Название | Hoy camino con Dios |
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Автор произведения | Carolina Ramos |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Lecturas devocionales |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877982909 |
“¡Torpe, torpe!”, se dijo a sí misma con furia. Se le había caído un plato de sopa al piso, pero ese error cotidiano le hacía desatar una tormenta de autorreprensiones. La visión que tenía de su persona era negativa, y condicionaba el resto de sus pensamientos. Tenía muchísimas virtudes intactas a pesar de sus numerosas décadas de vida, pero solía escucharla decir las cosas más feas sobre sí misma.
Dios nos dice que nos puso nombre, que somos suyos (Isa. 43:1), que somos su especial tesoro (Éxo. 19:5), entre un montón de cosas más; y a veces nos lanzamos los peores insultos.
¡Cuánto lo deshonramos o menospreciamos de esta forma!
Incluso, en nuestra concepción religiosa, por hacer énfasis en que no somos nada, a veces corremos el peligro de olvidar que para él somos lo más valioso de la Creación.
A veces nos limitamos a los patrones de este mundo y olvidamos tener en cuenta cuál es la imagen que él tiene de nosotros y el plan que trazó desde el comienzo para nuestra vida. Si hiciéramos más lo que él nos dice y creyéramos más en lo que él opina, nos pareceríamos más a eso de lo que tanto habla.
Algunos eligen repetirse frases positivas a la mañana al mirarse al espejo. Si bien puede ser efectivo, quizá no sea un método con el que todos se sientan cómodos, y además puede ser peligroso para los más vanidosos.
Pero, sobre todo, podemos probar repetir en nuestra mente aquellos versículos que nos hablan del valor que tenemos a la vista de Dios. Nos darán una visión equilibrada del lugar que ocupamos en el Universo y, en sus manos, podremos ser partícipes del cumplimiento de sus promesas.
Aunque el texto de hoy habla acerca del concepto elevado que muchos suelen tener de sí mismos, el consejo es igual de aplicable para aquellos que suelen tener un concepto disminuido.
Pablo nos aconseja pensar con cordura. Cuidemos el impacto de nuestro discurso porque, al final, como dice el texto, esa cordura está íntimamente relacionada con la medida de fe que demostramos tener.
Encuentros con Jesús - 19 de marzo
Los embajadores de la bienvenida
“Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho” (Luc. 2:20).
Son muchas las lecciones que podemos sacar de los primeros encuentros con Jesús, aunque no hayan consistido en charlas profundas.
Las primeras personas que vieron a Jesús, después de María y José, fueron los pastores.
Los ángeles estaban expectantes en el cielo. Casi no podían aguantar las ganas de contar las buenas nuevas al mundo, y esperaban la señal para hacerlo. Cuando en la ciudad nadie parecía estar listo para recibir a Jesús, los pastores, en las colinas a las afueras, lo tenían como centro de su conversación y oraban para que viniera. Estos trabajadores solitarios, acostumbrados a las inclemencias del tiempo y a la responsabilidad del cuidado confiado a ellos, reunían los requisitos para recibir esta noticia que los más encumbrados no tuvieron el privilegio de oír por su soberbia.
No hubo debate sobre la naturaleza de los ángeles ni dudas respecto al mensaje celestial. En vez de una reunión de escepticismo, nos enseñaron con su inmediata y rápida caminata hacia el pesebre que ellos sabían quién les había hablado y creían lo que se les había dicho.
¡A ellos se les reservó el privilegio de ese cuadro maravilloso en el cielo y esa bienvenida nocturna en la Tierra!
“El cielo y la Tierra no están más alejados hoy que cuando los pastores oyeron el canto de los ángeles. La humanidad sigue hoy siendo objeto de la solicitud celestial tanto como cuando los hombres comunes, de ocupaciones comunes, se encontraban con los ángeles al mediodía, y hablaban con los mensajeros celestiales en las viñas y los campos” (El Deseado de todas las gentes, p. 32).
Los pastores no conversaron directamente con Jesús. Quizá solo lo hayan visto dormir plácidamente. Pero lo cierto es que este primer encuentro con él los marcó para siempre y alcanzó para que, sin dudas en el corazón, salieran a contar lo que habían visto. Alababan al mismo Dios al que habían estado orando hacía unas horas, y al que ahora habían visto en forma de bebé.
Hoy tienes el privilegio de hablar con el mismo Dios de esta historia, de ser más consciente de la compañía de los seres celestiales que nos rodean, y de cumplir sus instrucciones, así como lo hicieron los pastores esa noche siendo embajadores de las buenas nuevas.
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