Escorado Infinito. Horacio Vázquez Fariña

Читать онлайн.
Название Escorado Infinito
Автор произведения Horacio Vázquez Fariña
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9788418337086



Скачать книгу

el confortable tejido de sus protectores trajes de gom entre la piel y aquella suave pero dura superficie granulada, habrían podido notar de inmediato el frescor de la piedra humedecida por el vaho que destilaba el vaporoso ambiente; y sentir, también, la dureza natural del pétreo asiento.

      Los tres se encontraban inmersos en su tarea de entender aquel entorno tan diferente a lo que podían haber concebido, cuando de repente Ist escuchó un, “hola Comandante...”. Aquella voz surgida de su espalda lo removió del asiento y le obligó a girarse bruscamente ¿Qué le llamaba la atención a Ist? Algo que no podía creer.

      -Hola Comandante.

      Sarie y Gie se volvieron también, pero con cierta cautela, casi desenterrando el aire que abarcaba sus miradas. Hay cosas que no se pueden entender ¿Una visión? ¿Estaban locos? ¿Los tres? ¡Sorpresa! Vaya, mira quién ha venido de visita. Ninguno daba crédito ¡Eva! ¿Eva? No, que no era la tal Eva ¿Quién rayos era entonces? Tenía la misma apariencia y hasta el mismo tono de voz que la sanguinaria. Pues entonces si no era Eva, ¿qué hacía una Eva allí?, precisamente allí, y –qué casualidad- en el mismo justo momento en el que habían desembarcado en el pasado. Ist ya no estaba muy seguro que nadie más se hubiera colado en el punto de llegada. No entendía nada ¿Qué intenciones tendría? ¿Vendría de la Nave Uno o de la otra dos? ¿De qué parte del tiempo enloquecido? ¿De dónde vendría, por amor de Dios? Precaución, no saber es lo mismo que estar expuesto a que te ocurra algo poco agradable, pero, a ver, ¿qué oportunidad tendrían con un morphoide de aquellas conocidas características? Se suponía, por casi obligada deducción, que era un morphoide; e igualmente ineludible resultaba las consecuencias que el silogismo de tal condición presentía. Ninguno de los tres haría ningún esfuerzo en desmentir tales sensaciones. Ist en concreto comenzaba a temerse que Eva pareciera dispuesta a perseguirlo hasta la eternidad. Lo mejor era ir tanteándola ¿Le conocía? No, pero sabía leer los galones rianos y estaba claro que él era Comandante. Y no tenían nada que temer de ella, venía de parte de Teip. Ella se llamaba Eti, y era una amiga. Así se anunció. Como una buena nueva. Caray qué maravilla, eso era otra cosa; hora podían deshacer conjeturas y plantear otras. La primera era, obviamente, ¿qué tipo de relación existía entre esa Eva y Teip? Aunque, la verdad, cabían más, y ciertamente no menos importantes, como esta: ¿le podían hacer caso al bicho? O quella, tan interesante, de, ¿y si lo cabreaban? Por lo demás, qué fácil había sido encontrarla; o ser encontrados. Teip era el objetivo, y ya no necesitaban de las indicaciones que les había suministrado Coi ¿Demasiado fácil? Pero a Gie lo que le sorprendía era otra cuestión ¿Teip, eh? ¿Por qué no había venido él? Porque había venido ella. La lógica era aplastante.

      -Lo que no os podíais imaginar es que Teip ha estado en este exacto lugar no hace ni diez minutos. Bueno, eso es otra historia ¿Vamos?

      ¿”Minutos”? ¿Qué era eso? Y “vamos…” ¿A dónde? ¿Y si no querían ir? Gie replicaba con muy pocos miramientos, o tal vez con muchos, muchos miramientos. A ver si aquello les movilizaba el ánimo: a los remisos les arrancaba las vértebras y se las embutía por el culo. Muy convincente. Sí, definitivamente se trataba de un morphoide con recursos. Como un coro de pardillos en despistada alerta, se intercambiaron un sube y baja de miradas. Les había dejado sin argumentos. La combinación de aquella inocente carita sonriente difuminada en siniestro por las sombras intermitentes que proyectaban los focos que iluminaban aquellos desfigurados contornos, difícil de cuadrar con la resoluta fiereza de sus palabras, provocaba en los tres una verdadera sensación de agobio. Sobre todo el que sentía Gie al escuchar que sería el primero, para convencer a los demás. “¡Claro que vamos; venga, andando!” -pensó el agraciado-. No lo dijo, pero sus ojos le delataron la forzada cooperativa intención. Todo era coña, ¿no? Sus estrepitosas risas servían claramente como un seguro de vida. Gie se notó incómodamente ridículo. Estaba claro que al putoide le gustaba gastar bromas. Al menos les invitaba, cordialmente, a acompañarle. Teip les estaba esperando. Alivio. La salerosa sabía pronunciar incluso un amable “por favor”. Qué bien, qué bien. Mejor así. El circuito de marras de este modelito adoptaba variantes insospechables ¿Cómo hacerle un feo a un bichito tan educado? Convencidos.

      -Gracias por el voto de confianza de sus silencios, procuraré no romperles demasiado la cabeza. Ahhh... es una forma de hablar de por aquí, ¡jajajá!

      “Tiene un gran sentido del humor” -proclamó Ist rotundamente- como queriendo clavar una bandera de paz en un nuevo mundo.

      -Suban por favor.

      ¿Qué era eso? ¿Iban a ir en esa... cosa? Anda, pues que se llamaba “coche” a la cosa, y “eso”, además los trasladaría a su nuevo destino. Según su “cordial” apreciación habían tenido suerte, a aquellas horas de la madrugada y por esos lares, sólo el “faro” les hacía compañía ¿Habían visto qué bonito era? No, si al final les iba a recitar alguna poesía. Pero, ¿qué era un “faro”?

      -Miren que luz más hermosa.

      Ah, que sí, que sí, muy bonito, sí señor. Pues en Ría había quince soles, y la noche se provocaba artificialmente. La verdad, no era nada fácil valorar el adornado discurso de Eti en aquellas circunstancias ¿Eti era realmente Eti? Era calcadito a Eva. Pero Eva les tuteba. Recordarlo ayudaba algo. Por ahora buen síntoma.

      Subieron, pero nadie ocupó el asiento delantero. El trasero era amplio y mejor juntos, por si acaso. Eti no pareció darle mayor importancia. El vehículo se puso en movimiento y comenzó su trayecto. Según este iba discurriendo se iba también disipando la neblina. En determinado momento esta se disolvía casi por completo vencida por una galería de infinidad de fuentes luminosas que mostraban un nuevo e inclasificable panorama plagado de curiosas construcciones de todo tipo de formas y colores.

      -De donde veníamos normalmente se respira tranquilidad a cualquier hora, pero hacia donde vamos ya habrá más movimiento. Por aquí mismo suele transitar mucha gente joven que se dirige hacia la “zona de copas”. Vamos, que a disfrutar de la noche.

      Efectivamente, varios dispersos grupos de chicos, en general “aparentemente” gente de sus edades, aunque también algunos más jóvenes como otros más entrados en años, todos desplazándose a pie, parecían disfrutar, unos, del día más feliz de su vida entonando cánticos tribales los más audaces, y otros -en actitud más relajada- se deducía simplemente cordialmente compenetrados en pos de algún más que seguramente grato destino. Ahora se cruzaban con otro “coche”, pero curiosamente era distinto, más grande, y de otro color. En aquel mundo todo era distinto. En Ria todo era igual ¿Por qué motivo no iba a serlo?

      -Es un “autobús”. En realidad debe tratarse de un servicio especial, porque a estas horas -y son las dos de la madrugada- no es un servicio habitual.

      El “autobús” iba repleto de gente, gente dormida y como aquellos con los que se habían cruzado, muy muy parecida a ellos ¿Demasiado parecida? ¿Qué se habían imaginado? En Ría, la verdad, pasarían desapercibidos, excepto, naturalmente, por los atuendos que vestían. En su planeta todo el mundo vestía un conjunto multiplásmico, muy cómodo y sobre todo: multifuncional. Podía trocar de aspecto y color ¿Sería igual allí? -se preguntaba Sarie-. Qué poco tiempo para que papi les explicara tanto y cuánto su engaño de tanto que no sabían. Ni siquiera de aquellas correrías de los viajes en el tiempo. Cuando Gie visitaba la ahora identificada Luna en busca del decodificador, pobre, creía estar haciendo otra cosa ¿Por qué papi les había comentado lo de la máquina sólo cuando obligaba más el comienzo de las hostilidades con el maldito Dart, que la buena atención paterna con sus hijos para saber de algo tan importante? Cuánto misterio.

      Dejaban a mano izquierda el mar oscuro trenzado en refulgentes reflejos lumínicos y se adentraban en una zona más densamente iluminada. En Ría también tenían mares, canalizados -eso si- en anillos, que circundaban el planeta en todo su perímetro; y las luces de detección de intrusión producían un efecto parecido, aunque sus aguas eran pura calma y los diseños coloristas eran totalmente estáticos.

      El blanquecino vapor se iba diluyendo casi por completo entre el silencio roto por momentos por algunos transeúntes bien animados. Comenzaron a avistar de cerca lo que aparentaba ser los habitáculos del descanso