Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

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Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



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llegamos. Qué cerca, ¿verdad? Apenas a unos minutos.

      ¿”Minutos”? ¿Qué medida era esa? Eti percibió en sus caras el desconocimiento de aquella magnitud. Para resolver esas carencias estaba ella. Un minuto equivalía a unos 60 estados, y allí un estado era prácticamente un segundo. “Pues a mi me ha parecido una eternidad de segundos” -concluía Gie-. Otra sonrisa dulcísima de Eti le hizo cerrar la boca. Para Gie -lo juraría sobre la Base de Registros de Nave si hiciese falta- que había mostrado los incisivos de forma especialmente aterradora.

      Eti giró a la derecha el volante y el vehículo descendió por una rampa. Tras avanzar unos metros, finalmente aparcó frente a una pared. Eti los invitó a abandonar el vehículo. Aceptaron encantados. Ist, por fin, se animó a interpelar, hasta con cierta naturalidad, a la “sonrisas”. Con la idea de marcar una nueva equis en su lista de dudas nacientes hacía su consulta ¿Qué material era aquel omnipresente que parecía recubrirlo todo? La respuesta no se hizo esperar: un conglomerado mineral, vulgarmente llamado piedra; ese concretamente estaba mezclado con… Bueno, tenía como nombre “hormigón” y era de gran consistencia. Ist ya podía marcar su equis. “¿Y esto qué es, Eti?” -remarcó Gie con gran curiosidad- Era sobre algo que le llamamaba poderosamente la atención. Un “minuto” más, y ya la trataría de coleguita ¿Qué estaba mirando fijamente Gie? Un clásico. Alguien había dibujado sobre la pared la representación gráfica más universal del amor: un corazón cruzado por una flecha. “Seguramente cosa de adolescentes. Sí cosa de críos” –aclaraba Eti-. Imposible de pasar desapercibido. El maestro de aquella obra le daba gusto a la publicidad de su amor. Además algo había escrito. “Toma, Gie…” -ofreció la “sonrisas”- ¿Deseaba entender lo que decía? Funcionaba de maravilla, le iba a gustar.

      -Os lo tenía preparado para más tarde. Es un traductor mental inmediato, regalo del vuestro tiempo, para vosotros. En un par de... “segundos”, podrás entender los dos idiomas que aquí se hablan.

      Eti entregó al riano un micro audífono, tan diminuto que había que tener mucho cuidado al recogerlo, pues difícilmente lo encontraría en aquel negro y polvoriento suelo si se le cayese. Comentario: que no se preocupara si notaba un leve pinchazo.

      -¡¡Ayyy, coño!! ¡Duele!

      Los tres novatos seguían hablando su jerga extranjera, pero Eti estaba configurada para entenderlos. Lógicamente -y por lo visto, justo a partir de ese mismo instante- la primera necesidad era la de poder comunicarse con todo el mundo.

      -Jajajá, bueno a veces duele, sobre todo si no se coloca de la forma adecuada. Siento no habértelo comentado antes. En realidad el aparatito extiende muy superficialmente unos sensores de inervación que se infiltran bajo la piel y sondean las ondas cerebrales de las zonas de comprensión del pensamiento hablado y escrito, y lo traducen. Toma Ist, uno para ti y otro para tu chica.

      Ist se reveló como un curtido profesional de lo que para él no suponía ninguna novedad. Ya lo conocía. De hecho lo había empleado en más de una ocasión en alguna misión en la que tenía que relacionarse con colonos de las zonas periféricas. En realidad el implante que portaban lo supliría perfectamente, pero por protocolo de seguridad fuera de Nave, y en servicio no militar, sólo era accesible mediante petición. Había cosas que no se entendían, pero era así. Era como si se tratase de evitar la comunicación entre otros pueblos. En cualquier caso, donde ahora se encontraban poca petición podría realizar, pero les vendría bien, sobre todo porque la base de datos que había de tener cargada era difícil que la tuvieran implementada sus implantes. Se aproximó a Sarie.

      -Para que no te duela tienes que ponértelo así.

      Tras colocárselo con tanta profesionalidad como delicadeza, soltó un turbado: ”y Sarie –ejem- no es mi chica”. Pero a Ist naturalmente le hubiera encantado que sí lo fuera; y mordisquearle el lobulito tan chiquirritín en aquella orejita tan chiquirritina…, tan mona... tan... Qué “buena” estaba Sarie ¿”Buena”? Primera aproximación de Ist a su nuevo contexto lingüístico. Curiosa, pero también, por alguna razón, a su juicio, ciertamente afortunada expresión. La ocurrencia parecía venirle claramente dictada, pero, extrañamente no sólo parecía haber sido inventada exclusivamente por la voz extra de su mente, sino que de algún modo también daba la impresión de haber participado su propio criterio. Qué rara sensación. Eti se disculpó.

      -Pensé... Es que me pareció...

      “Pues, ejem... no” -resolvió apuradamente Sarie-. Entretanto, Gie se encontraba enfrascado en descifrar aquellos galimatías que por arte de magia comenzaban a aclararse en su mente.

      -Aquí dice...”eres una zorra, te voy a matar por puta y Gabi es mi chico para siempre”.

      Sarie reprendió a su hermano basculando la cabeza, añadiendo un “no, hombre no, más arriba”.

      -Ahhhh, a ver... “Siempre serás mía, siempre seré tuyo”. Muy romántico. Y las iniciales son “S” é... “I”. Qué cu…ri…o…so, mira que casu... Ejem...

      “Vaya... ejem... está todo lleno de anotaciones, ¿no?” -señaló un atascado Ist rascándose por detrás de la oreja-. “Ejem... sí; todo lleno... ejem.... ¿Nos llevas ante Teip, Eti?” -replicó una Sarie atacada y atascada por las prisas-. Eti asistía al coro de “ejems” más logrado de toda su vida. Podría bailarlo, tenía ritmo. Sólo faltaba el trailará de acompañamiento.

      -Tenemos que usar el “ascensor”, está en un “ático”. Son cuatro “plantas”.

      Se introdujeron en su interior. A los tres se les ocurrió lo mismo: era tan pequeño... Cuatro esquinas y cuatro inquilinos. Eti tenía frente -cómo no- a Gie, que permutó inmediatamente con cierta mal disimulada inelegancia su puesto con Ist. Sarie volvió a reprenderle. Tenía que ser más cordial. Eti estaba siendo muy correcta y amistosa con ellos. No dejaba de ser cierto. Siendo así, lo menos que podía hacer era evitar esas groserías. Por el “monstruo” ningún problema, parecía resbalarle cualquier comentario descolocado. Para ella, que seguro habían de hacerse buenos amigos al final. Simplemente había que darle tiempo al tiempo. “Y un ñec”, pensó. Aún le dolía el pinchazo.

      -Por favor, cariño, pulsa el cuatro.

      “Sí, naturalmente” -respondió Ist bastante más amable-. Qué arcaico le parecía todo aquello. Había que pulsar un botón para arrancar aquella máquina elevadora. Pensó en el teletransportador y se dijo “bueno, igual no está tan mal, no parecen utilizar la putidesintegración cuántica”. Pero Sarie seguía exportando dudas. La cuestión que cocía en su cerebro era que Eti les había estado esperando. Sabían, ella y Teip, que iban a llegar en el momento exacto, obviamente. O por lo menos, ello se deducía a las claras. Puso la directa y se lo preguntó.

      -No.

      Vale: no. Entonces tenían necesariamente algún mecanismo para avisarles. Por supuesto que sí. Sabían dónde, pero no quién ni cuándo. Solución: habían instalado un sensor de presencia que controlaba ese punto concreto. Estaban advertidos por Coi de esta posibilidad, pero no sabían quién o quiénes podían llegar. Ese misterio no se lo había desvelado. Mucha prudencia se intuía en esa forma de operar –reflexionó la riana-. Eti aclaró. El elemento modificador de la realidad de aquel presente, es decir: las presencias que en el afloraban, se encontraba siempre supeditado a los acontecimientos del futuro y por lo tanto...

      -Este es un “pasado” de visitas impredecibles, que por sí mismas introducen cambios en la línea temporal inevitables. Hasta ahora ínfimos, por lo que sabemos, pero cambios a fin de cuentas. Aunque en algunos casos se producen verdaderas mutaciones según me han contado. El futuro se comporta como un presente paradójicamente maleable, también por lo que ocurra aquí. Es decir, el que regresa desde aquí hacia el futuro -y puede hacerlo teóricamente hasta el infinito- introduce nuevos elementos de diferenciación también “allí”. Tantas veces que se visite, tantos nuevos modelos potenciales de modificabilidad en ambas direcciones. Pero también, por alguna razón, con cada regreso, el cerebro, o nuestro destino, queda liberado de la automática repetición de una concreta secuencia de actos. Esto ha sido corroborado por