Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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su presente desde aquí, en cada ocasión se encontraban que habían asumido de la forma más natural que habían realizado cosas parecidas en todo caso, pero nunca idénticas. En ocasiones tomaban incluso un giro bastante diferente. Lo sabían por los registros del implante, que le relataba sus vivencias anteriores. Ya sabéis lo mágicos que son esos sofisticados artilugios. Siembran en el cerebro incrustando ideas, emociones y sensaciones. Sí, la alteración configuraba una nueva realidad que se asumía sin más y sin incongruencias, como un reloj. Sin los implantes hubiera sido imposible saber que eso era así. Curiosa propiedad del tiempo, afecta a la materia orgánica pero no altera la inorgánica. Mientras en el primer caso lo deriva, en el segundo, simplemente lo replica, pero manteniendo su consistencia funcional. No sé si me estoy explicando bien. Quizá os esté dando el “tostón”.

      Nada de eso se adivinaba en sus miradas. Pero –cuestionó Sarie-, ¿cómo controlaban las “llegadas”?

      -Vivimos aquí. Ya habéis comprobado que la distancia que hay entre ambos puntos es relativamente corta, pero evidentemente tampoco estamos al lado. El “problema” está resuelto. Usamos marcadores de plasma de baja energía. Muy difíciles de detectar, y muy sencillos de controlar.

      Una vez comprobado la presencia por alteración del flujo t-molecular de la posición de llegada, recibían una señal que les indicaba que tenían visita. Los había encontrado rápidamente, ¿no? Las preguntas de la preguntona, al menos eran educadamente contestadas.

      Sarie se había desmelenado por entonces de su desconfianza con Eti. Eso ayudaba también a vencer la persistente resistencia de los otros dos a dejar atrás el recelo hacia un modelo EER-2 b3, que a fin de cuentas estaba siendo muy colaborador. El ascensor se detuvo, habían llegado. Eti extrajo de alguna parte de su vestimenta un trozo de algo que brillaba y lo introdujo en una estrecha ranura de lo que parecía la entrada al habitáculo. Una vez franqueado el marco de la puerta a Gie se le antojó aquello demasiado extraño y se quedó escrutando el fondo del pasillo sin avanzar.

      -Ah, esto es una llave, ya veo que todo es realmente extraño para vosotros. Es normal, es vuestro primer día. A mí me pasó lo mismo. Yo andaba totalmente desconcertada, hasta que Teip... Teip es un encanto. Fue conocerlo, y... encontrarme a gusto con todo... Es una persona maravillosa. Ahora lo conoceréis. Eso que veis es sólo el corredor que conduce al resto de las habitaciones ¿Eres siempre tan desconfiado “monada”?

      Eti se había percatado de la reticencia de su inquieto visitante para avanzar por aquel lugar tan estrecho. Él era riano, y quería dejárselo bien patente.

      -¿Cuál es tu grado?

      Gie se sorprendió. “¿Qué le importará al bicho qué diantres soy?” -formuló en un pensamiento de tacañería informativa-. Al final, hay que ser educado: Iser, era iser. Ah... el equivalente... Lo más parecido allí a un médico. Pues no le cuadraba con un médico. Era grande y extrafuerte. Y bastante irreflexivo. Bueno, no se lo podía soltar así, pero su mirada...

      -Ya sé, ya sé; me ves como para Infantería, ¿no? Todo el mundo siempre piensa lo mismo. Es por mi constitución física. Lo entiendo.

      “Los iser tienen una muy buena formación militar” –corroboró Ist-. Explicose: se trataba de una especialidad médica muy singular; podríase decir que eran “los médicos de las guerras”. No, no tenían nada que envidiar en absoluto la preparación física de un infante -concluyó-. De hecho no eran más que una variante. Gie hubiera preferido que hubiese comentado sobre la otra vertiente que curaba a heridos, pero era lo que había.

      -Seguro que a pesar de tu juventud ya habrás participado en algún conflicto, ¿verdad? Para vosotros la Academia es algo especial: aprendéis rodándoos. Solía ser así.

      -Mi hermano participó en los combates de t3-55.

      ¡Caramba! Uffffff... Sí que picaba alto el hombre ¡Ni más ni menos que t3-55! Aquel sector había alterado terriblemente el cuadrante 59-tl2. Hasta la pacificación. No dejaba de ser un conflicto doméstico, pero al fin y al cabo suponía involucrar a una buena porción de la galaxia MV-15 y eso sí que habían sido palabras mayores. Con todo, con lo que localmente le había tocado, era mucho, mucho, mucho.

      -Sí, allí aprendí lo bueno y lo malo, lo noble y lo miserable.

      Entonces sí que tenía experiencia de la brava ¿Cómo era que estaba vivo? Bueno, lo soltó con grosera naturalidad, sí, pero es que la cifra de caídos había sido tan espectacular que casi era un razonamiento obligado. Habían recurrido a la humana infantería en aquel conflicto en lugar de morphos. Ist sabía perfectamente el motivo: el control de excedentes humanos. En verdad que las noticias que se habían conocido de aquel sector habían sido terribles. Millones cada día.

      -La verdad es que no lo sé. Simplemente tuve suerte. Pero contemplé la muerte por doquier.

      Siendo hijo de quien era, ¿no había buscado eludirlo? No, todo lo contrario, él mismo había ido de cabeza porque se había apuntado por propia voluntad ¿La familia? No había dado su brazo a torcer y ya estaba. Fantástico con el Gie, pero, ¿qué decir de sí mismo? A él le había tocado nave, nave y nave. O sea: mirar desde lo lejos. La confederación había tardado menos de tres cots en arrasar las naves enemigas, pero los planetas había que liberarlos con la Infantería, porque había rehenes –decían-. Los morphos ejecutaron brillantemente su cometido, pero ciertos concretos planetas fueron elegidos para soltar las tropas de infantes.

      -Papá en un principio intentó evitarlo, pero él decidió que era libre. Quería ayudar. Con diecisiete años. Lloré como una desgraciada. No entiendo como papá lo permitió. En fin, menos mal que puedo verte.

      Y lo contemplaba ahora embelesada, como quien tiene ante sí un dulce y quiere zampárselo. La adoración que siente quien te tiene en el corazón. Gie no llegaba a extremos de torpeza tan colosales como para no saber identificar el significado de aquella mirada y le besó en la frente sin disimulos. “A mi me gustan las personas así” -puntualizó Eti- con un extraño rasgo de súbita… ¿emoción? Quedaba patente que se iba a llevar requetebién con él. Seguro que sí. Y sonrió una vez más. Al fondo, por fin, se escuchó un “Eti, estoy aquí, en la sala”. Era una voz tan quebrada como igualmente cálida. La puerta se abrió de par en par y surgió la anciana figura de Teip.

      -Bienvenidos amigos, no os quedéis ahí, pasad.

      Capitulo 5

      Coi no se temía la andanada fatal. Nada de desintegración fulminante ni cosa por el estilo. Lo suyo era más curiosidad que otra cosa. Ya sabía que las naves Uno estaban armadas con lo más mortífero y creativo de la élite científica riana. Cómo no lo iba a saber si él mismo había participado en multitud de proyectos de desarrollo bélico para asegurar la presencia de su etnia en el pódium más alto de la dominación del Universo. Nadie necesitaba explicarle que el poder destructivo da las Uno multiplicaban indefectiblemente en muchos factores a sus antecesoras. Él por supuesto tenía la suya propia y un buen ramillete más a su cargo. Pero como ocurre siempre, hay alguien -ese era Dart, cómo no- que acaba ideando y encontrando la forma de secuestrar tus doradas posesiones; por ejemplo: haciéndote embarcar en una antigua dos, tontamente, y luego... Luego…, ¿dónde estaban las Uno? Buena jugada, ¿dónde estarían? ¿Qué sería aquello que de repente las hizo desaparecer del control de su implante como por arte de magia? Ay la confianza... amigo... la confianza...

      Dart, sí, culpable; mangante número uno, pero... a la vez, de todos modos... Dart. No, evidentemente no había nada que temer por su integridad física. Por otra cuestión, no estaría tan seguro, pero desde luego por esa sí pondría la mano en el plasma. Curiosidad, claro.

      NAVE. Valoración: escudo insuficiente. Impacto en 2…1...

      Ya estaba, a ver qué se había inventado Dart. Por lo de pronto, que Nave le revocara su autoridad. Coi reparó en que eso sí tenía sentido y torció el cuello con resignación. Ahí lo tenía, con su “qué tal, Coi...“, y un reproche: ¿qué coño le había hecho al pobre Yert, que se lo había cabreado tanto? ¿A dónde se lo iba a enviar? Y estalló en una fenomenal carcajada.