ARN, The Forbidden Fruit. Frank Pedreno

Читать онлайн.
Название ARN, The Forbidden Fruit
Автор произведения Frank Pedreno
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788412444704



Скачать книгу

los dualistas e idealistas, como a él le gustaba llamarlos.

      –Bueno, otra vez la dichosa tacita de aquel griego de hace no sé cuántos miles de años, –tapándose la boca con la mano, le comentó el Dr. Erans al Dr. Bacon.

      –Espero que en esta ocasión se comporte decentemente y no ataque a las empresas biofarmacéuticas como lo hizo hace tres meses –contestó el Dr. Bacon.

      –Yo también lo espero, de verdad.

      Todo el mundo en el MIT, a excepción de Jimmy, era consciente de que no se debía morder la mano de quien te daba de comer, y es que más del 40% del presupuesto anual se cubría con los estudios y donaciones que aportaban las empresas biotecnológicas y farmacéuticas. Había sido una locura atacarlas de la forma como lo había hecho en su última conferencia, pero las normas eran claras y, cada tres meses, como director, el Dr. Bacon tenía la obligación de invitarlo a presentar sus resultados y así debía ser mientras continuase siendo un investigador principal del MIT.

      Mientras los rezagados se acomodaban y la sala iba quedando en silencio, la Dra. Damon miraba a su alrededor con semblante distraído, parecía que no escuchaba lo que estaban hablando sus colegas. Pero el desinterés era fingido, lo que estaba haciendo era lo que realmente sabía hacer a la perfección, aparentar. Christina Damon era una relevante doctora en Epidemiología y Salud Pública, pero en lo que de verdad era especialista era en el arte del camuflaje, habilidad que la había llevado a conseguir una posición de privilegio en el MIT y en la industria biofarmacéutica. Incluso había conseguido un hito sin precedentes, que el brillante pero díscolo Jimmy, el vikingo loco, como lo llamaban despectivamente algunos de sus colegas, creyese que ella era su única amiga. Todo el mundo sabía que la Dra. Damon y el Dr. Andersen se conocían desde los últimos años de la licenciatura de Medicina, cuando los dos coincidían en muchos seminarios y simposios. Por aquel entonces cuando Jimmy participaba en alguna discusión, Ina, como la llamaba su círculo íntimo, ya se había dado cuenta de que su amigo tenía una mente brillante. A diferencia de él, ella tenía serias dificultades para formular ideas novedosas y originales, razón por la cual tuvo que dedicarse a la gestión y dejar de lado la investigación. Nunca aceptó del todo tener que alejarse del mundo del laboratorio, esa renuncia la carcomía por dentro. Ina era consciente de que tenía un problema sin resolver con Jimmy, pero no estaba dispuesta a aceptar que ese problema se llamara «envidia». A lo largo de su vida profesional había desarrollado una portentosa capacidad estratégica, lo que le había reportado múltiples beneficios y no estaba dispuesta a cambiarla ni por un caso perdido como el del mismísimo Jimmy. Nadie podía negarle que, incluso ese ingenuo y alocado soñador, algún día sería capaz de generarle beneficios, razón poderosa que justificaba gastar tiempo y recursos en esa supuesta amistad, al fin y al cabo, no era tanta la inversión requerida para un negocio que, si salía bien, le proporcionaría unas ganancias elevadas. Se confortaba pensando que gastaba más dinero, tiempo y esfuerzo en sus tres adorables perritos Pomerania, así que ¿por qué no iba a invertir un poco en el desgraciado de Jimmy?

      –No se preocupen, –intervino la Dra. Damon–, esta vez no hablará de las empresas biofarmacéuticas.

      –Ah, ¿no? ¿entonces qué nos espera en esta ocasión? –Erans revoleó los ojos.

      –Miren con qué detenimiento y suavidad ha colocado la taza, me dijo que hoy hablaría sobre la evolución de los Homo sapiens.

      –¡Oh, Dios mío! A ver qué se le ocurre esta vez –replicó el Dr. Bacon, cogiéndose la cabeza con su mano derecha.

      El Dr. Erans y la Dra. Damon, al mismo tiempo, se taparon la boca para que Jimmy no pudiera ver la hiriente sonrisa que les estaba saliendo.

      Xavier, desde la última fila, podía ver a lo lejos a su padre y calculó que al menos los separaban cincuenta metros. Todo parecía estar preparado para lo que esa mañana le dijo con una sonrisa sardónica que iba a pasar. «Le he pedido a las bacantes que me ayuden a organizar la más grande de las bacanales, ya verás». Xavier, que sabía de la pasión de su padre por la mitología grecorromana, entendió el mensaje, podía esperar cualquier cosa de él.

      Justo antes de dar comienzo Jimmy vio cómo entraba por la última puerta del pasillo de la izquierda Alisha, su flamante y, hasta ese momento, única colaboradora que, al ver a Xavier, se sentó a su lado. Hacía tan solo un par de días que Jimmy había pedido a su hijo que fuera al aeropuerto a recibir a la Dra. Patel, que venía del King´s College de Londres, y Xavier estaba encantado por el fichaje que había hecho su padre. Como él, la joven doctora había conseguido entrar en la Universidad de Oxford a la edad de dieciséis años y con solo veintidós, hacía tres meses, había defendido su brillante tesis doctoral. Los dos jóvenes conectaron perfectamente y una gran amistad empezó a fraguarse desde el primer instante en el que se conocieron.

      Al entrar, Alisha vio por primera vez la sala magna del MIT y fue tal su impresión que no dejó de pensar en el miedo escénico que sufriría en el improbable caso de que tuviese que dar una conferencia en ella. Con cierta incredulidad, vio que su jefe no presentaba ningún signo de cobardía, todo lo contrario, a pesar del rictus de solemnidad de su semblante, lo notaba con ganas de guerrear.

      Jimmy dio por acabados los dos minutos de cortesía, tocó con delicadeza la cara del gran Anaximandro y comenzó su conferencia.

      –Buenos días, les agradezco su asistencia y espero que mi exposición les sea de utilidad –empezó, dando a entender que no quería ningún tipo de conflicto.

      –Lo dudo, de verdad, dudo que nos sea de utilidad –murmuró el Dr. Erans.

      La primera diapositiva mostraba una recreación de las caras de cinco especies del género Homo; en el centro, nuestra especie, el sapiens, y a su alrededor el erectus, el neanderthaliensis, el floresiensis y el denisoviensis. Con un ritmo de voz sin apenas fuerza enfática, del todo inapropiado para aquel momento, empezó su exposición.

      –Hace 150.000 años habitaban en nuestro planeta cinco especies del género Homo que eran muy parecidas entre sí y durante más de 80.000 años convivieron pacíficamente compartiendo los recursos naturales. Pero ¿qué pasó hace 70.000 años en Oriente Próximo para que los neandertales que habitaban allí se extinguieran? Y luego, hace tan solo 28.000 años, ¿qué pasó para que desapareciese el último de ellos, cuyos restos fósiles se encontraron en la cueva de Gorham en Gibraltar? La respuesta, queridos colegas, parece ser obvia. La selección natural inició una competición de especies por el nicho ecológico y el sapiens la ganó, y como consecuencia, todas las otras especies del género Homo desaparecieron. Bueno, esa es la explicación eufemística, la del nicho ecológico, pero la verdad, si me permiten decirla con claridad, es que no tuvimos ningún reparo en cargárnoslos.

      El azote del MIT saltó como un dóberman rabioso e interrumpió la exposición de Jimmy.

      –Para ser exactos, Dr. Andersen, no podemos afirmar que nos los cargamos como usted ha postulado con descaro. Usted sabe perfectamente, o mejor dicho, debería saber, que no disponemos de ninguna evidencia que confirme lo que acaba de decir. Es más, todos sabemos que existen varias teorías respecto la extinción de los neandertales y esa que usted menciona, la de la guerra con los sapiens,