Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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proclamó Teip como buen anfitrión. Aquel hombre entrado en años se encontraba vestido con una bata y sujetaba en la mano un... “Una copa”, según les iba informando -entre tanta novedad- el aparatito biónico, que invisible en el interior de sus oídos cumplía óptimamente la feliz misión de descifrar palabras y conceptos.

      -¿Tú eres Ist?

      Eti asintió.

      -Me enteré durante el trayecto.

      -¿Qué tiene mi nombre?

      “Ist…”. Que le sonaba de algo a Eti. Pero no recordaba de qué ¿Por qué les parecía a los tres que Teip la regañaba con la mirada? Mentían u ocultaban algo ambos, claramente. Él y Eti. Ist prefirió dejar las cosas como estaban. Sarie, como siempre, no estaba de acuerdo y a punto estuvo de plantear equis. Una maniobra de la mano del riano sobre su espalda, contemplada por un desconcertado Gie como una especie de agresión a su vista, desbarataba la búsqueda de equis y a la misma buscadora de equis. Más desconcertada que su propio hermano, silenció equis en su boca, y al mismo tiempo la condujo a una especie de extraño increible éxtasis que la inhabilitaba para otra cosa que sentirse… ¿Se le derretía el cerebro?

      “Platos”. Una vez plantados en el interior de aquella nada ostentosa habitación, pudieron comprobar que sin duda lo primero que llamaba la atención allí era la cantidad de esos objetos decorados que colgaban en las paredes, pero también desparramados por todas partes. Todas las formas y todos los tamaños. Aunque predominaba la sencillez y ausencia de lujo, sí podía presumir de limpieza, orden y una encantadora elegancia. Y platos. A Sarie, en concreto, le gustaba la tonalidad anaranjada de las paredes combinada con el suave ocre del mobiliario. “Color castaño, de la tierra, como tu pelo, querida” -precisó Teip al comprobar su interés por la decoración- “¿Un poco de agua?” -agregó jarra en mano-. Todos rehusaron, en un primer momento, pero asintieron con una nueva reiteración de la invitación. “¿Eti?”. A ella se lo pidió con el mismo esmero en el trato. Ella sólo le sonrió como contestación. Un “no” en bonito. Los morphos también se alimentan e hidratan.

      En un rapidísimo y más o menos disimulado repaso visual los tres pudieron comprobar que no reconocían a nadie en las escasas fotos enmarcadas que asomaban entre aquella maraña de porcelana. Teip se dirigió uno a uno, y como mandan los cánones de hospitalidad y buenos modales, uno a uno fue saludando. Dos apretones de manos y un beso ¿Por qué a Gie le había parecido que también le había intentado besar? Tonterías.

      -Por ahora, creo que voy a dejar a un lado las bebidas más “espirituosas”, jajajá. Lo mejor para vosotros, es sin duda, agua; el agua de aquí. La mejor del mundo. Y lo mejor del mundo para cuerpo y mente.

      Qué rica, qué gratificante, qué... Pidieron otra ronda. Y esta vez -fuera vergüenzas- encantados de la vida ¿Qué mierda/ñec les estaban sirviendo en Ría? Se suponía que agua era agua en todas partes. Menudo descubrimiento. Teip se dirigió primero hacia Ist, el más cercano a su persona, pero también el más desconocido. Le preguntó por su nombre ¿Así que Ist? Los nombres rianos eran tan curiosos para su mundo... Bueno, vale, el suyo también tenía tela –rió- pero esa era otra historia. Pues estaba claro les habían embarcado a los tres, en una aventura que les estaría resultando de lo más extraño, y por eso convino ir poco a poco en su contribución para el aterrizaje en nueva realidad. Por ejemplo, ¿por qué no comenzar tuteándose, reciprocamente? ¿Estaban de acuerdo? Qué le iban a responder, el viejo era mister simpatía desde luego, lo cual invitaba a sentirse realmente cómodo en su compañía.

      Al parecer el amigo ya conocía por lo visto de Sarie y Gie muchos detalles que incluso ellos mismos desconocían. Con las referencias que tenían, y de quien venían, intuían que se trataba de una persona de absoluta confianza. De ello se percató pronto el anfitrión. Sonrió y se dirigió ahora hacia el gigantón.

      -Gie, tú no me recuerdas, pero yo te tuve entre mis rodillas. Una vez me mordiste, aquí, en el brazo. Me tuvieron que administrar alcohol y agua oxigenada; una semana tardó en curarme. Y otro día me hiciste pis sobre...

      Como si le estuviesen enjuiciando por algún delito hizo protesta en su defensa ¿Había hecho algo bueno? Pareciera que estuviera anunciando al devorador de las naves en lugar de un iser como “¿la copa de un pino?”. Vaya con el aparato y su vocabulario. Al menos esperaba que no le guardase mucho rencor por sus crueldades infantiles. “Tiene mucho sentido del humor, y encima es médico” -aseveró Eti con gran convencimiento-. Otra sonrisa de regalo.

      -¿Ahora eres médico? Bueno, si me vuelves a morder, cúrame después por lo menos, jajajá. No, querido Gie... eras un encanto, pero tenías tus cosas, como todos los niños. En cambio dabas unos besos-chupón preciosos.

      “Trágame tierra” -pensó quien no se reconocía en los detalles-. Tal vez prefería su faceta menos colorista. Ahora le tocaba el turno a Sarie.

      -¡Sarie, querida Sarie!, ¡cómo has crecido! Bueno tú también Gie, ¡no hay más que verte! ¡Pero... qué hermosa eres, niña!

      Qué raro ¿Cómo era que no recordaba nada de nada de ese infantil pasado? Su hermano protestó por ella: que si él podría fallar en una prueba de memoria –por algún motivo- tenía un pase, pero que Sarie no recordara “algo, de cualquier cosa”, era literalmente imposible. Ella era muy consciente de la gran verdad que había soltado. Si Gie había quedado más sorprendido que un pescador de illuñs en época de vaciado de canales, ella no menos ¿También la había sentado alguna vez sobre sus rodillas?

      -¡Muchas! Menuda cría eras. Con seis añitos y ya recitabas el Manual de Keerar-Sanz de Biofísica Aplicada de memoria, y dominabas las fórmulas de preevolución de plasmas masa-energía. Increíble, ¡a los seis añitos! De la forma más natural. Y algunos colegas míos todavía se perdían en algunas fórmulas. Vamos, que eras la niña mimada de papá. Y un encanto. Qué niña más linda. ¡Pero qué guapa que estás ahora!

      Ella insistía por fuerza ¿Cómo era que no se acordaba de todo eso, si tanta memoria tenía?

      -La misma de siempre, no dejas nada sin analizar; te das cuenta de todo, nada se te pasa. Tu cerebro descubre muchas más cosas en una frase que cualquier persona normal. En fin, habría muchas cosas que contar. Aunque la madrugada es para dormir, si no estáis demasiado cansados me gustaría comentaros algunas cuestiones, muy importantes.

      Ist estaba requete dispuesto. Él ya había dicho que estaba fresco. Sarie, por supuesto. Gie en su línea: procuraría no dormirme. Luego bostezó.

      -Bien, pues... Esto... No sé... Son tantas cosas... Lo primero que tengo que informaros es que no habéis sido vosotros los únicos en presentarse hoy. Veinte minutos antes de vuestra llegada, he recibido la visita de un viejo amigo que me ha puesto más o menos en antecedentes de vuestra venida.

      “¿Y bien...?” –planteó la impaciente Sarie-. Pero su respuesta no vino de la boca de Teip. “Soy yo” -se escuchó a sus espaldas-. La voz fue acompañada por la entrada de alguien en la habitación. La sorpresa era mayúscula ¡¡Yert!! ¡Yert estaba allí! Tan fresco como una rosa de primavera ¿Cómo coño podía estar allí sin el trazador?

      -Sé que os parecerá extraño, pero aquí estoy.

      ¿Qué clase de pacto podía haber establecido Coi a escondidas? -¿o Dart? Con ese canalla que no hacía tanto lo -¿o los?- había amenazado de muerte -pensó enfadado Ist-. Teip saltó a la arena a atemperar ánimos. Tranquilo todo el mundo que lo iba a explicar en un periquete. Por muy extraño que le pareciere, Sarie y Gie no padecían del alboroto que protagonizaba el tercer riano. Sarie daba una posible solución: lo conocía desde hacía un par de meses. De su futuro.

      -Sentaos por favor. Y tú, si haces el favor, retírate otra vez a tu habitación. Te lo agradecería mucho. Sabes que no puedes estar aquí ahora.

      -¿Puedo tomar un poco de ese licor?

      Ist se expresó con total honradez, en un papel más propio de su colega iser: “¿Y una patada en la boca con recorrido le gustaría?”.

      -Tranquilícese amigo, ahora precisamente no tengo