Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

Читать онлайн.
Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



Скачать книгу

gama, lo más cómodo que hay en el mercado.

      Gie se abstraía en sus pensamientos: “Claro, que sí –monstruo-, claro que sí –monstruo-”. Por fuera, sonrisa de circunstancias.

      -Ese que se nos ha cruzado ahora es un “taxi”, se trata de un vehículo que está destinado al servicio de transporte de personas previo pago.

      “Dígame” –la pregunta iba destinada a Ist- “¿Qué se siente cuando uno cruza el umbral del tiempo? ¿Un cosquilleo, se marean, duele?” En realidad –se sinceró- ella venía también del futuro como ellos, pero no recordaba nada de todo lo anterior a su nueva vida porque ese pasado le había sido borrado de la memoria. Tanto daba, esto le gustaba y no se hacía preguntas que no le iban ni le venían. Todo lo que le interesaba…

      -Está aquí. Tampoco… se… vayan... a creer que llevo mucho tiempo con Teip. Un año y tres meses, pero este mundo como os digo, me encanta. Sí, ya sé que me remonto mucho antes de la fecha que provee el trazador que os ha traido hasta aquí. No me pidáis explicaciones que ni Teip os pueda resolver.

      Pues menuda sorpresa. Es era la única forma –le recordaba estupefacta Sarie.

      -Cierto. La verdad, lo único que puedo deciros es que ya no existe. Es lo que él me contó.

      Doble cambio de rasante. Uno: aparcar el extraño asunto como si nada. Dos: mutar del “usted” al “tú”, así, sin más. Hacerlo tan inesperadamente, era una señal que no pasaba fácilmente desapercibida ni siquiera para Gie ¿Había metido tal vez la pata miss simpatía?

      -Y Teip... Teip es un cielo, sólo por él ya vale la pena.

      Esa tampoco. Quizás el Teip ese le inducía a manejar más hogareñamente sus palabras. Qué más daba. A Sarie lo que le intrigaba era que si había transcurrido ese tiempo de su presencia en aquel mundo, sería razonable deducir que no había de tener relación con los recientes sucesos acaecidos en el futuro. Si era cierto. Y fuera así, o no, ¿podían tener alguna certeza de nada en aquellos momentos? Ist todavía buceaba entre la verdad aparente y la embustera de aquella aventura sufrida, y aún no se había decantado por mostrarse más abierto a su cicerone. Aún. Pero lógicamente, ya que no había forma de huir de aquella emboscada, se veía obligado a aceptar que fingir normalidad era lo más prudente. En principio, por si acaso, mejor hablar lo justito. Algo cordial: que se alegraba por ella, y que veía que se llevaba muy bien con el amigo. Al final, despachose con un “nada, la verdad es que no se siente nada” y asunto zanjado. Como lo miró con cierta extrañeza, decidió completar la informativa: todo se oscurecía alrededor de repente y uno pasaba de un lugar a otro. Simplemente; sin más. No, no había notado nada. Bueno, ahora sí aparentaba quedar redonda con la propina.

      -Me imagino que todo esto que os ocurre os resultará muy extraño.

      Menuda tontería, qué va. No. “Todo está transcurriendo francamente tan... tan…, normalmente” -pensó Ist-. Pero algo había que responder a la “encantadora” preguntona. Aún así, lo único que se le ocurría era comentarle que no estaba muy seguro de nada. Escueto, sincero y para qué gastar más saliva.

      -¿Y tú, Sarie?

      Ella igualmente, claro ¿Le había informado de sus nombres Teip? La pregunta no parecía haberla incomodado, pero tampoco iba a reportarle grandes rendimientos, pues obsequiola con un largo “ya he dicho que hay cosas que serán explicadas en su debido momento”. No era mucho, y tampoco correspondía a su propia curiosidad.

      -¿Qué opinas del fenómeno, Gie?

      -No sé.

      -Y tú, ¿cómo te llamas?

      “¿Sabes sus nombres y el mío no? ¿Por qué?”, preguntó Ist con cierta desconfianza... riana. Como sembró, recogió: ya llegaría la oportunidad de saber más cosas y que tuviera –por favor- paciencia. Sarie comenzó a reaccionar de una forma más ambiciosa. Algo le rondaba en la cabeza y sin recato formal alguno, quiso saber, atajando circunloquios.

      -Ya no sé que pensar, usted...

      -Llámame de tú, cariño, te lo ruego. Y eso lo extiendo para vosotros dos, naturalmente. Ya os estoy tuteando, ¿no?

      “Te lo está rogando, “cariño”” -indicó Gie con una casi palpable malicia-. En cambio Eti, realmente indulgente, le dedicó una sorprendente mueca entre tierna y cómplice. Era como si buscase ser la perfecta anfitriona. Linda naturalidad sin aparente esfuerzo para obsequiar, o mejor, para colmar al personal con su... -para qué engañarse- confusa y “particular” cordialidad. Pero Gie no estaba muy seguro de si tan glamuroso interface que mostraba la debía encuadrar en bicho posiblemente encantador del planeta-mierda, o una amenaza, simplemente. Monstruo. Sarie era más conciliadora, tal vez más precavida; seguramente más calculadora.

      -Eti, perdona a mi hermano, tiene la vena histriónica de la familia. Mi madre, según me han dicho, era la alegría personificada, y muy dicharachera. Y bromista. Seguro que sus genes están personificados en él ¿Verdad Gie?

      Claro, claro, eso le gustaba al monstruo. Al parecer fructificaba tanto la relación en tan poco tiempo que la criaturita ya daba por hecho que se iba a llevar de perlas con su “interesante” hermanito –o por lo menos, así lo definía-. Y si ella había heredado la belleza de su madre, entonces ella era también, además seguro una persona muy agradable, sin duda también una mujer hermosísima. Luego le daría un mejor repaso visual, pero seguro que sí. Qué gusto daba ver lo bien que la habían enseñado. El manual del protocolo de los buenos modales y el mejor saber estar, al completo. Por ahora se conformaba con mirarla a través del retrovisor para…

      -Vaya, sí, sí que eres guapa. Guapísima. No sé... Te contemplo... Y... Me haces recordar... Recordar... Qué tontería. Pero, ¿qué me ibas a preguntar antes, cariño?

      “No tenía importancia”. Sarie ahora sí que fingía y con mucha intencionalidad se ocupaba de la parte estética. Probablemene lo último que había escuchado le había dejado bastante pensativa. Por lo tanto, mejor antes crear un clima de complicidad que le granjeara su confianza, y luego ya se vería. Por lo demás, que no se preocupase nada de nada. No, insistía: podía preguntar lo que quisiera. “De verdad que era una tontería, pero…”. En realidad ya estaba abriendo de nuevo la puerta que había dejado entreabierta.

      -Mi hermanita quiere saber, seguro, qué modelo eres. A ella le encanta saber de estas cosas ¿A que acierto Sarie? ¿Verdad que sí Sarie? Ah, y por cierto: a mí también me pica la curiosidad.

      ¿Era eso? Anda… Pues por supuesto que no tenía nada que ocultar. Por su parte ningún inconveniente. Y se rió, con ganas. Era un EER-2... Gie podía ahora respirar aliviado ¡¡¡Otro puto EER-2!!! Una monada, que en cualquier momento iba a enloquecer y querer “protocolarizarlos”. Palideció como un trozo de vasre disecado bajo los dos soles de Iññi. Y encima lo había soltado casi con regocijo ¡Calma! Cómo no iba a percatarse del susto que les había endosado “sin querer…”. Sabía bien el motivo. Calma pues, porque en realidad, era un EER-2…, b3. Un modelo muy distinto el de los EER-2 b3. Sólo guardaba el parecido estético, ¿de acuerdo? ¿Le gustaba ahora algo más al desconfiado riano? ¿Por qué se centraba en él –se preguntaba Gie-, si les gustaba, a todos? En cualquier caso, ahora sí que respiraban con alivio. Pero no faltó el tremendo bufido del aludido. Captado. Con su alegre mirada de colores le correspondía la “a secas”. Y con un estremecedor “lástima la mala fama que tenemos esta versión por aquel caso en que una de nosotras durante una travesía se dedicó a devorar a los tripulantes ¿Cómo se puede hacer algo así a cositas como tú, guapetón?”. De mal en peor. Rayos, rayos cósmicos elevados a la enésima potencia del colmo de los rayos ¿Cómo se salía de allí? ¿Sería el “coche” un sistema de autoservicio alimenticio de los putomorphoides?

      Qué monada: no le soltaba ahora que se trataba de una... ¿Broma?

      -Una broma, caramba, sólo eso ¿Y ese sentido del humor?

      Graciosilla. En fin, visto el nada sospechoso silencio unánime que había provocado, se entregó inmediatamente a la urgencia de