Название | Hoy camino con Dios |
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Автор произведения | Carolina Ramos |
Жанр | Документальная литература |
Серия | Lecturas devocionales |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877982909 |
No era nada más y nada menos que el corazón de ese evangelio que había cruzado el océano para predicar. Los chinos quedaron asombradísimos cuando él les señaló este mensaje oculto. Nunca lo habían notado, pero una vez que se los mostró, lo vieron con claridad. Cuando él les preguntó: “¿Bajo qué cordero debemos estar para ser justos?”, ellos no supieron qué responderle. Con gran deleite, les contó acerca del “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apoc. 13:8).
Como vemos en esta historia, no hay barreras para que ese mensaje llegue. Cerca o lejos, hay personas que aún no han conocido el hermoso regalo de la salvación.
“Como uno de nosotros, debía llevar la carga de nuestra culpabilidad y desgracia. El Ser sin pecado debía sentir la vergüenza del pecado. El amante de la paz debía habitar con la disensión, la verdad debía morar con la mentira, la pureza con la vileza. [...] Sobre el que había depuesto su gloria y aceptado la debilidad de la humanidad debía descansar la redención del mundo” (El Deseado de todas las gentes, p. 86). Hoy podemos buscar una forma creativa de enseñarles a otros acerca de ese Cordero que nos rescató y que aún quita el pecado del mundo.
Objetos cotidianos - 14 de febrero
Bajo su bandera
“Y temerán desde el occidente el nombre de Jehová, y desde el nacimiento del sol su gloria; porque vendrá el enemigo como río, mas el Espíritu de Jehová levantará bandera contra él” (Isa. 59:19).
Hay varios tipos de banderas. Las vemos flamear como símbolo patrio. Son parte habitual de los actos escolares y municipales. No faltan en los partidos de fútbol, sostenidas por los seguidores de cada equipo. Podemos verlas en las casillas de guardavidas en las playas, indicando el grado de peligro de las aguas. Y entre otras tantas situaciones más, también aparecen prolijamente alineadas en el Club de Conquistadores. Cada banderín representa a una unidad.
En el pueblo de Israel, cada tribu tenía su bandera también y acampaba bajo ella. Esas banderas encabezaban las marchas. Representaban a un grupo de personas.
Esa sigue siendo una de las funciones que cumplen las banderas hoy.
¡Cuántas veces vemos imágenes de personas abrazándolas o usando orgullosamente los colores que las representan!
Pero ahora te invito a imaginar que estás bajo la bandera del Espíritu de Jehová y que eres parte de ese equipo sin fronteras... de ese equipo ganador.
La bandera de Jehová nos recuerda dónde está nuestra patria en realidad, nos ayuda a recordar a qué equipo pertenecemos, nos advierte cuando estamos entrando en aguas peligrosas y nos da un sentido de pertenencia con otras personas que comparten nuestras creencias.
Él es el capitán de nuestra unidad y nos promete levantar su bandera cuando el enemigo asedie. Asegura que defenderá a quienes estén marchando detrás de ella.
No importa nuestro lugar de procedencia. Jesús dio su vida para que tengamos acceso a una ciudadanía celestial.
No nos conformemos con una bandera temporal ni defendamos tanto las barreras que nos separan cuando lo que de verdad nos tiene que representar es la bandera de Jehová, de una patria que no tiene lugar en este mundo. Recuerda esto al ver banderas hoy.
Recuerda esto al ver tantos corazones y alusiones al amor.
Como dice el conocido canto: “El Salvador es mi amigo. Su escudo, sobre mí, es amor”.
Él es la definición de amor. Es su esencia. Es su carácter. Nuestro corazón debiera estar para siempre escondido en él, en su identidad, en su inmensidad, en su sencillez... en su forma de ser.
Dios pregunta - 15 de febrero
¿Estás dormido?
“Simón –le dijo a Pedro–, ¿estás dormido?” (Mar. 14:37).
Cuando mis amigas venían a mi casa a dormir o yo iba a dormir a la de ellas, nos quedábamos conversando hasta tarde. En esos momentos, en voz baja y con las luces ya apagadas, surgían los temas más íntimos. Llegar a contar algo muy secreto realmente requiere valor y, sobre todo, mucha confianza en la otra persona. Pero ¡cuántas veces les hice una pregunta al terminar toda mi perorata, solo para descubrir que hacía rato ya se habían quedado dormidas! ¡Cuántas veces a ellas les pasó lo mismo conmigo! Nuestros secretos terminaban siendo revelados a la nada, y en ese silencio solo se percibía la sensación de una profunda desilusión, verbalizada por la tímida pregunta: “¿Estás dormida?”
Una noche, Jesús hizo esta pregunta a un círculo íntimo de amigos que estaban totalmente inconscientes de la magnitud de los eventos que estaban a punto de ocurrir.
¡Qué escena tan triste! Esa pregunta sigue tan viva y penetrante como esa noche…
Elena de White nos dice que varias veces los discípulos habían ido con Jesús a pasar la noche ahí. Oraban un rato pero después se dormían “apaciblemente a corta distancia de su Maestro, hasta que los despertaba por la mañana para salir de nuevo a trabajar” (El Deseado de todas las gentes, p. 637). Esta noche Jesús sí quería que lo acompañaran en vigilia y oración; pero ellos no estaban acostumbrados. Con su amor tan característico, les dijo: “Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil” (Mar. 14:38).
¿Cuántas oportunidades de acercar a otros a Dios por medio de la oración dejamos pasar por el uso ocioso de nuestro tiempo?
Jesús, con la misma confianza y cariño que sentía por Pedro, nos pide que velemos y oremos por nosotros y por otros, para que no caigamos en tentación y seamos capaces de discernir la magnitud de los eventos que están ocurriendo y a punto de ocurrir, para que podamos disfrutar su compañía el mayor tiempo posible y no nos perdamos todas las cosas que quiere compartir en su Palabra y en su accionar diario.
Así como Pedro y como las vírgenes de la parábola, podemos pensar que estamos listos y dormirnos a las puertas del evento más importante de la historia del mundo. ¿Estamos dormidos?
El poder de la música - 16 de febrero
Tal como soy
“Porque así dijo el Alto y el Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados” (Isa. 57:15).
Charlotte Elliott nació en la época victoriana de Londres, en 1789. Su abuelo era un famoso predicador evangélico y desde pequeña aprendió acerca del amor de Dios.
En su juventud, Charlotte era una poeta humorística, pero a los 32 sufrió una grave enfermedad que la dejó incapacitada por el resto de su vida. Su mentor espiritual, César Malan, un ministro e himnólogo suizo, le aconsejó que reemplazara su ira y conflicto interior por la paz y la fe en Dios. A partir de ese momento, ella comenzó a emplear sus talentos literarios para escribir himnos.
Aunque algunas veces se deprimía por su enfermedad, siempre se sentía renovada con la certeza de la salvación y respondía a su Salvador por medio de himnos.
En 1934 publicó El himnario del inválido, con unos 150 himnos. El más conocido es “Tal como soy”, que se incluyó en muchísimos de los himnarios ingleses y norteamericanos.
Sus himnos, sencillos y de consuelo para los que están pasando por enfermedad o sufrimiento, conforman seis voluminosos tomos.
Este himno en particular fue escrito