La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana. Guillermo Hurtado Pérez

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Название La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana
Автор произведения Guillermo Hurtado Pérez
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9786073038027



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Sierra, “el completador mental de la Reforma”, “el Juárez de las inteligencias emancipadas”.99 La epistemología política de Barreda consistía en suponer que más allá de las creencias encontradas, en lucha permanente, está la ciencia, que es una e indiscutible. Este es el terreno sólido sobre el cual debía levantarse el edificio de la República. Y es por eso que la educación gratuita y de orientación positiva era una obligación suprema del Estado. Esta epistemología política —o pedagogía política— estaba basada en una doctrina acerca de la estructura nomológica del universo y de su relación armónica con la razón humana.

      Sin embargo, Sierra afirma —enfrente del propio don Porfirio— que el ideal de Barreda es ilusorio. La paz no puede basarse en la ciencia porque ella está hecha de teorías en perpetua evolución: unas son formuladas, otras son abandonadas y ninguna es inmune a la refutación. Por otra parte, la bandera de la ciencia, dice Sierra, no es una enseña de paz. Incluso la ciencia se convierte en una pasión que califica de herejía a sus oponentes. Por eso, dice Sierra, debemos dudar; “dudemos” repite en varias ocasiones. Sin embargo, Sierra no piensa que el proyecto de pedagogía social de Barreda esté superado del todo. Por el contrario, considera que algunos de sus elementos más importantes siguen siendo vigentes. En especial dos. Uno es el laicismo. El otro, ligado al anterior, es la idea de que la escuela debe asumir como único credo la religión de la patria. En esto Sierra no da un paso atrás. La escuela es la fábrica de los ciudadanos del futuro, de las conciencias libres que impulsarán la evolución de la nación.

      Por otra parte, era importante que los científicos entendieran en ese momento que los peligros a los que se enfrentaba el país no podían ser conjurados por el solo hecho de poner en práctica el proyecto científico de desarrollo nacional, sino que era indispensable realizar un trabajo político que diera solución al descontento que ya desde entonces se sentía. Mi lectura del “Panegírico” es que Sierra hace en él una llamada de atención a aquellos que pensaban que era posible tener un porfirismo sin don Porfirio, sin hacer cambios de fondo en la política gubernamental; es decir, que lo único indispensable para preservar la pax porfiriana era solucionar el problema de la sucesión. Esta advertencia de Sierra, sin embargo, cayó en oídos sordos. La apuesta del grupo de los científicos para 1910 fue apoyar la candidatura a la vicepresidencia de Ramón Corral, para que a la renuncia o a la muerte de Díaz, aquél garantizara desde la presidencia que los científicos pudieran organizarse en la forma de un partido político que compitiera en las elecciones de 1916.

      Como veremos, los miembros del Ateneo de la Juventud llegaron casi al mismo tiempo, a algunas conclusiones semejantes a las de Sierra. Pero ellos ya no defienden el relativismo epistémico de Spencer, ya no piensan que haya un abismo entre el sujeto y sus objetos. Los ateneístas dejan el positivismo por influencia de autores como Charles Renouvier, Émile Boutroux y Bergson, que reivindicaban el libre albedrío y la voluntad creadora. Y esto marca una gran diferencia entre el discreto anticomtismo de Sierra y el más enfático antipositivismo de los ateneístas.