Название | Psicoterapia Integrativa EIS |
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Автор произведения | Roberto Opazo |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789569946646 |
Por otra parte, las investigaciones vienen constatando que el cerebro sigue desarrollándose, al menos hasta los 40 años. En un estudio realizado en el contexto del University College, de Londres (Blakemore, 2010), se comprobó que el cerebro sigue desarrollándose entre los 20 y los 40 años, lo cual se expresaba en cambios en algunas regiones cerebrales. Una de las regiones que evidenciaban cambios es la corteza prefrontal, asociada al bienestar emocional y al control de la conducta.
Tal vez lo prudente hoy en día, es reconocer que los daños tempranos son más recuperables o reparables. Sin embargo, las recuperaciones neurales más tardías parecen ser más posibles que lo que se creía. Incluso la génesis más tardía de nuevas neuronas pareciera ser más posible que lo que se creía.
Adicionalmente, la anteriormente citada investigación de McGrath et al. (McGrath, Kelley, Holtzheimer , Dunlop, Craighead, Franco y Mayberg, 2013) comienza a abrir la posibilidad de que los psicofármacos contribuyan a generar nuevas neuronas en el encéfalo. Por ahora, las evidencias surgen de estudios en ratas; más adelante, es posible que esto se vaya replicando en humanos. Esto es de la mayor importancia. No solo abre nuevas posibilidades en el marco de la neuroplasticidad. Abre también opciones para que los medicamentos vayan aportando mucho más. Incluso en un futuro no tan lejano el "pills don’t build skills" – que ha enfatizado Resnick (2009) – podría verse seriamente desafiado.
En respuesta al daño cerebral, a menudo los niños muestran más plasticidad que los adultos. Por ejemplo, cuando hay daño grave en el hemisferio izquierdo, los niños menores de dos años de edad por lo general pueden cambiar el procesamiento del lenguaje al lado derecho del cerebro. Si el daño ocurre entre los dos y los cinco años, las áreas de procesamiento permanecen en el cerebro izquierdo, pero cambian a nuevas ubicaciones dentro de ese hemisferio (Kolb, 1989). En general, la plasticidad cerebral parece basarse en nuevas comunicaciones sinápticas y en un incremento en la ramificación de las dendritas."Después de los 10 años de edad, esta plasticidad se vuelve rara". (Coon, 1999, p. 71).
En este contexto, una pregunta relevante pasa a cursar así: ¿la plasticidad del sistema nervioso facilita en el niño una recuperación de experiencias frustrantes tempranas; o, el impacto de las experiencias emocionales tempranas es mucho más desorganizadora, dada la sensibilidad especial del niño en sus primeras etapas?
En el ámbito del lenguaje, por ejemplo, la plasticidad se refiere al grado en el cual daños en el hemisferio izquierdo pueden ser compensados por el hemisferio derecho. En niños menores de cinco años, la plasticidad posibilita una fuerte compensación desde el hemisferio derecho (Zillmer y Spiers, 2001). Se ha logrado establecer también, que entre los cinco y los siete años de edad se ubica un "período crítico", más allá del cual los daños del hemisferio izquierdo se tornan irrecuperables (Hall et al., 2008; las cursivas son nuestras).
De este modo, la plasticidad del sistema nervioso abre la opción al cambio en psicoterapia; y muchos terapeutas asumen esto, para bajar el perfil del rol de la biología en las restricciones del cambio en psicoterapia. Sin embargo, la opción de cambio que abre la plasticidad, es diferente de facilidad de cambio. En los hechos, el grado de restricción al cambio, impuesto por la biología, no parece ser menor. Y parece incrementar a mayor edad de la persona.
Hace algún tiempo, Jerome Kagan – coautor del conocido texto Desarrollo de la Personalidad del Niño escribía:
"Me retracto de mi ingenuidad cuando les expresaba a cientos de inocentes alumnos de pregrado – en 1954 – que el rechazo de la madre podría producir un niño autista. En los primeros 20 años de mi carrera, escribí ensayos críticos acerca del rol de la biología y celebrando el rol del ambiente. Ahora estoy trabajando en el campo opuesto; porque fui arrastrado hacia allá por mis propios datos" (Kagan, citado por William Wright, 1999, p. 93).
La evolución conceptual de Kagan resulta loable; evoluciona libremente en función de los datos. Es así como poco a poco se fue alejando de las posturas psicoanalíticas y terminó por oponerse a ellas; y poco a poco le fue asignando al rol de los padres una significación menor en el desarrollo del niño.
Jerome Kagan es un investigador relevante a la vez que muy respetado. Nos informa que los datos lo fueron "empujando" a valorar crecientemente el rol del temperamento. Es así que llegó a asumir que el temperamento – en particular el temperamento inhibido – está presente desde los primeros meses y se conserva hasta la edad adulta. Sin embargo, el mismo Kagan, que enfatiza las disposiciones biológicas que se expresan en el temperamento, sostiene a su vez que las influencias ambientales no solo son relevantes en los primeros años de vida; lo serían también a través de la vida entera (Kagan, 2010).
En un sentido genérico, los límites biológicos para el cambio en psicoterapia han tendido a ser desperfilados por los psicoterapeutas. Hoy en día, está más que claro que el cambio de rasgos de personalidad se topa con la fuerte resistencia estructural proveniente de las predisposiciones genéticas (Mosing et al., 2009). Otro tanto ocurre con las predisposiciones a las depresiones, a las fobias, etc. Más aún, viene quedando cada vez más en claro que incluso los cambios en autoestima se topan con fuertes resistencias estructurales provenientes de las predisposiciones genéticas (Kendler et al., 1998; Opazo, 2001; Saphire-Bernstein et al., 2011). En suma, gran parte de los problemas que enfrenta el cambio en psicoterapia se relacionan con las fuertes resistencias estructurales provenientes del paradigma biológico.
El problema en estos territorios es que, así como se puede desperfilar a la biología, se puede también caer en el extremo opuesto; y algunos se pueden anclar en un biologicismo extremo.
Es así como, también en los dominios del paradigma biológico, la tendencia al reduccionismo se ha logrado instalar. Las últimas décadas han visto fuertes reduccionismos al interior de la así llamada "psiquiatría biológica". Según Jiménez (2007), diversos psiquiatras biológicos han postulado que el único enfoque válido para entender los trastornos psiquiátricos y el funcionamiento psicológico, es el nivel de los procesos neurobiológicos; es decir,, el nivel de la neurotransmisión.
La tendencia al reduccionismo biologicista se podría conectar también con otras afirmaciones fuertemente monocausales. Se ha señalado, por ejemplo, que "el punto fijo de felicidad – el punto estable en torno al cual varía el estado de ánimo de una persona a lo largo de períodos como una década – está determinado genéticamente casi en un 98%" (Carr, 2007, p. 42). Algunas evidencias apuntan en esa dirección.
"Entre los gemelos idénticos criados separados, los niveles de felicidad son igualmente similares en comparación con los gemelos criados juntos. De este modo, si la felicidad de los gemelos idénticos es más parecida que la felicidad de los gemelos no idénticos, no es porque sus experiencias hayan sido más parecidas. Es porque sus genes son más parecidos" (Layard, 2005, p. 57). A su vez la correlación de felicidad entre gemelos no idénticos criados separados, ofrece índices similares a los de los gemelos no idénticos criados juntos (Lykken, 1999; Plomin et al., 2001).
En general, el estilo afectivo de las personas tiende a cambiar poco; al parecer, la biología marca mucho la pauta en estos territorios. Es así como Fox y Loehlin (1989) encontraron, tras un seguimiento de 20 años, que las personas cambiaban muy poco su emocionalidad: Esto empalma bien con los hallazgos genéticos de Lykken y Tellegen (1996).
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