Un nuevo reino imaginado. Luis Fernando Restrepo

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Название Un nuevo reino imaginado
Автор произведения Luis Fernando Restrepo
Жанр Языкознание
Серия
Издательство Языкознание
Год выпуска 0
isbn 9789587815191



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exaltado por criollos como Rodríguez Freyle, Domínguez Camargo y Fernández de Piedrahita.

      La crítica de las Elegías ha tendido a enfocarse en los problemas genéricos del texto, en particular si es épica o historia, indagando, respectivamente, en lo literario –en un sentido restringido– o lo historicista del proyecto de Castellanos. En las Elegías, ambos proyectos están estrechamente imbricados y solo un análisis desde la perspectiva del discurso mismo logra superar esta aparente dicotomía.32 La historia como texto y la textualización de la historia son procesos patentes en Castellanos, quien opta conscientemente por diversos géneros literarios y extraliterarios (la épica, pero también la elegía, la peregrinación, la novela pastoril, los romances, las historias de cautiverio, entre otros) para entramar la historia del Nuevo Reino de Granada como un acto fundacional. Pero, ¿qué proyecto fundacional hay de hecho en las Elegías? Esta es sin duda una pregunta que merece examinarse ya que, al comparar las diferentes lecturas, pareciera que nos dijeran más sobre las propias preocupaciones de la crítica que sobre el propio texto de Castellanos. Pero, si tomamos en cuenta que no se escribe en el aire, esta proyección es, si no insalvable, al menos comprensible: la crítica se hace y se ha hecho en contextos históricos específicos. El problema radica quizás en obviar o suprimir esos contextos y pretender escribir en un vacío histórico. Regresando al caso de Castellanos, unos pocos ejemplos son ilustrativos. Las Elegías son fundamentales para las Genealogías del Nuevo Reino de Granada (1674) de Juan Flórez de Ocariz, un proyecto que buscaba reafirmar la estratificación de la sociedad neogranadina. En el siglo XIX, José María Vergara y Vergara buscó en las Elegías una epopeya nacional.33 Y, a mediados del siglo XX, cuando comienzan a cambiar las políticas culturales estatales hacia la inclusión de las diferentes tradiciones culturales del país, Francisco Elías vio en Castellanos una propuesta criollista, es decir, de asimilación.34 En el proyecto de una Colombia pluricultural propuesto por la Constitución de 1991 encontramos estudios como Las auroras de sangre, de William Ospina, que ven en las Elegías de Castellanos el surgimiento un lenguaje inédito que crea la nueva realidad americana, aunque sin ahondar en la violencia misma de esas infaustas auroras, un topos de la épica clásica para describir el campo antes de la batalla.35

      Ahora bien, lo que veo en estas lecturas de Castellanos es una continuidad de una idea, la de una comunidad que comienza con el Nuevo Reino de Granada y se prolonga bajo otros nombres y que conforma, en última instancia, una cultura de colonización. Con esta frase quiero enfatizar su carácter activo en un proceso colonial, algo que tiende a suprimir o a presentar en forma algo pasiva la frase “legado colonial”.36 Es aquí donde creo válida una reflexión sobre nuestra actividad crítica y la docencia en espacios privilegiados. Álvaro Félix Bolaños y Gustavo Verdesio precisaron con agudeza el problema central: ¿hasta qué punto seguimos leyendo como conquistadores?37 Es preciso una reflexión ética para posicionarnos ante esa cultura de colonización, aunque sé que tal posicionamiento no deja de ser problemático si consideramos la “ficción” de un “yo” unido, autónomo, esencial, racional, etc. También es problemático el uso de categorías espaciales en este contexto: ¿cómo puedo posicionarme “ante” si estoy “dentro” del discurso? Esta es quizás una de las encrucijadas en las cuales se encuentra la crítica poscolonial actual y ha sido tema de debate en los estudios latinoamericanistas en las últimas décadas.38 ¿Cómo puedo, desde la academia norteamericana, escribir sobre Colombia y Latinoamérica sin perpetuar los esquemas de saber y poder que han sido determinantes en la geopolítica colonial actual?

      Una aproximación más práctica que idealista es buscar interferir en ese proceso. Por ejemplo, minando la universalidad y ahistoricidad del saber positivista. En nuestro caso, se trata de historizar y localizar las divisiones geopolíticas concernientes. No hay nada natural en estas divisiones, sino que son fruto de procesos históricos y culturales. En este sentido, examinar la comunidad imaginada que proyecta Castellanos es un paso importante en la elaboración de una arqueología de la idea del Nuevo Reino de Granada. Es preciso localizar esas construcciones geopolíticas, ya que estas no son proyectadas desde “el aire”, sino desde loci de enunciación concretos, como bien ha señalado Walter Mignolo.39 Por esto es importante tener en cuenta desde dónde Castellanos (re)produce la idea del Nuevo Reino de Granada como un espacio compacto e integrado, pero también tener en cuenta la actividad crítica. Es decir, desde dónde escribo yo. Ciertamente, escribir sobre el Nuevo Reino, Colombia o Latinoamérica desde los EE. UU. es un acto de enunciación imbricado en las construcciones imaginarias que alimentan la economía del espacio (neo)colonial. Pero examinarlas como ideas históricamente producidas puede ser un acto de renunciación a esas construcciones geopolíticas: una (auto)dislocación perpetrada no para quedar en el aire, sino para crear espacios estratégicos para posicionarse ante los poderes coloniales y sus construcciones imaginarias. Un posicionamiento que permita configurar nuevas construcciones imaginarias que confrontan la geografía del poder colonial, como lo han propuesto ambos grupos de los estudios subalternos, en la India y en las Américas. El potencial de estas reconfiguraciones de una geopolítica es descentrar la historia imperial de Occidente y abrir a renegociación la relación entre las partes y el todo, para plantear el problema más allá de la dicotomía centro/periferia, algo que, si bien Parta Chatterjee plantea a nivel nacional, bien puede verse a nivel continental o incluso global.40

      Bien podría decirse que las Elegías conforman una enciclopedia de formas literarias y extraliterarias existentes a finales del siglo XVI (elegía, épica, la peregrinación, sonetos, romanceros, probanzas de hidalguía, rituales fundacionales, requerimientos, etc.). Esta heterogeneidad de las Elegías y su compleja relación con su contexto histórico será abordada en los siguientes capítulos. No hay un camino de ingreso o un punto de salida en este trabajo. Más bien, diferentes aproximaciones que confluyen en el texto del Beneficiado y nos remontan a la Tunja colonial.

      El capítulo I, “Imbricaciones de un proyecto histórico fundacional: la historia y las formas literarias en las Elegías”, examina la crítica de esta obra y expone cómo están interrelacionadas las formas literarias y el discurso histórico, basándose fundamentalmente en las visión posestructural del discurso de la historia (Barthes, White, LaCapra, De Certeau), para concluir que las diferentes “contaminaciones” literarias (épica, elegía, romancero, novela picaresca) son parte de los códigos culturales que utiliza Castellanos para dotar de sentido la historia de la colonización americana.

      El capítulo II, “Identidades confrontadas: las Elegías y los encomenderos neogranadinos”, examina cómo las Elegías constituyen un locus donde los encomenderos y los primeros conquistadores definen y negocian su propia identidad en la compleja y cambiante red de relaciones de poder en el imperio español. Este capítulo se enfoca en una institución que fue el pilar de la empresa colonizadora en la época de Castellanos y con gran relevancia en las Elegías, la encomienda. Argumentaremos que las Elegías no solo legitiman la encomienda, sino que contribuyen a la consolidación de una identidad colectiva de los encomenderos, la cual es decisiva para la continuación de la encomienda en sí. En otras palabras, argumentaremos que hay una relación dialéctica entre las formas culturales y las instituciones sociales. Es decir, las Elegías son una historia sobre la encomienda, pero simultáneamente la encomienda está redefiniéndose históricamente en textos como las Elegías.

      El capítulo III, “Somatografias: el cuerpo, la voz y la narración”, examina cómo la imagen caballeresca de los encomenderos no se completa sin la demarcación de la alteridad indígena. En este capítulo, examinamos los códigos de los que se vale Castellanos para presentar la otredad. Entre estos códigos está la tradición épica occidental, en virtud de la cual se inscribe el poderío español sobre los cuerpos destrozados de los indígenas. El discurso épico, por lo tanto, provee el marco conceptual para presentar sin ambigüedad la diferencia entre españoles e indígenas. Tal demarcación es necesaria para el ejercicio del poder colonial. La opción del molde épico se examina aquí como