silla donde había estado sentada durante el sermón. Me senté, agarré mi Biblia y oré agradecida a Dios, no tanto porque me había salvado de una posible picadura, sino porque en esos segundos de corrida me había mostrado con cuánto afán tengo que tratar de alejarme lo más rápidamente posible del mal que acecha constantemente.

      Muchas veces, olvidamos esa lucha aparentemente invisible.

      Seguramente el plan original no era que anduviésemos corriendo despavoridos, pero desde que el mal entró, esa lucha es inevitable. Hoy es un día especial para recibir la paz que Dios nos quiere dar, para recordar que aunque estemos en continuo enfrentamiento con nuestro enemigo, y este día no sea la excepción, en Dios podemos encontrar a un fiel amigo.

      ¿De qué cosas debes huir hoy? ¿Qué pensamientos está desviando el enemigo? Pídele fuerzas a Dios para mantener firme tu compromiso con él.

      Así como le pasó a Eva, puedes estar acercándote a terreno enemigo y exponiéndote a que el diablo intente sus ardides confusos y gane una pequeña batalla que no tiene porqué ganar.

      Por eso, comienza este día poniéndote en las manos de Dios, y ora por tres tentaciones en particular, para que puedas obtener la victoria sobre ellas.

      Había luz

      “Durante ese tiempo los egipcios no podían verse unos a otros, ni moverse de su sitio. Sin embargo, en todos los hogares israelitas había luz” (Éxo. 10:23, NVI).

      Una noche de verano se cortó la luz. Había tormenta fuerte, de esas que se anuncian con mucha antelación, con humedad y concierto de chicharras. Debido al corte, no se veía absolutamente nada.

      En ese momento recordé la novena plaga de Egipto e imaginé la densa oscuridad que se debe haber vivido esos días. Pero según el relato bíblico, en los hogares de los hijos de Israel había luz.

      No importa cuán oscuro esté alrededor. Con Dios, hay luz. Siempre. Para los egipcios, las tinieblas duraron tres días y ninguno veía a su prójimo ni podía moverse de su lugar.

      El hecho de tener luz hace que podamos vernos unos a otros con mayor claridad y eso nos da la posibilidad de actuar. Si verdaderamente Dios está con nosotros, esto puede ser un hecho.

      Pero ¿no resulta extraño que a veces, aunque decimos ser el pueblo que más luz ha recibido y aunque creemos estar tan cerca de Dios, en realidad estemos estáticos? ¿No resulta extraño que, habiendo tanta necesidad alrededor y tanta gente que podemos ver, actuemos tan poco?

      Quizá podemos sentirnos parte del pueblo de Israel, cuando en realidad estamos teniendo un comportamiento más parecido al de los egipcios en esos tres días.

      Las tinieblas de esos días no fueron solo una oscuridad pasajera. El firmamento realmente dejó de mostrar las estrellas, la atmósfera se volvió pesada, y el poder de los dioses sol y luna, que los egipcios tanto veneraban, se vio burlado. Algo desconocido se había apoderado del imperio más poderoso.

      En los últimos días sucederá lo mismo. Las tinieblas serán tan pesadas, que muchos andarán errantes, palpándolas. Todo lo que vemos como poderoso demostrará carecer de poder cuando Dios se manifieste en gloriosa majestad al regresar a buscar a su pueblo.

      Si alguien tuviera que contar tu historia, al hablar de tu casa, ¿podría decir: “...había luz”?

      Jesús, en el sermón del monte, dio la breve pero poderosa orden: “Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben al Padre que está en el cielo” (Mat. 5:16, NVI).

      Esa primera orden, “Sea la luz”, sigue resonando vigente hasta hoy.

      ¿Quién encerró el mar?

      “¿Quién encerró el mar tras sus compuertas cuando este brotó del vientre de la tierra? ¿O cuando lo arropé con las nubes y lo envolví en densas tinieblas? ¿O cuando establecí sus límites y en sus compuertas coloqué cerrojos? ¿O cuando le dije: ‘Solo hasta aquí puedes llegar; de aquí no pasarán tus orgullosas olas’?” (Job 38:8-11, NVI).

      Cierta vez, fui a la isla Gorriti, en la costa atlántica de Uruguay. Me paré en la orilla. El agua venía con fuerza, pero al llegar a mis pies parecía una débil caricia que casi pedía permiso. Allí, por primera vez pensé en la pregunta que Dios le hizo a Job: “¿Quién encerró el mar tras sus compuertas?”

      Pensé en un Dios que cierra con candado una puerta detrás de la que se esconde el elemento más importante y presente del planeta, que arropa el mar con nubes y colores diferentes cada día, que pone límites y que les habla a las olas enfurecidas para calmarlas y decirles hasta dónde llegar.

      Nuestra mente finita no llega a comprender la dimensión de su grandeza, creatividad y poder.

      Pero ese Dios que cuida de los grandes monstruos marinos y de las aves más pequeñas, que como Arquitecto maestro diseñó todo y lo mantiene en vigor, es el mismo Dios que nos formó y que nos dio la razón para que podamos adorarlo por las cosas que conocemos, y también por aquellas que no entendemos.

      Lo mejor es que no hay necesidad de ir hasta una isla para pensar en estas cosas. Alcanza con mirar a nuestro alrededor. “Dios ha unido nuestros corazones a él con señales innumerables en los cielos y en la Tierra” (El camino a Cristo, p. 8).

      Job necesitaba escuchar estas preguntas. Necesitaba callar y después alabar más. Necesitaba estar dispuesto a ser enseñado.

      Descubrió que el Dios capaz de poner límite a todo dejó voluntariamente que su amor fuese ilimitado.

      Nosotros necesitamos las mismas preguntas, lecciones y respuestas. Necesitamos recordar que el mismo Dios que pone límites a las olas cada día puede ponerle límite al pecado en nuestra vida. Puede ayudarnos a establecer cimientos firmes en la verdad y a tomar decisiones para la eternidad.

      Puede ayudarnos a decirle al enemigo hoy: “De aquí no pasarán tus malvados planes. Tengo un Dios grande. El mar y el viento lo obedecen... y yo también”.

      En Jesucristo, mártir de paz

      “Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes” (2 Cor. 13:14, NVI).

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