Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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como el machote que eres.

      Partiendo de sus propios tejidos, se había intercambiado su primigenia estructura bioplasmática-inerte, por ingeniosos “implantes” desarrollados a partir de tejido de Sarie. “¿Por qué “llamémoslo así”?”, -indagó Ist con imperiosa curiosidad- mientras los involucrados hacían un aparte entre sí. Boca en “o”, habían sido incapaces aún de digerir lo escuchado.

      Pues, porque era un modo de hablar; se trataba de un proceso preatómico muy complejo. Nada que ver con sustitución a lo científico loco resucitamuertos. Allí entraba en juego una concatenación de procesos que debían ser inmediatamente compatibles biológicamente. El cuerpo ante todo debía identificar proteínas correctamente y la síntesis ribosómica debía ser sencillamente perfecta. Etcétera, etcétera, etcétera. Dart, sí, otra vez él, había intervenido. En realidad, a él se le debía el honor del logro. Había sido algo increíble. Casi milagroso ¿Qué otra cosa podría merecer denominarse como milagroso sino el aprender Medicina casi desde cero como él lo había hecho, antes de empezar a desarrollar aquella estrategia que había concebido en su prodigiosa cabeza? Pues efectivamente, había sido él y sólo él el que la había gestado, como siempre desarrollando lo que otros –en este caso Coi- no podía abordar con éxito. Rodearse de un excelente equipo de magníficos colaboradores no menoscababa un ápice su épico logro. Él era el motor, el director de aquella maravillosa melodía de vida. Él lo controlaba absolutamente todo, como siempre. Llevar la replicación a aquellos extremos era algo extraordinario. Ya se practicaba, pero a nivel mórphico, no así. Aquello era otra historia.

      Ist no podía creer lo que oía.

      -¿En serio que si Gie fuera chica…, sería… ¡¡Sarie!!?

      Teip asintió con una sonrisa. Ist ya tenía la respuesta más inconcebible que podía haber escuchado nunca. Su cabeza le daba vueltas. Los otros dos, permanecían en un estado indescifrable para la mente humana, casi tiesos y sin poder cerrar sus silenciosas bocas. Eti se mantenía prudentemente callada, y a distancia. No deseaba interferir.

      -Dart tardó en dar solución al problema, exactamente lo que le llevó leerse durante tres meses seguidos, a razón de una media de dieciocho horas diarias sin interrupción, todo el compendio de conocimientos expuestos en las asignaturas de esta materia…, en diez idiomas distintos.

      ¿Diez idiomas? “Gracias al implante, claro” –apuntó un cada vez más desvariado Ist-. Pues no, nada más equivocado. El “implante” en aquellos momentos, todavía no estaba disponible para esa habilidad. Le había llevado tres semanas. “¡Tres!” –protestó un absolutamente descompuesto Ist.

      -Calma, hombre. Dart era... Es, una bestia, un monstruo. La verdad, no sabría bien como definirlo y menos dónde encuadrarlo. No, no lo sabría. No creo que haya habido en toda la historia humana un genio un cuarto de la mitad de su altura. Pero…

      Ist ansiaba fisgar en cada una de sus palabras para obtener el extraño tuétano de más increíbles respuestas. Se estaba adaptando.

      -¿Pero qué?

      -¿Ves a Sarie?

      Veía a Sarie, a la conmocionada Sarie.

      -En todos los controles rianos a los que fue sometida en cada una de sus vidas, antes de los doce años, consiguió mejorar de media un quince por ciento el coeficiente mental de Dart.

      Y cambió de tercio rápidamente mientras se giraba bruscamente y seguía impartiendo materia. Ist necesitaba algo para relajarse. “Sarie… Dart…Tres…”. Despertó: ¡¡pero tres semanas!! ¡Era absolutamente inconcebible! Teip lo invitó a reflexionar con un ejemplo muy gráfico ¿Conocía a alguien capaz de memorizarse el Apocalipsis en una-sola-pasada? Dart lo había conseguido. Y de niño. No había necesitado repasar, simplemente, grababa en su memoria directamente lo que leía. Mediante un sistema de índices, le confirmaba al razonable incrédulo. Tras explicarle sucintamente qué era el Apocalipsis se despachó con el concepto dartiano de “índice”. Un índice era para él el número de una página ¡Se había aprendido los sagrados textos, sobre la marcha, por páginas numeradas! Vaya…, sólo quedaba pendiente en la cabeza del pobre Ist, del compendio de explicaciones, un fleco ¿Qué era la “Biblia” en realidad? El chivato informaba vagamente, o muy confusamente. No entendía muy bien. La Biblia... “¡Lo que había querido el Concilio de Nicea en el 325 después de Cristo!” -zanjó. Algo que había aprendido de su religioso hermanito. Por aquel entonces religioso hermanito ¿Religioso? Vaya, dato interesante, pero…, ¿tres…?

      -Venga, no nos desviemos del asunto. Pues tres semanas, y a la perfección, incluso con acento, jodido Dart.

      Lo que sí podía asegurarles era que la existencia de Gie no procedía de un clon de la nada. Él era ella; ella era él. Hermanos en el más amplio y exacto sentido del término. Aunque sus fenotipos exhibían lo que aparentaban, sus genotipos eran cero diferentes. Teip agarró por los hombros a Gie férreamente, y mirándole directamente a los ojos le escribió en sus pupilas, lentamente, la siguiente frase... “¿Puedes entender, que tu padre te quiera literalmente igual que a Sarie?” Teip se echó a un lado y dejó ante sí y entre ambos hermanos otra vez aquel hueco de silencio. Ellos se miraron, pero seguían sin saber que decirse el uno al otro. Pero de repente… Toda la emoción la canalizaron en un abrazo, un inmenso y estrujador abrazo. Sarie rompió a llorar otra vez. No podía más. Él se resistió lo que pudo, pero terminó cediendo alguna lagrimita perdida. Era un hombre, ¿no?, y además, era un iser. Lloraba por dentro. Menuda historia ¿Cómo estar preparado para semejante cosa? Ahora incluso hasta Ist parecía emocionado. Sí que lo estaba. Miraba a Sarie, miraba a Gie y... ¿Cómo podía ser?

      Sarie enjugó sus mejillas con la manga de su traje, y tras haber recuperado a un hermano y doblegando su emotividad a flor de piel, expresó su punto de vista a cerca de la situación actual como punto de partida para esclarecer sus dudas.

      -Bueno Teip ¿cómo están las cosas? O sea, ahora estamos en tu presente, en tu único presente. Así que en realidad, tú nunca has llegado desde el nuestro.

      Efectivamente, el no había venido del futuro. Nunca. Pero Coi sí les había traído a su presente en infinidad de ocasiones, y a edades diferentes. A veces habían permanecido semanas, en otras ocasiones meses. ¡Eran un par de juguetones de miedo! Había tenido la suerte de disfrutarlos mucho. Cuántos recuerdos... Había vivido toda su vida para la Ciencia y por ese motivo nunca se había casado. Sí, debía de reconocer que su timidez había sido fundamental, pero la Ciencia era un gran estímulo. En cualquier caso ellos dos habían sido un hermoso regalo. Siempre el mismo día, en el mismo momento, aunque unas veces como bebés y otras niños, adolescentes... Sí, nunca había pasado de ese límite de edad. La máxima que recordaba era sobre los doce años. Y con cada clonación se les borraba aquellas experiencias, así lo quería su padre. Naturalmente a ellos no se les entregaba implante. Gracias a Dios, o por desgracia, podía ser consciente de los múltiples pasados que había vivido gracias a ese sutil y desconcertante desdoblador de personalidades que se alojaba casi invisible sobre su cuero cabelludo. Era la primera ocasión que los veía en su uso y “tan creciditos”. Ya le costaba a duras penas diferenciar todas las visitas al que se había sometido en tantas ocasiones. Ellos. Coi, Yert, Dart. Era como si compartiesen todas un mismo pasado. Incluso si se lo retiraba, de algún modo su memoria ya las había registrado y todo aquello permanecía como un poso de extraña realidad atemporal. Pero bueno, lo importante era contarles cómo estaba la situación “actual”. “Teip, mira, ¿me puedes decir qué quiere Dart?” -preguntó Ist-. Lo que quería Dart era seguramente, nada bueno, conociéndole. “Es una persona tan, tan, extraña” ¿Y Yert? Yert... Pues... Ya les había dicho que era más listo de lo que les parecía; había sido el número cuatro de la promoción. Por fin Eti encontró un motivo por el cual intervenir. Con mucho gusto.

      -Y tú el tercero, pero el más envidiado, pues...

      -Eti...

      -¡¡Y el más guapo, jajajá!!

      Eso no lo podía confirmar, naturalmente, pero sí que los grupos se formaban de forma vertical en cuartetos, por orden de mérito, así que