Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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de diversos colores y tamaños. Ahora mismo se iba a tomar unas de esas de refrescantes sabores que le iban a encantar. “Ah, ¿UMR otra vez?” -gruñó-. Bajo su punto de vista consideraba que ya no era necesario. Se la había administrado Teip no hacía ni diez minutos y por supuesto le había cantado todo todito.

      -Creo que me quedó la boca seca de tanto parlotear.

      Eso era verdad, lo confirmaba Teip. Había estado hablando sin parar durante ese corto espacio de tiempo. Bueno, prácticamente sólo hacía un momento. Podían creerle, la droga era infalible. Sí, eso era cierto, lo sabía bien. Ya se encontraba más tranquilo. Gie enfundaba de nuevo el arma parloteante. Por su parte Teip invitaba a retirarse a su habitación a alguien al que no proporcionaba trato de menosprecio precisamente. Yert cumplió obedientemente tras saborear su rápido trago, y constatado que ya se encontraba donde se le pedía, Teip asegurábase de que todos se descansaran de la errónea idea de que tenerlo fuera del alcance era invitación a una fácil huida. Eti estaba dotada de una increíble capacidad de rastreo y detección y mantenía Yert en un constante protocolo de vigilancia. Bueno, vaya por Dios, el ejemplar regresaba otra vez a por un poco más de licor.

      -Llévate la botella, anda, y agarra esta copa vacía. Mañana hablaremos.

      Yert tomó su premio y se largó.

      -No puede oír nada desde allí y sabemos que no se moverá del sitio, pues lo sabría Eti. Bien, el asunto está así: necesitamos de Yert porque tiene cierta información que sólo él y nadie más que él conoce, y es indispensable para nosotros. Eso lo sabía perfectamente Coi. Bueno, veréis, todo arranca desde hace mucho tiempo, cuando mis años de juventud. En el laboratorio no éramos sólo dos amigos, sino cuatro. Aunque os parezca mentira Yert era uno de ellos. No era mal tipo. No es mal tipo.

      “Has citado cuatro” -señaló Ist-. A él no le salían las cuentas ¿Quién era el otro? Efectivamente, cuatro compañeros de trabajo que también habían sido... cuatro amigos. El cuarto era...

      -Dart.

      Sarie no perdonaba, habría puesto la mano en el fuego en eso. Efectivamente, brillante Sarie, apreciaba el veterano tertuliano. Sin embargo, con sincera humildad, doña perfección se deshacía de todo el valor de su deducción. En su opinión, tan sólo había sido una suposición bastante admisible, teniendo en cuenta los especiales vínculos que al parecer tenía con él Yert. Para su hermano era una oportunidad para todo lo contrario. Su Sarie era “la leche” deduciendo cosas. Qué bien, su traductor mental ya le estaba poniendo al día con las expresiones del nuevo mundo. Era muy curioso. Como si escuchara voces y le pareciera normal repetirlas. Todos rieron la gracia más por cómo lo decía que por lo que decía. Todos, menos Sarie, que no estaba en eso de disertar sobre lo curioso que era el “nuevo mundo” en el que se encontraban o las extrañas proposiciones a las que invitaba el microaparatito. A ella lo que le importaba, lo que necesitaba saber, era… cómo puñetas Yert había podido realizar el viaje sin el papelito trazador, pues por la vía “normal” ya habían averiguado que no. Eso sí era realmente “curioso”, por no decir... Mejor no decirlo, era una señorita bien educada. Teip mostraba sus impresiones.

      -Sarie, Yert no ha comentado nada a cerca de ello. Seguramente ha ocurrido algo en el futuro que... La verdad, no creo que darle vueltas ahora tenga mucho sentido.

      ¿Teip estaba convencido o tratando de conoce a Sarie? Sarie no era convencible, salvo por medio lógicos. Pues claro que lo tenía. No, desde luego a ella no la estaba convenciendo, pero a cambio sí notó que la mano de Ist se le colaba sinuosamente, casi serpenteante, ooooooh… ¡por la cadera!, y le apretaba con suave disimulo. Oh... y sí, deliciosamente... la cintura... Y... pues... bien sorprendida... Calló. Qué atrevido sinvergüenza... Ah, ¿que no? La mirada del riano demasiado obvia, ¿no? ¿Tan sólo se trataba de un “por favor, déjalo seguir, mujer”? ¡Ahora que ya estaba en punto ebullición! Por un momento se imaginó que... No, mejor no imaginar nada.

      Qué equivocada. Por lo que se veía, las Matemáticas y la comprensión de la realidad de los fetichismos mentales masculinos, le discurrían a la ingenua por circuitos neuronales bien distintos y distantes. Ist –que naturalmente sabía la verdad nada profunda de su verdadera intención- después de la sutil faena, miró su manita, y se felicitó de su audacia. Dos motivos de acierto. El “a” era por lo de –también- adecuado de la maniobra. Eso del despiste y esas cosas. El “b”, por favor... el “b”... Pero Ist, lamentablemente también estaba obligado a no renunciar al punto “a”: ir hacia delante y que el viejo no se mosqueara y los dejase colgados, pues no en vano recién lo habían conocido y quedaba mucho por averiguar. No había tiempo que perder pues, y apremió a Teip, casi con mansedumbre de encantador gentil. Total ya el objetivo estaba cumplido; el verdadero objetivo. Menudo zorro, había conseguido la excusa perfecta para... tocarla... ¡Tocarla! ¡Tocarla, tocarla, tocarla! ¡¡¡Tocarla!!! Tocarla... Como fuera o como fuese.Tocarla... Formuló un millón de infinitas gracias al mundo que daba tanta felicidad con tan sólo un mal pensamiento y unos dedos repletos de yemas. Igual no estaba muy centrado en otra cosa. Evidentemente aquello si no era una necesidad imperiosa, un impulso incontenible, ¿qué, entonces? Y bueno, pues, eso, que había encontrado la excusa perfecta, y punto. Sarie era hermosa, preciosa... El Cielo en carne y hueso. Había necesariamente que tocarla. Punto. A Ist le temblaban las piernas como a un niño que hubiese cometido una feliz travesura. La verdad era que ambos se habían acompasado las miradas como quien juega al despiste tras una señal entre colegas en una partida de brisca ¿Para qué reproches? Igual daba, que Teip siguiera “con lo suyo”, prescindirían de ese punto por ahora. Y había cosas verdaderamente más importantes en las que pensar, por ejemplo: Yert estaba allí y no lo podían evitar. Seguramente si alguien más tuviera que aparecer ya lo habría hecho. Y si esto y si lo otro. Y si aquello. Qué tontería. Todo era novedad y el mundo se movía. Punto. La había tocado… Le había tocado…

      Ajeno a la realidad “a”, y ante tanta aparente comprensión de los sentimientos encontrados que allí “percibía” –no sabía bien de qué carácter-, Teip inició la descompresión. No había tanto de qué preocuparse por lo del trazador, dudaba mucho que su padre hubiera dejado cabos sueltos. Por lo menos, los que no le interesase. Siempre se había tomado muy a pecho la seguridad en ese punto. Si esa situación se había producido era porque él seguro que lo había querido. Suponía. Pero tranquilidad, tenía gran fe en su inteligente padre.

      Por mucho que dijera, aquello no terminaba de cuadrar en la cabeza de doña reparos, pero tampoco quería perder el hilo que se estaba desmadejando. Sí, mejor que continuase. No, si él continuaba, sin problema, y hasta les rogaba nuevamente que se le dirigieran sin tanto formalismo. “Tú” y no “usted”. A él le salía de forma natural. Lógico, tenía edad más que suficiente para ello. Total, que para él, cinco amigos. Contaba a Eti, sin duda. Para los tres recién llegados, aparentaba más, que seis; uno de ellos ese bien gordito, que en el fondo, no le estaba siendo tan irritable como lo recordaba. En fin, Gie volvió la mirada hacia Eti, que le lanzó la sonrisa más esplendorosa que se pueda ofrecer. Pura cortesía pastelera espolvoreada toda ella con azúcar envenenado, a su ver. O al menos a él le seguía pareciendo. Se veía que contaba para Teip como de la familia; eso, desde luego.

      Teip abrió velas y comenzó a desplegar la historia. Todo comenzaba con una cuadrilla de buenos camaradas que iban juntos a todas partes. Los cuatro participaban en el experimento del control del tiempo, si bien era cierto que cada uno, a su modo, Aquella semana tan especial… Dart y Yert habían estado enfrascados en otros asuntos militares, una especie de ondas para paralizar el sistema de control de cohetes militares, o algo así. De todos modos, aquel experimento había fracasado.

      -Y se reunieron con nosotros dos días después, cuando el nuestro ya era un éxito en toda regla.

      “Yo pensaba que Yert era un zoquete” -comentó jocosamente Gie-. Sarie se adelantó a Teip, para confirmar lo que ella sabía que este le iba de algún modo a responder. Pudiera ser que, visto lo visto, no le hubiese gustado mucho la expresión vertida sobre él. Por si acaso, hizo de cortafuegos del bocazas ilustrándole con eficaz razonamiento, que aquel a quien se refería no podía ser cualquier desgraciado del mundo. Que analizara. Para abrir de boca, era General.