Название | El peronismo y la consagración de la nueva Argentina |
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Автор произведения | Carlos Piñeiro Iñíguez |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789507547096 |
El sello que aparece en varios documentos del GOU expresa elementos de la ideología común del grupo. Coronado por un dibujo, bastante elemental, representando la cabeza de un cóndor y parte de sus alas, un escudo oval incluye en su centro el retrato esquemático del general San Martín. Si bien el máximo prócer argentino es una imagen ineludible para los militares, es inevitable ver una reminiscencia de la anterior logia militar, la justista de 1921-1926. La imagen de San Martín está rodeada por un aro oval, con el lema “Patria y Honor” en la parte superior, y las siglas “G.O.U.” en la inferior. El lema, si bien común a los valores inculcados a los oficiales desde su ingreso al Colegio Militar, trae resonancias de la logia militar boliviana, “Razón de Patria” (Radepa). Esta organización secreta, creada a fines de 1933 y comienzos de 1934 en los campos de prisioneros de la Guerra del Chaco por tenientes y subtenientes, fue de las primeras que entre fines de los años treinta y comienzos de los cuarenta se formaron en distintos países latinoamericanos y otras que solo parecen haber existido en los informes de los organismos de inteligencia británica y estadounidense relacionados con actividades atribuidas al Tercer Reich. Así se mencionan, entre otras, las llamadas “Logia de los Cóndores” con contactos en Argentina y Chile, la “Logia Frente de Guerra en el Paraguay, la “Logia Mariscal Sucre” en Bolivia, una “Alianza Libertadora Indo-Americana” con sede en Perú y hasta una supuesta “Unión de Militares de América”, con lazos entre militares “nazistas” de casi toda América del Sur, con la llamativa excepción de Brasil. La existencia de Radepa y sus planteos, aunque difíciles de rastrear por el grado de secretismo de la logia, en cambio, están confirmados y guardan algunos paralelismos con el GOU. La organización de los oficiales bolivianos afirmaba como sus objetivos la unidad de la oficialidad, la oposición a toda amenaza de “anarquía” y el cumplimiento de ciertos objetivos nacionales, como la explotación estatal de los hidrocarburos bolivianos y la participación de los militares en el desarrollo económico, en una concepción que llamaban “Ejército Productor, Constructor, Colonizador y Autosostenido” (EPCCA). Las relaciones de militares argentinos con miembros de Radepa posiblemente se remonten a antes de la creación del GOU. Uno de los fundadores de la logia boliviana, Elías Belmonte, estuvo en Buenos Aires en 1938, antes de ser enviado como agregado militar de su país en Alemania, en momentos en que aún se encontraba allí el teniente coronel Enrique González, más conocido por “Gonzalito”. En todo caso, están claras una serie de afinidades, que son anteriores a las revoluciones “hermanas” de 1943, la de junio en la Argentina y la de diciembre en Bolivia, y el apoyo dado al gobierno de Gualberto Villarroel surgido de esta última. Incluso años más tarde Perón dio asilo, con el tratamiento de Jefe de Estado, al expresidente de Bolivia, el general David Toro quien, junto con el general Germán Busch, fueron los ideólogos de lo que se llamó el “socialismo militar” que llevaron a cabo en ambas presidencias. La experiencia política bolivariana tuvo una muy fuerte influencia en la oficialidad argentina y en Perón en particular. Radepa se organizaba por “escalones”, incluso con esa misma denominación del sistema celular, y, como haría luego el GOU, insistía en proclamar la falta de ambiciones personales de sus miembros. También entendía que Ejército y Nación eran inseparables, y que ambos estaban en una profunda crisis que se resolvería revirtiendo, en primer término, la crisis de la institución armada40.
1.2.c) La tardía incorporación de Perón al GOU y sus posibles motivaciones
Si bien Potash considera “bastante evidente que la idea de la logia partió de Perón”, otros testimonios, incluidos varios del propio interesado, dan a entender que la iniciativa ya estaba en curso cuando decidió incorporarse a ella. Aunque no es posible determinar la fecha de ese ingreso, está claro que fue antes de marzo de 1943. Mercante sostenía que hacia la Navidad de 1942 le leyó un texto que Perón había “escrito, de su puño y letra, sobre la necesidad de unir a los oficiales del Ejército”, y se trataba del “documento inicial del GOU”. Por su parte, Julio A. Lagos sostenía que “el señor Perón formó” el organismo. Señalaba que en las conversaciones para incorporarlo a él y otros oficiales, Perón sostenía que la guerra estaba perdida para el Eje, y que como Rusia era una parte importante en el bando que resultaría victorioso, se produciría un avance “arrollador” del comunismo en la posguerra, que era necesario contener; aunque de inmediato Lagos agregaba que el GOU “fue una trampa urdida en beneficio personal de él mismo”, versión que también transmitía Orona41.
Perón, en cambio, daría versiones que, si bien no se excluyen formalmente entre sí, resultan imprecisas. Una de ellas, recogida por su biógrafo Pavón Pereyra, da a entender que al decidirse su envío a Italia se encontraba entre “los disconformes con la situación política”, aunque “no era el cabecilla ni mucho menos” de esos “molestos”. En esa versión, ya antes de su viaje a Europa compartía la preocupación de muchos otros oficiales por “el grado de influencia británica en el manejo de la cosa pública”, con críticas al presidente Ortiz. “Todos los oficiales más reflexivos, que nos considerábamos con ideas avanzadas, producíamos temor en los medios financieros”, y ese habría sido el motivo para que se lo enviara fuera del país. En ese contexto, señalaba una mayor afinidad ideológica con el coronel Enrique Rottger que con los hombres más ligados al liberalismo. Rottger prologó su estudio sobre Las operaciones en 1870, publicado en la “Biblioteca del Oficial” del Círculo Militar en 1939. También es conocida la larga relación y el afecto personal de Perón por el general Francisco Fasola Castaño, figura vinculada con los nacionalistas admiradores de Mussolini. Fasola Castaño o, en su defecto, Basilio Pertiné eran vistos como posibles acompañantes del almirante León Lorenzo Scasso, ministro de Marina entre 1938 y 1940, en una fórmula presidencial nacionalista, a la que los hombres del GOU no asignaban más posibilidades que las de restarle votos a la Concordancia42.
Pero probablemente fuese mayor sobre Perón la influencia ideológica ejercida por el coronel Juan Lucio Cernadas, profesor de la Escuela Superior de Guerra. Cernadas, como lo haría Perón en el terreno político, aspiraba a desarrollar una doctrina estratégica militar (“doctrina de guerra”) que, para preparar una conducción “genuinamente nacional”, debía “derivarse indefectiblemente del estudio del propio ambiente”. En su trabajo más vinculado con lo político, Estrategia nacional y política de Estado, prologado por el escritor Gustavo Martínez Zuviría, en 1938 el coronel Cernadas desarrollaba, a partir de su convicción acerca de la inevitabilidad de las guerras y de la concepción de la “Nación en armas”, un pensamiento militarista, en el que la “política de Estado asume un carácter absolutamente integral”. Si bien Cernadas distinguía dos roles de conducción, el del político estadista y el del estratega militar, dejaba subyacente la idea de que ambas figuras pudiesen confluir en una sola persona, al expresar su deseo de “que en ambos conductores [...] se hallen en armoniosa conjunción la razón del ideólogo y la voluntad del jefe” para ejercer sus funciones, “sobre la base de la obtención previa de la unión espiritual del pueblo en una fe común y superior, condensada en una doctrina en la cual –como en un catecismo– beba los principios fundamentales de ética de la nacionalidad”43.
A pesar de esta influencia y de las relaciones con jefes como Fasola Castaño o Rottger, la carrera militar de Perón hasta entonces no estuvo ligada a hombres de los sectores nacionalistas del Ejército, sino, como ya se indicó, a los del justismo y, sobre todo, a José María Sarobe y Manuel A. Rodríguez, de quienes Perón fue ayudante. Conviene recordar que no se trataba de liberales en sentido estricto. El general Rodríguez era católico practicante, y el pensamiento de Sarobe, de alcances latinoamericanos, tenía matices nacionalistas en cuanto al desarrollo económico y social. Eso no quita, y reiteradamente el propio Perón se encargó de señalarlo, que en Italia fue impactado por la movilización de masas y su “encuadramiento” bajo el régimen fascista, y también por la figura de Mussolini, a quien aseguraba haber visto en una entrevista en Milán. Teniendo en cuenta