La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana. Guillermo Hurtado Pérez

Читать онлайн.
Название La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana
Автор произведения Guillermo Hurtado Pérez
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786073038027



Скачать книгу

del positivismo de Comte. La Universidad también debía acoger a la filosofía no positivista. El proyecto de la Universidad, la corona del proyecto educativo del régimen porfirista, no estaría completo sin el cultivo de todas aquellas filosofías que se interrogaban sobre el sentido del universo, sobre el destino humano, sobre el sitio del hombre en el cosmos, preguntas que habían sido ignoradas en las escuelas oficiales. La Universidad ya no tomaría como un dogma teórico, ni siquiera como una guía metodológica, al positivismo. Con este discurso, Sierra declaraba oficialmente acabado el predominio positivista en el estrato superior de la educación pública. No en balde los viejos positivistas vieron con recelo la creación de la universidad.

      Sin embargo, todo esto contrasta con la defensa que Sierra había hecho días antes de la tesis positivista de que la razón humana conoce un conjunto fijo de leyes de la naturaleza. Para entender la aparente discrepancia entre ambos discursos hay que tomar en cuenta los distintos públicos a los que iban dirigidos. El primero, estaba compuesto por maestros de primaria, muchos de ellos maestros rurales. El segundo, por intelectuales, científicos y estudiantes de nivel superior. Puede decirse que en 1910 Sierra tenía algo así como una doble estrategia educativa, y, por lo mismo, una doble estrategia de mexicanización. En el campo de la educación básica y, en especial, de la educación rural, Sierra pensaba que los fundamentos del proyecto ilustrado de Barreda aún estaban en pie: había que rescatar al indio y al mestizo esclavizados por el fanatismo y el animismo, traerlos al territorio de la razón, de la ciencia positiva, del materialismo mecanicista. Pero por lo que tocaba a la educación superior ya no era posible sostener de manera ortodoxa el programa de Barreda, era tiempo ya de dar lugar a la filosofía y, por lo mismo, a la reflexión acerca de los límites de la razón, de la ciencia positiva, y del materialismo. Y todo esto era compatible con el pensamiento spenceriano. Es más, podría decirse que Sierra pensaba que a los diversos grados de evolución de los distintos sectores de la sociedad mexicana había que darles distinta educación y que a cada uno de ellos correspondía un proyecto de mexicanización diferente.

      No puede haber, entonces, una filosofía o una ideología oficial en la universidad; ni el positivismo, ni ninguna otra en el futuro. Ésta es la lección que luego Antonio Caso reformularía en su polémica con Vicente Lombardo Toledano. Y podría decirse que cuando la Universidad alcanza su autonomía en 1929, lo que se logró no fue sino la materialización del ideal de libertad que expresó Sierra en el discurso inaugural. Es desde esta perspectiva que hemos de entender el agradecimiento final a Porfirio Díaz en el discurso de inauguración. Cuando Sierra se dirige a Díaz, no sólo le habla al hombre, sino que también le habla a la personificación del Estado mexicano. Lo que agradece Sierra es que, al autorizar la creación de una universidad definida desde su origen como un entorno de libertad, el Estado se desprende voluntariamente de un espacio público que queda fuera de su control, a pesar de que es el propio Estado quien lo sostiene. Lo dice así Sierra:

      Sin embargo, fueron pocos los que en aquel momento entendieron la importancia de la creación de la Universidad no sólo para la vida intelectual, sino para la vida política mexicana. Tendrían que pasar décadas para que los propios universitarios y, luego, el resto de los mexicanos lo comprendieran. Pocas semanas antes del estallido de la Revolución, la comparación que hace Sierra entre la Universidad Pontificia y la Universidad Nacional suena casi como una comparación entre el decrépito régimen porfirista y el que aspiraban construir los revolucionarios. Dice Sierra:

      ¿Cómo entender la aseveración de que la universidad tenía un ideal de democracia y libertad? ¿Mera retórica? ¿Acaso una declaración con intención política?

      El Ateneo de la Juventud organizó una serie de conferencias para celebrar el Centenario de la Independencia durante los meses de agosto y septiembre de 1910. Llama la atención que en ninguna de las conferencias se haya tocado el tema de la independencia de México. No hubo, por parte de los ateneístas, ninguna oratoria oficialista en la que se elogiara a los próceres o se recordara