Название | La última Hija de la Luna |
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Автор произведения | Gabriela Terrera |
Жанр | Языкознание |
Серия | |
Издательство | Языкознание |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789878713694 |
Wayhkkan se levantó, cruzó su dedo índice sobre sus labios cerrados y colocó su otro índice en los labios de Lonkkah, después tomó las manos de su abuela e hizo que lo mirara, el niño realizaba gestos y señas, sus hermanos comenzaron a interpretarlo en voz alta.
—Fuimos a buscar a los otros dos, los collados nos están llamando –comenzó “a traducir” Neyhtena–, algo sucedió esta mañana, fue como una bocanada que nos empujó –dijo la niña– lo sentimos los tres al mismo tiempo y… la bocanada también los alcanzó a ellos…
—Somos los cinconiños ojos de cristal, ojos de cenizas –continuó Chayhton, aunque sus ojos eran como el musgo añejado de los árboles, estas palabras ya no perturbaban Yllawie, las había escuchado tantas veces que terminó acostumbrándose a ellas–. Por eso quisieron eliminarnos –expresó el niño.
Wayhkkan no había soltado la quijada de Kanki, luego se señaló en el centro de su pecho y rozó con su índice su cicatriz.
—«Comenzaron conmigo» –murmuró la niña interpretando a su hermano.
—Sus gritos y alaridos, antes de enmudecer para siempre, nos salvó a los demás –dijo por sí mismo Chayhton–. No teman por lo que nos pueda pasar, ese día, un niño atrevido como nosotros que había salido a cazar con su abuelo, nos encontró porque así debía ser. –Sonrió mirando a Lonkkah, Wayhkkan cruzó sus brazos sobre su pecho y señaló al muchacho.
—Y se convirtió en nuestro hermano porque su abuelo nos amparó y ahora es nuestro pa-Xunnel –concluyó la pequeña.
—Solo estaban ustedes tres, no cinco, Ney, ningún otro rastro… ni de su madre ni de... Ya les he contado esa historia –suspiró Lonkkah ofuscado–, fue el pu’rumá, pa-Xunnel siguió los rastros de la bestia, rastros que se perdieron entre las malezas y las rocas de aquella cueva. Nadie comenzó con vos, Kkan… Y soy yo el que los protege –dijo mirando con ternura a la niña–. Ven aquí –murmuró, la levantó con sus brazos para sentarla sobre su cuello, las piernas quedaron colgadas sobre su pecho–, deja de decir que ese navegante es tu caballero, ¿caballero? Estúpida palabra de navegante… soy tu hermano, tu caballero si quieres, tu protector, no vuelvas a partirme así el corazón.
—Ese día… las voces te llevaron a encontrarnos –dijo la niña que había arqueado su espalda para susurrárselo al oído, un sudor frío corrió por el cuerpo del muchacho–. Esas mismas voces vinieron por nosotros hoy, estábamos en las colinas… y las escuchamos.
—¡Lo único real aquí y ahora es…! –interrumpió enérgicamente Kanki luego de secarse las lágrimas–. Es que el “poderoso señor del fuego” va a limpiar lo que ha quedado de este desayuno, con “sagrada actitud” te ayudará Kkan –continuó irónica, y, dirigiéndose hacia la niña, le sugirió–: fíjate si encuentras “algún hechizo” que los haga terminar rápido porque antes de que la sombra del bebedero llegue a la cocina, tu abuela y tus hermanos debemos emprender la marcha. ¡Vamos, vamos…! Hay que alimentar a los animales, de prisa, se aproxima el intercambio, los bolsos no se arman solos.
—Ma-Kanki, es… es demasiado, yo los ayudo –dijo Yllawie compadeciéndose de sus pequeños hermanos, Wayhkkan la tomó del brazo y negó con su cabeza, juntó sus cinco dedos, besó las puntas y abrió su mano sonriendo.
—Es nuestra tarea –suspiró Chayhton– no te preocupes, es tu día de celebración, recogeremos todas las flores y las llevaremos a tu habitación.
—Gracias, Chay –respondió Yllawie antes de besar su tierna mejilla. Después se inclinó, tomó las manos de Wayhkkan y también besó sus mejillas–: Gracias, Kkan, son bellísimas, quiero que las coloques en mi almohada. –Sus manos apartaron una de las flores y, mirando a los niños, rogó–: Obséquienle ésta a Satynka cuando le lleves el desayuno.
Luego se incorporó para besar a la niña que continuaba sobre los hombros de Lonkkah.
—Vamos, un beso para Ney también –dijo él desafiándola con picardía.
Lonkkah se acercó a Yllawie y tuvo que flexionar una de sus rodillas para quedar frente a su rostro, la amaba y amaba hacer estos juegos para ella, aunque siempre recibía una actitud apática de su parte, continuaba haciéndolo a pesar de que esa indiferencia era una daga sin filo que laceraba su pecho desvalido.
Yllawie también adoraba estos juegos, casi podía sentir cómo se detenía su corazón cada vez que él la miraba, pero ella jamás había exteriorizado el estremecimiento que él provocaba en todo su ser, entendía que no debía sucumbir ante estos “impuros sentimientos”, palabras que su familia navegante había marcado con fuego en su espíritu. Kanki sonreía pues conocía lo que habitaba en esos dos corazones. Yllawie, impasible, tomó a Neyhtena quitándola de los hombros de Lonkkah y con sumo cuidado la mantuvo en sus brazos:
—No lo vuelvan a hacer, por favor, hermaney –le suplicó.
—No puedo prometer lo que no voy a cumplir, hermawie, ustedes son nuestro refugio, pero allá nos necesitan como nosotros a ellos.
Los niños irrumpieron en la cocina con los trastes sucios, Neyhtena acercó el banquillo hacia la pileta para pararse sobre él y poder alcanzar el fregadero, los navegantes habían hecho silencio al verlos ingresar. Chayhton, ignorándolos, se dirigió directo hacia la bomba de agua que se encontraba en el patio, regresó con el balde y comenzó a lavar los recipientes junto a su hermana. Wayhkkan y Neyhtena cruzaron miradas, ella le hizo un gesto y él abordó su tarea de resguardar los alimentos frescos antes de llevarlos al almacén de las provisiones.
—¿Cómo está tu mano, Tonia? –preguntó la niña casi sin interés, intentó tocar los dedos de Eleutonia, pero la joven navegante se los apartó.
—Ella está bien, Ney –respondió Enufemia ante la apática expresión de Eleutonia–. Apenas enrojeció, la sábila ya la refrescó, eres muy gentil en preguntar.
—Primas queridas, vamos a cambiarnos, hay que alimentar a los animales y llevar el ganado al pastoreo antes de partir –intervino Regildo intentando encontrar una excusa para retirarse.
—¿Tú también vas, Yllawie? –preguntó burlona Eleutonia–. Acabas de regresar el bimestre pasado, ¿crees que ya te extrañan?
—¡Basta, Tonia! –la reprendió su hermana–. Lawy, no le hagas caso, mamá y papá siempre aguardan por ti, lo sabes.
—Femy tiene razón, Lawy –agregó Regildo, le recogió el mechón ondulado que había quedado suelto en su rostro y deslizó sus manos acariciándole la mejilla, ella le sonrió, luego él miró a su abuela–. Abusilia, ¿vamos?
—Voy en un instante, amado nieto, quiero servirme un poco de agua, vayan ustedes, Kanki y yo asearemos el resto de la casa –respondió Beasilia e intentó brindarles la mejor de sus sonrisas, aunque sus manos temblorosas no se podían aquietar, ella se mantenía cabizbaja para tratar de ocultar la hinchazón en su ojo izquierdo.
—Toma, Abusilia –dijo Neyhtena acercándole agua fresca. Eleutonia recogió el vaso y arrojó el líquido por la ventana, luego sonrió y se retiró hacia las habitaciones.
—Esto deberías colocar en tu ojo también –dijo Chayhton interponiéndose entre ambas para calmar la situación, había colocado en las manos de Beasilia el resto de sábila del tazón, ella no pudo evitar llorar.
—Está bien, tranquila… un poco de agua interior ayuda a acarrear el sabor amargo que ahoga –la consoló Neyhtena–, pero un día debes dejarla salir… toda el agua de mar que llevas dentro, debes dejarla salir y vas a ver, Abusilia, será una ola fantasma que arrasará con todo lo que te oprime.