Hoy camino con Dios. Carolina Ramos

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Название Hoy camino con Dios
Автор произведения Carolina Ramos
Жанр Документальная литература
Серия Lecturas devocionales
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789877982909



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representaba algo que Dios quería mostrarle en cuanto al futuro de su pueblo y al papel que él desempeñaría como profeta.

      En este libro, leemos algunos de los clamores más desgarradores, pero también algunas de las promesas más reconfortantes de la Biblia.

      El futuro no parecía muy alentador, pero Dios prometía su compañía. Demandaba firmeza y lealtad, arrepentimiento y conversión, pero la esperanza que contagiaba era tan brillante, que le permitía a Jeremías vislumbrar, por fe, lo que sucedería más adelante.

      La vida de Jeremías no fue fácil, pero vio en el inminente cautiverio y desolación la perpetua fidelidad y la abundancia provista por Dios para sus hijos.

      ¿Qué vemos nosotros? Muchas veces, ante las pruebas, la perspectiva no parece precisamente maravillosa. No siempre tenemos esa fe que nos permite ver más allá de lo que está pasando.

      Al enfocarnos en nuestra incapacidad para hablar y al insistir en que somos niños, no dejamos que Dios toque nuestra boca y nos envíe. No creemos que el llanto que acompañará nuestra misión nos mostrará al Dios que consuela. No creemos que la soledad que provocará nuestro mensaje nos revelará la constante compañía del Espíritu Santo.

      Que nuestra fe nos lleve a ver lo que Dios ve. Que de nosotros también se pueda escribir: “Sin embargo, en medio de la ruina general en que iba cayendo rápidamente la nación, se le permitió a menudo a Jeremías mirar más allá de las escenas angustiadoras del presente y contemplar las gloriosas perspectivas que ofrecía el futuro, cuando el pueblo de Dios sería redimido de la tierra del enemigo y trasplantado de nuevo a Sion” (Profetas y reyes, p. 300). ¿Qué vio? ¿Qué veo? ¡Una cosa maravillosa!

      El poder de un rayo

      “Sus relámpagos alumbraron el mundo; la tierra vio y se estremeció” (Sal. 97:4).

      Carl Boberg, de la costa sudeste de Suecia, tenía 25 años cuando escribió la letra del himno “Señor, mi Dios” después de una caminata en medio de una tormenta eléctrica, al salir de una reunión de su iglesia, en 1886. Carl escribió un poema sin saber que se convertiría en himno. Pero, más tarde escuchó que a su poema le habían puesto la música de una conocida melodía sueca.

      Más de cuarenta años después, un misionero inglés, Stuart Hine, y su esposa escucharon esta canción por primera vez en Rusia, en una traducción rusa del himno original.

      Mientras Stuart ministraba en los montes Cárpatos, una noche se desató una amenazante tormenta. Un relámpago cruzó el cielo a lo largo de toda la montaña y fue tan grande, que a Hine le hizo recordar el hermoso himno ruso que hablaba acerca de la grandeza de Dios manifestada en la naturaleza. A partir de lo que conocía de la letra en ruso, comenzaron a venir a su mente posibles estrofas en inglés, y de allí surgió el himno tal como lo conocemos hoy.

      “Y al oírte en retumbantes truenos, y al contemplar el sol en su esplendor, te amo y proclamo por tu gran poder; ¡cuán grande eres, oh Jehová!”

      Las fulguritas nacen cuando hay una descarga de los rayos en el suelo, o cuando la electricidad se transmite a una piedra. Los minerales se convierten en vidrio y se enfrían rápidamente. Las fulguritas pueden surgir de la arena, de la roca o de la arcilla y, curiosamente, adoptan la forma del rayo. Pueden ser de diferentes colores, según la composición de la arena.

      Este fenómeno es poco frecuente, pero de él podemos sacar una gran lección.

      Muchas veces es en medio de las tormentas más amenazantes que se demuestra nuestra esencia. Sin importar las diferencias de composición, podemos reflejar la forma de nuestro Creador. Pero solo podremos hacerlo cuando con su grandeza toque nuestra vida.

      Así como Carl, y así como Stuart, podemos permitirle al Dios de gran poder a quien le cantamos que produzca un fenómeno sobrenatural en nuestra existencia y que no solo lo alabemos nosotros sino también motivemos a otros a adorarlo.

      Este himno se convirtió en uno de los favoritos del cristianismo. Hoy puedes cantarlo, convertirlo en tu oración personal y recordarlo la próxima vez que pases por una tormenta.

      Las cajas de Miguel

      “No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gál. 6:9).

      En la terminal de ómnibus de una ciudad cercana hay una oficina para el envío de encomiendas. Cuando llegué al lugar donde estaba guardada la caja que me habían enviado, el hombre que me atendió estaba muy malhumorado. Trataba de forma áspera a sus empleados y estaba claramente molesto por mi llegada. Mientras revisaba la ficha donde estaban mis datos, imaginé que estaba pasando por alguna situación difícil y lamenté haberme olvidado los libros misioneros que había separado para llevar de regalo.

      Hacía días venía orando por esa caja y tenía miedo de que ya no estuviese ahí, así que a la vez que le agradecía a Dios por haberla cuidado, pedí por este hombre también.

      Al día siguiente, tuve que ir a buscar otra caja. Llegué al mismo lugar, pero el hombre estaba más tranquilo. Amablemente le pidió a su empleado que me ayudara y, mientras le agradecía, saqué un libro que esta vez había recordado llevar. Lo tomó entre sus manos, abrió torpemente la tapa y pasó algunas hojas sin mirarlas, porque estaba muy nervioso intentando contener las lágrimas que comenzaban a caer por su rostro. “Gracias. En serio, gracias”, me dijo. “No sabes qué bien me viene. Mi esposa está pasando por un problema muy grave de salud, y...”, llegó a decir antes de que se le quebrara la voz.

      Le hablé del amor de Dios, de la promesa de su compañía y de la esperanza que tenemos al creer en él. Le aseguré que estaría orando por ellos, y después de un rato se calmó y comenzó a sonreír otra vez.

      ¿Cómo iba a saber yo que ese hombre necesitaba tanto una palabra de aliento en ese momento? No lo sabía, pero Dios sabe.

      Todos pasamos por momentos difíciles. Un trato nervioso hacia otros puede ocultar una tristeza enorme. Un gesto sencillo de bondad puede descubrir una gran necesidad. Estemos atentos para hacer el bien. En esa misma carta, Pablo les dice a los gálatas que lleven los unos las cargas de los otros (vers. 2).

      Dios quiere usarnos todo el tiempo para alcanzar a otras personas porque él... él sí sabe. Puede levantar las pesadas cargas de hombros ajenos por medio de nosotros.

      Presta atención a las necesidades ocultas de las personas con las que te relaciones hoy.

       Petit espagnol

      “El temor del Señor imparte sabiduría; la humildad precede a la honra” (Prov. 15:33, NVI).

      Pau Casals fue uno de los músicos españoles destacados del siglo XX. Se lo considera uno de los mejores violoncelistas de todos los tiempos. En la biografía escrita acerca de él, Josep M. Corredor narra una curiosa anécdota de la adolescencia del músico, que nos enseña una gran lección de humildad. Casals cruzó los Pirineos con su madre y sus hermanitos desde España. Iba entusiasmado, pero al llegar a Bruselas se enteró de que quien él quería como profesor no le daría clases. En cambio, este hombre le sugirió que fuera al Conservatorio para que lo oyera un profesor de allí.

      Muy desanimado, se presentó de todas formas al día siguiente a la clase del señor Jacobs, quien era en ese momento el profesor de violoncelo. El Conservatorio de Bruselas era el más famoso en ese momento, así que Casals sentía mucha timidez en ese entorno. Se sentó al fondo del aula y, al terminar la clase, el profesor, en tono de burla, le preguntó al petit espagnol si quería tocar algo. Casals, humillado, se levantó, tomó un violoncelo y comenzó a ejecutar “Le souvenir de Spa”, que en ese momento era el caballo