Название | El quinto sol |
---|---|
Автор произведения | Camilla Townsend |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786079909970 |
A medida que los pueblos de la cuenca central competían por el poder y por el acceso a los recursos, las alianzas políticas aumentaban y disminuían. Una mujer que se casaba con el enemigo para proteger una alianza podía descubrir de repente que las alianzas habían cambiado y, por lo tanto, verse degradada a una simple concubina; sin embargo, sus hijos podrían no aceptar el cambio y, en lugar de ello, optar por luchar por el poder. Itzcóatl, hijo de un gobernante mexica y una esclava, aprovechó de manera brillante las fisuras que había en toda la región y, de esa manera, pudo ayudar a que su linaje familiar ascendiera a una posición prominente. Ese mundo no era uno estable, de creencias inmutables, sino un mundo cambiante y que constantemente se alteraba, muy parecido al de la Europa temprana. La religión del pueblo era violenta y hermosa a la vez; para agradecer a los dioses por lo que tenían, en ocasiones hacían un sacrificio supremo: el de la vida humana; no obstante, no dedicaban la mayor parte de su tiempo a la muerte, sino a proteger la vida de su pueblo y trabajar con la vista puesta en el futuro.
A finales del siglo XV, la aldea de los mexicas en una isla de un lago se había convertido en una ciudad de clase mundial, comunicada con tierra firme por tres calzadas. Por todos lados se alzaban grandes pirámides pintadas, rodeadas de impresionantes jardines. La biblioteca del gobernante contenía cientos de libros y la música y el baile que tenían lugar en el palacio dieron renombre a la ciudad; sin embargo, lo que hizo posible toda esa belleza y esa alta cultura fueron las medidas cada vez más draconianas de los gobernantes mexicas, su organización y control burocráticos cada vez más estrictos en varios ámbitos de la vida, la violencia ritualizada que regularmente representaban ante el público y la guerra que no temían librar en los bordes de su reino. La vida en el valle era estable y algunas personas eran realmente grandes artistas; sin embargo, los mexicas, como muchos otros en posiciones comparables en la historia del mundo, optaron por no pensar demasiado en el destino de aquellos en la periferia —devastada por la guerra— del mundo que habían creado.
A ese campo de batalla zarparon los españoles, la primera vez, en 1518 y, con un propósito más serio, en 1519. En ese punto, la cronología del libro se restringe: en los capítulos 1 al 3 se abarcan varias décadas y, en los capítulos 6 al 8, se hace lo mismo, pero los dos capítulos centrales, el 4 y el 5, están dedicados a la llegada de los europeos y abarcan los años de 1518 a 1522 con gran detalle. Quizá, de alguna manera, eso da demasiado poder a los fanfarrones conquistadores, pero fue un momento realmente crítico para los mexicas y merece una consideración cuidadosa. Aunque la historia de la llegada de Hernán Cortés ha sido contada muchas veces, aquí se hace de manera diferente, dado que se ofrece la historia de una pérdida militar, antes bien que espiritual, de los indios. Los mexicas no creían que el dios Quetzalcóatl caminara entre ellos ni se sintieron impresionados por la visión de María o de uno de los santos. Moctezuma Xocoyotzin, el gran rey, simplemente se descubrió con un poder militar menor que el de los recién llegados, y lo reconoció. Parte de la historia estaba en manos de las personas a las que los mexicas habían convertido en enemigos, entre ellas, una joven a la que los españoles llamaron Malinche, cuyo pueblo había estado sometido a una fuerte presión por Moctezuma antes de la llegada de los españoles, y ella actuó como intérprete para los recién llegados.
La guerra contra los españoles fue un periodo horrible en el que toda clase de personas —Malinche, por ejemplo, así como la hija cautiva de Moctezuma— simplemente hicieron todo lo posible para mantenerse con vida. Además de la destrucción propia de la guerra, el número de muertos por la viruela que trajeron los españoles llevó a algunos nativos a creer que todos morirían…, pero no fue así: aquellos que habían llegado a conocer mejor a los recién llegados comenzaron a aconsejar a los pueblos de la cuenca central —los mexicas y aquellos segmentos de la población que hasta entonces se habían mantenido leales a ellos— que optaran por la paz y salvaran la vida. Como gobernantes supremos, los españoles representaban una ventaja: eran más poderosos que los mexicas, lo que significaba no sólo que podían derrotarlos, sino también que podían insistir en que cesara toda guerra entre los pueblos de las regiones que ahora dominaban. Muchos optaron por esa posibilidad y, en consecuencia, dieron la victoria a los recién llegados.
En las primeras décadas después del triunfo de los españoles, la gente descubrió que enfrentaba cambios abrumadores en muchos aspectos, pero que la vida era la de siempre en otros, aunque variaba considerablemente de un lugar a otro. En la gran ciudad de los mexicas, tanto la hija de Moctezuma como Malinche, por ejemplo, hicieron todo lo posible para evitar la desesperación y salvar los escollos de la vida junto a los arrogantes y poderosos recién llegados; sin embargo, en un pequeño pueblo del occidente, que hasta entonces había permanecido prácticamente intacto, un joven que había aprendido el alfabeto latino de los frailes le enseñó a su padre todo lo que se podía hacer con él y, trabajando juntos, escribieron lo que vendría a ser el primer libro escrito en náhuatl permanentemente legible.
Ahora bien, en esa época de cambio abundaban las contradicciones. En América, en el lapso de aproximadamente una generación de los europeos que se establecieron por primera vez en ella, los indígenas casi siempre montaron una resistencia sostenida, lo cual fue tan cierto entre los reductos mexicas como en cualquier otra parte. En el caso de México, la década de 1560 estuvo llena de crisis recurrentes: en la cuenca central, se dijo a los mexicas por primera vez que tendrían que pagar un impuesto o tributo tan grande como cualquier otro pueblo conquistado, y las protestas tanto de hombres como de mujeres provocaron que muchos fueran encarcelados y vendidos como esclavos con la obligación de trabajar. Los registros que llevaron de sus discusiones con los españoles hablan elocuentemente tanto de la cólera como del dolor y su vida conmovió a los españoles enajenados que también estaban considerando rebelarse. El hijo de Malinche y Hernán Cortés fue brutalmente torturado en lo que era un procedimiento perfectamente legal en los tribunales medievales: la simulación de ahogamiento, similar al “submarino” de la actualidad. A finales de esa década, los indios habían hecho ver a los españoles cuáles eran los límites de su sufrimiento, pero los españoles también les habían dejado en claro cuáles eran los límites de su libertad.
Hacia 1600, las últimas personas que recordaban los días anteriores a los europeos habían muerto o estaban agonizantes y entonces hubo numerosos esfuerzos entre sus nietos por poner por escrito lo que sabían de ese mundo del pasado. Uno de esos historiadores fue don Domingo Chimalpahin, el indio de Chalco que trabajaba para la iglesia de San Antón, en la puerta sur de la ciudad; otro fue don Hernán de Alvarado Tezozómoc, nieto de Moctezuma Xocoyotzin. Parte de lo que escribieron constituye un relato fascinante y horripilante de la época colonial que vivieron; sin embargo, sus manuscritos hacen algo más que registrar sus propios tiempos tumultuosos: dejan entrever la manera en que al menos algunas personas nativas pensaban sobre lo que les había ocurrido y cómo imaginaban su futuro. Serían los últimos durante muchos años que escribieran analíticamente en su calidad de intelectuales indígenas. A partir de entonces, la pobreza y la opresión predominaron en gran medida en sus comunidades hasta el siglo XX, cuando la reserva de ira recordada surgió en la forma de revolución y rebelión, y finalmente se abrieron nuevas perspectivas sobre las tradiciones antiguas.
La historia de los mexicas es un panorama grandioso y dramático, pero también está llena de personas reales que experimentaron la historia en su calidad de individuos. Es cierto que, en ocasiones, puede ser difícil analizar a esas personas desde nuestro punto de vista, por lo que, para facilitar la observación de su mundo, ahora tan extraño para nosotros, cada capítulo empieza con la unión de varias fuentes para crear una viñeta sobre una sola persona que vivió en esa época. Se trata de un acto imaginativo y, quizá, peligroso en una obra de historia; sin embargo, conjurar el mundo de cualquiera que haya muerto hace mucho tiempo, incluso reyes y presidentes a quienes supuestamente conocemos bien, también es un acto imaginativo, pero que se lleva a cabo regularmente. Si tenemos mucho cuidado a la hora de aprender todo lo que podamos antes de intentar salvar las distancias más grandes y adentrarnos en territorios aún más extraños, creo que haremos lo correcto. Mediante la recreación cuidadosa del mundo de Chimalpahin y el de la generación de su abuela, podemos escuchar con mayor claridad qué tienen que decirnos, no únicamente su sustancia, sino también su tono. Chimalpahin