Название | La Revolución creadora: Antonio Caso y José Vasconcelos en la Revolución mexicana |
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Автор произведения | Guillermo Hurtado Pérez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9786073038027 |
En sus precoces Memorias, escritas en 1909, Pedro Henríquez Ureña cuenta cómo, a pesar de todas sus lecturas filosóficas y literarias, él aún era un positivista a principios de 1907. Lo que empezó a hacerlo cambiar fueron las reseñas que Andrés González Blanco y Ricardo Gómez Robelo hicieron de su libro Ensayos críticos, en las cuales lo juzgaron por ser demasiado optimista y positivista.114 Henríquez Ureña siguió discutiendo acerca de estos temas con Gómez Robelo y con Rubén Valenti, hasta que una noche, a mediados de 1907, Antonio Caso y él por fin fueron convencidos por Valenti de que el positivismo era irrescatable. Los autores en los que Valenti basó su alegato fueron Boutroux, Bergson y James y, por lo que cuenta Henríquez Ureña de que al día siguiente Caso y él corrieron a las librerías para buscar obras de estos autores, se puede colegir que no los habían leído.115 De lo anterior podemos concluir que si bien Caso efectuó la crítica más resonante al positivismo entre 1908 y 1910, Gómez Robelo y Valenti comenzaron, años atrás, la difusión entre los jóvenes de las nuevas ideas contrarias a esta doctrina.116
Un antecedente que en ese momento no pasó del todo desapercibido fue la ambiciosa tesis de licenciatura en jurisprudencia de José Vasconcelos. La tesis, Teoría dinámica del derecho, fue publicada por Tipografía Económica en 1907 y tenía sólo 22 páginas. En esta obra, se puede adivinar algunas de las ideas que luego desarrollaría el autor en sus obras posteriores.117
En octubre de 1909 se funda el Ateneo de la Juventud. Ya para entonces las lecturas del grupo se habían ampliado y su rechazo al positivismo se había fortalecido. Además de su interés por la cultura helénica —en especial por la obra de Platón, cuyos diálogos leían en voz alta—, los ateneístas estudiaban a Kant, Lessing, Schopenhauer, Nietzsche, Boutroux, Bergson, James, Croce, Windelband, Ruskin y Wilde, por mencionar sólo a los principales.118
Una lectura compartida por los ateneístas, y por toda una generación de intelectuales latinoamericanos, fue el Ariel de José Enrique Rodó. Como ha señalado Yamandú Acosta, la importancia de la obra de Rodó consiste en reunir en torno suyo una colectividad de lectores entusiastas definidos de manera lingüística, geográfica y generacional; una comunidad que adopta un programa de acción, que se constituye por vez primera como el sujeto de la reflexión latinoamericana.119 Rodó pide a los jóvenes del continente que vivan de acuerdo con los ideales más altos del espíritu, que cultiven la razón, el sentimiento desinteresado, la virtud moral, que no se dejen vencer por la irracionalidad, el cálculo egoísta, el sucio vicio. El uruguayo les advertiría de los peligros de la cultura utilitarista y materialista que venía de los Estados Unidos, defendida entre nosotros por quienes padecían la debilidad de la nordomanía. La obra de Rodó puede verse como una respuesta a la expansión estadounidense. Las diferencias que marca Rodó entre América Latina y los Estados Unidos de América permite que los intelectuales latinoamericanos se vean a sí mismos como sujetos diferenciados, ya no sólo de Europa, tarea que se había realizado en el siglo XIX, sino de los Estados Unidos, país tan admirado por liberales y modernizadores. Tal fue el impacto de la obra de Rodó en México, que incluso se efectuaron tirajes de la obra que estuvieron a cargo de gobiernos y dependencias públicas.
En el verano de 1909, Caso dictó en la Escuela Nacional Preparatoria una serie de siete conferencias en las que expuso un panorama histórico del positivismo y una crítica a dicha doctrina. Como dato interesante hay que señalar que a la inauguración asistió Porfirio Parra, a la sazón, director de la Preparatoria. Las conferencias de Caso no se conservan de forma escrita, aunque existe una reseña de ellas, salida de la pluma de Pedro Henríquez Ureña, que fue publicada en dos partes, en los números de julio y agosto de la Revista Moderna. En la primera parte, Henríquez Ureña sostiene que las tres primeras conferencias de Caso no respondieron a lo esperado, ni en el aspecto histórico ni en el crítico. El dominicano afirma que si bien en Europa el positivismo de Comte era un cadáver y el evolucionismo de Spencer estaba agonizando, en México estas filosofías, junto con la de John Stuart Mill —por la cual manifiesta respeto— seguían siendo las imperantes en la enseñanza desde la reforma de Barreda y, por ello, era importante que se las criticara debidamente. La reseña de Henríquez Ureña es interesante no tanto por ser el producto de un pensamiento filosófico original, sino porque nos da una idea de las lecturas filosóficas en las que se basaba su rechazo del positivismo.120 En la segunda entrega de la reseña, Henríquez Ureña le concede mayor mérito a Caso y, sobre todo, dedica más tiempo a contar lo dicho por Caso en las cuatro últimas conferencias que trataron sobre Mill, Spencer y Taine.
En una carta posterior de Henríquez Ureña a Reyes, éste recuerda las conferencias de Caso y afirma que el filósofo tuvo “miedo a atacar de frente la tradición de la Escuela (creo que así sería bien presentar la cosa) y no habló suficientemente de ideas nuevas ni censuró bastante el comtismo”.121 Según García Morales, el paréntesis encierra la insinuación de que Caso no sólo le temía a la tradición de la Escuela, sino al poder de los científicos y que por eso no atacó a fondo al positivismo. Esta lectura me parece completamente desencaminada. Al carecer del texto de las conferencias, no nos queda más que hacer hipótesis basadas en lo que posteriormente dijo el propio Caso sobre dicho evento, en los testimonios de terceros y en el guión de las conferencias publicado en el Boletín de la Escuela Nacional Preparatoria. Con base en lo anterior, yo pienso que las conferencias de Caso deben entenderse como un evento vinculado con el homenaje a Barreda del año anterior. El propósito de Caso en sus conferencias fue ofrecer una visión histórica del positivismo —es decir, como algo que pertenecía al pasado— con el fin de poder juzgar qué tanto de dicha doctrina era rescatable y qué tanto debía ser superado. Ésta era la posición de Sierra y de Parra. Por lo tanto, resulta absurdo suponer que Caso calló sus críticas para no ofender al régimen. La asistencia de Parra a la inauguración puede verse incluso como un acto de apoyo público a Caso, lo que nos da una idea de que ni siquiera Parra estaba dispuesto a defender al positivismo como una ortodoxia.122 Es probable que haya sido el propio Parra quien pidiera Caso que impartiera las conferencias con el fin de que los preparatorianos conocieran las ideas centrales del positivismo y luego pudieran adoptar o rechazar tales ideas con fundamento. De cualquier manera, el propio Henríquez Ureña reconoce que, en la última conferencia, Caso defendió abiertamente el cultivo de la metafísica, repudiada durante décadas en la Preparatoria.123 Esto basta para que las conferencias de Caso ocupen un lugar central en la crítica al positivismo. En su “Panegírico” de 1908, Sierra ya había puesto en duda la doctrina positivista, pero en sus conferencias de 1909, Caso fue más allá y defendió a la metafísica. Esta posición fue refrendada en una serie de artículos publicados a finales de ese mismo año en la Revista Moderna, en los cuales Caso dejó muy en claro su defensa del pensamiento religioso y metafísico frente a la crítica positivista.124
Como hemos visto, las lecturas de los ateneístas eran muy variadas. Sin embargo, la influencia principal era la nueva filosofía francesa y, en especial, la de Henri Bergson.125 El espiritualismo aparece en Francia desde mediados del siglo XIX como una reacción frente a la concepción cientificista o materialista del universo y del ser humano. Entre los antecedentes de esta corriente intelectual se menciona a Maine de Biran, Jules Lequier y Charles Renouvier. Pero es Boutroux quien plantea las principales objeciones a la idea comtiana de que las leyes de la naturaleza, incluyendo las sociológicas, son invariables.126 Sin embargo, en 1910 el principal exponente del espiritualismo francés —y una de las grandes figuras de la filosofía de su tiempo— era Bergson. Para esa fecha él ya había publicado tres libros en los que ofrecía una crítica profunda a las filosofías de Comte y de Spencer: Essai sur les