Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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coordenadas de desplazamiento. Por ejemplo, un cuerpo humano y un papel.

      “¿En qué coordenadas?” -esa era la ansiedad que acusaba ahora la entregada Sarie.

      -Mira que bonito: las del momento exacto en que director y dirigido perdieron su último contacto físico, que es como decir en su “último” pasado.

      La primera vez era el referente, la coordenada cero. Y a grandes rasgos, era así. A continuación, se sinceró. La verdad era que la suerte había influido mucho en el experimento. Se habían dado dos casualidades magníficamente engarzadas para que aquel día tan especial fructificara.

      -Después de una agotadora jornada más, estábamos demasiado cansados para continuar. Era ya madrugada y nos fuimos a dormir, pero antes yo me puse a revisar por última vez la máquina.

      Sólo pretendía retirar el objeto que contenía el plato de irradiación para al día siguiente probar con otro material. Su amigo Coi ya se encontraba en su habitación. No sabía cómo, pero al final habían quedado depositadas sobre el citado disco, el manojo de llaves del laboratorio. “Soy un despistado calamitoso y crónico” -lamentó.

      Al día siguiente apareció Coi todo alborotado golpeando la puerta de mi dormitorio. “¡Un regalito, un regalito de Dart para los dos! ¡Lo ha mejorado!”.

      Y claro que lo había mejorado. El “regalito” al que hacía referencia su padre se trataba de ni más ni menos que un “implante”. Sí, como los que portaban ellos, pero aquellos primeros, con la forma de unos vulgares cascos de audio. Muy básicos, pero al menos, funcionales, porque los que estaban utilizando habrían sufrido infinitas mejoras. De hecho, según le había comentado Coi, los últimos modelos, estaban preparados para compartir las señales de otros implantes en modo latente, de forma que si hubieran sido configurados convenientemente podrían almacenar en su ingente memoria precuántica las “vivencias” de hasta un par de decenas de señales. Esto era, varias decenas de implantes. O lo que era lo mismo: lo que habían registrado visualmente los ojos del usuario. Y sobre todo: sensaciones, sensaciones visuales, qué era incluso mejor a su criterio, porque no era reflejo crítico de un momento determinado sino exposición nítida del acontecimiento acaecido, con todas aquellas percepciones biológicas vividas y recuperadas.

      -A ver... Sería como percibir emociones sin reflejar en ello mis prejuicios emocionales, aprobación, desconfianza. En fin, es algo sutil pero bien diferente. Su alcance es de varios “kilómetros”.

      -Tenía oído algo de papá acerca de eso, pero esa tecnología todavía no se había implementado oficialmente en los implantes.

      -¿Oficialmente? Sarie, cuando dije que llevabais “la última moda”, me refería a eso concretamente. Desterrad cualquier idea que tengáis sobre el concepto de “implante”. Lo que viaja adherido sobre vuestras cabecitas, es “otra cosa”. Marca Dart.

      El Dart ese estaba era omnipresente, como podían comprobar. “¿Cómo se puede verificar si lo tienen activado?” -interrumpió un curioso Ist-.

      -¿Cómo que “tienen”?

      -Obviamente te estás refiriendo a ellos dos.

      -No, yo me refería a los tres.

      -Qué dices, yo no puedo tener “eso”. Ya me gustaría.

      -Eres un ingenuo.

      -¿Coi?

      -El mismo.

      ¿Cómo lo sabes?

      -No lo sé, lo estoy dando por hecho si los estás acompañando en esta aventura. Es más, yo diría que es cosa segura. Coi no deja cabos sueltos jamás.

      -Pues ya me dirás cómo se las ha podido ingeniar para hacerlo.

      -El mismo prestidigitador de siempre ¿No tenía acaso el mando de tu nave?

      -Era un General Uno, Nave sabe a quién obedecer.

      -Pues ya tienes la respuesta.

      -Una suposición no es una certeza. Habría que demostrarlo, ¿no?

      Eso era la parte más sencilla, no tenía más que intercambiarlo con alguien y ver qué ocurría. Allí estaba Gie para el experimento, el cual no tardó ni un segundo en prestar colaboración. Mejor él que Sarie, por supuesto.

      -Solicitad mentalmente una revisión rápida de todas las memorias desde... qué sé yo... A ver... por ejemplo cinco minutos antes.

      ¿Así de fácil? Anda…, sí, sí que era cierto... Ist se deleitaba ya con el repertorio del amigo Gie ¡Era como estar dentro de sus ojos! Y viceversa. Sí. Sí, sí, sí… Sí, mira qué bien... Mira... lo que estaba fisgando, imaginando, pensando y deseando el Ist, una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez… ¿Un bucle? Funcionaba, per-fec-ta-men-te. Efectivamente, Gie había recibido un exhaustivo, pormenorizado, reiterativo e ilustrativo, barrido-repaso de distintas zonas “corporales-ejem” de su protegida. Del subconsciente de Ist, mejor no pensar ¿Realmente ese desgraciado estaba en lo que tenía que estar? Volvieron a intercambiarse el descubresalidos.

      -¿Lo veis? disfrutáis de un modelo de “alta gama”, jajajá.

      “Papá insistió en ajustárnoslos” –comento Sarie. Ahora lo entiendo.

      Teip se volvió hacia Eti.

      -Querida, repórtame por favor sus estados. Eti puede hacerlo.

      -La información que portan sus implantes es concluyente, han sido sincronizados con efectos retroactivos al primer encuentro entre los tres.

      ¿Se podía hacer eso? Claro que sí. Y ahí estaba nuevamente la mano de Coi sin duda.

      -Poseen una memoria t-cuántica de increíble capacidad de almacenamiento. Infinita sería una buena definición. Sólo es posible reactivar esta propiedad si os los intercambiáis. Si lo pensáis bien se trata de una medida de seguridad lógica. El caso es que directamente de los vuestros no podréis recibir vivencias ajenas.

      Pues entonces era evidente que cada uno de sus implantes estaba registrando lo propio y lo de los otros dos. Genial, podría ser de gran ayuda. Que no lo modificaran. Siguiendo su explicación sobre aquellos rudimentarios, pero funcionales implantes... Ya hacía tiempo que los había desarrollado Dart con ayuda de Yert. Lo que ocurría era que producían un feo sonido que daba mucho la lata en los oídos. Una ilusión, porque en realidad sonaba sólo en sus mentes. Se trataba de una odiosa interferencia mental semejante al chirrido que producía una tiza arrastrada por una de sus caras lisas sobre una pizarra. El día anterior Dart les había dejado encima del sofá de la sala un paquetillo con un papel encima, en el que se indicaba de una forma enigmática que probaran su contenido y que funcionaban de maravilla. Se trataba de los aparatosos cascos de siempre, pero “sin canal musical”. “Sin canal musical…”. De eso sí se acordaba bien: “sin canal musical”. Menudo alivio, el chirrido del demonio, había desaparecido. Pero lo verdaderamente importante venía a continuación: con aquellos cacharros sobre la cabeza, podían comunicarse mentalmente y -qué bien- sin dolor de cabeza añadido.

      -Íbamos encantados, charlando vía implante de nuestras cosas cuando llegamos a la habitación-laboratorio. Fue entonces cuando yo vi las llaves en donde no debían estar. Pero Coi ya había encendido la máquina para entonces. Amigos... nada más tocarlas... se produjo el milagro. De repente, ¡¡nos encontramos ambos desplazados de las posiciones que en ese momento manteníamos!! Yo, allí mismo, en una postura y ángulo diferentes, ¡¡y Coi gritando del susto en su habitación!! Pero lo más importante, casi tanto como conseguir aquel efecto de desplazamiento temporal, era que, ¡éramos conscientes del cambio! Si no hubiésemos portado los “implantes” –como los había bautizado Dart- para ambos simplemente no hubiera ocurrido nada.

      Con ello se demostraba que la materia orgánica poseía sus propias cualidades temporales, y sólo por estar en interacción con el regalito, seguían manteniendo el “momentum” origen. Algo sumamente curioso. Era como si el tiempo discerniera entre vivo y no vivo. Habían tenido mucha suerte, no lo dudaba. Seguramente ya les había