Название | Psicoterapia Integrativa EIS |
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Автор произведения | Roberto Opazo |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789569946646 |
Por supuesto, el desafío siguiente pasa a ser el desplegar un proceso de psicoterapia – abierto, completo, eficiente – , que permita ir abriendo los espacios que la biología posibilita y que el paciente desea ir ocupando.
Un territorio que permite dilucidar los alcances y las limitaciones del cambio en psicoterapia, es el territorio de la personalidad; en particular, el ámbito de los cambios en la personalidad y en los rasgos de personalidad. En estos territorios, los propios clínicos han venido constatando lo difícil que resulta el éxito terapéutico en trastornos de personalidad (Gomberoff, 1986; Bagladi, 2004). La generalizada idea de que "la gente no cambia", se relaciona muy directamente con la hipótesis de que la manera de ser básica de las personas se mantendría igual. Esta hipótesis se aviene bien con aquellas teorías biologicistas que asumen que la biología fija los marcos medulares, y que la biografía no influye o influye muy poco. Esto se aviene con quienes sostienen que las experiencias tempranas generan la "personalidad nuclear", la cual se tornaría cuasi inmodificable por la vía de las experiencias menos tempranas. Y se aviene con quienes consideran que la personalidad se rige por la "teoría del yeso": a cierta edad el material que da forma a lo que somos se seca, se endurece, no se modifica más. El tema es muy de fondo y la pregunta pertinente también lo es: ¿cuán efectiva es esta imposibilidad de cambio?
En una investigación casi reciente, Sanjay Srivastava (2003) analizó una muestra mixta de 132.515 adultos, con edades entre 21 y 60 años. En esta muestra, se analisó cinco grandes rasgos de personalidad – Los así llamados "big five" – a fin de evaluar sus opciones de cambio "tardío": amabilidad, responsabilidad, neuroticismo, apertura y extroversión. Para evaluar estos rasgos, se utilizó el "Big Five Inventory" y se fueron estableciendo los resultados promedio en las diferentes edades. El estudio, publicado en el Journal of Personality and Social Psychology, estableció que después de los 30 años, las personas siguen presentando cambios en estos rasgos. La responsabilidad tiende a ir aumentando hasta los 60 años de edad; por su parte la amabilidad aumenta con mayor fuerza entre los 30 y los 55 años. A su vez el neuroticismo es el rasgo que muestra una mayor diferencia de género: en el hombre casi no hay cambio después de los 20 años en tanto que en la mujer el rasgo tiende a irse reduciendo en forma marcada y consistente hasta los 60 años. Por otra parte, la apertura a la experiencia mostró una disminución, después de los 30 años, tanto para los hombres como para las mujeres. Y la extroversión, para las mujeres, tendió a decrecer significativamente entre los 31 y los 60 años; en los hombres tendió a incrementarse muy débilmente. Esta investigación enfatiza el rol no menor de la plasticidad del sistema nervioso, como facilitadora de diferentes cambios en los rasgos de personalidad.
En lo medular, los datos precedentes tienden a coincidir con las conclusiones de una reciente revisión de las evidencias desarrollado por Roberts et al. (2004). Sin hacer distinciones entre hombres y mujeres, encontró que – en la adultez – tienden a aumentar la amabilidad y la responsabilidad. Encontró también que el neuroticismo tiende a disminuir en tanto que la extroversión tiende a mantenerse. Para la apertura a la experiencia, las evidencias encontradas no fueron son concluyentes.
En algunas experiencias de las personas, la opción de cambio no parece ser menor:
Agustín nació en Tagaste, en el África romana, en noviembre de 354. En su juventud, mostró un "carácter libertino" que lo llevó a disfrutar intensamente de los "placeres mundanos"; todo lo cual era consistente con sus fuertes motivaciones sensuales y eróticas. Adicionalmente, se mostraba muy sensible a los halagos, y al logro de protagonismo. Durante 14 años convivió con una mujer sin llegar a casarse. En forma paralela, sus "motivaciones trascendentes" se manifestaron desde temprano, pero habitualmente fueron superadas por sus motivaciones "pecaminosas". Es así que sus ruegos a Dios en esa época constituyen una verdadera síntesis de sus dicotomías internas: "Hazme puro… pero aún no" (Confesiones, Capítulo 8). A los 32 años, se convierte al catolicismo, y a los 33 es bautizado en Milán. En este período se va consolidando un cambio que en propiedad podría calzar con el concepto de "sublimación". Es así como posteriormente vendió todos sus bienes y repartió el dinero a los pobres. De allí en adelante, inició una vida que en muchos aspectos fue radicalmente diferente de sus andanzas de juventud. La vida clerical de San Agustín constituye una combinación de retiro espiritual y prédica, y escribió incansablemente (más de cien títulos separados). Fue consagrado obispo a los 41 años y falleció a los 76. Sus Confesiones relatan sus conductas "pre conversión" y constituyen una fuerte muestra de arrepentimiento. Y una muestra sentida de los profundos cambios generados por su conversión: en sus pensamientos, sentimientos, valores y conductas. Es así que nos confiesa: "Tarde te amé. Oh Belleza siempre antigua, siempre nueva. Tarde te amé. Tú me has llamado, y me has llamado insistentemente, y has suprimido mi sordera. Tú has brillado con luz y has puesto mi ceguera a volar. Tú has emanado fragancia, y me he quedado sin aliento, y he suspirado por Ti. Te he conocido y he tenido hambre y sed de Ti. Tú me has tocado y he sido encendido por tu paz" (Confesiones, Capítulo I). La Iglesia católica lo consagró como santo en 488.
La experiencia de San Agustín es excepcional y no constituye una opción terapéutica; difícilmente un enfoque pueda plantear como objetivo terapéutico la santidad de los pacientes. Sin embargo, la vida de San Agustín nos aporta un testimonio de que, por una vía biográfico-experiencial, se pueden alcanzar cambios notables en aspectos medulares de nuestra personalidad.
Desde una óptica que se conecta con lo anterior, podemos encontrar nuevas evidencias. Al margen de la naturaleza final de las vivencias y cogniciones ligadas a las experiencias cercanas a la muerte, lo cierto es que sus consecuencias – al nivel de cambios en la dinámica psicológica – pueden llegar a ser muy profundas. "Cualquiera sea su causa, experiencias cercanas a la muerte – ligadas a vivencias trascendentes – pueden alterar dramática y permanentemente las actitudes, creencias y valores de una persona. Los post-efectos más comunes incluyen incrementos en la espiritualidad, en la preocupación por los demás y en la valoración del sentido de la vida, junto con decrementos en el temor a la muerte, en el materialismo y en la competitividad" (Greyson, 2002, p. 319). Diversas investigaciones han constatado la cualidad y estabilidad de estos cambios (Grey, 1985; Flynn, 1986).
Sin embargo, no es necesario estar cercano a la muerte para que se puedan modificar rasgos de personalidad; al menos en alguna medida. Un amplio y reciente estudio de la Universidad de Stanford – con una muestra de 130 mil personas – constató que las personas por sobre los 30 años, tienden a suavizar sus rasgos más disruptivos y a potenciar los más agradables (Aronowitz, 2004); esto involucraría que, además de cambios ligados a la propia evolución biológica, las experiencias de la vida – con sus refuerzos, omisiones y castigos – pueden contribuir a re-administrar e incluso a modificar rasgos facilitados por "natura". Esto es de la mayor importancia para la psicoterapia. Aunque subsistiría una enorme dificultad para la modificación de rasgos, mucho parece indicar que tal modificación dista de ser imposible. En este "nuevo" contexto, fuerte restricción biológica pasa a ser distinto de total determinación biológica o infantil temprana. De este modo, el fatalismo del escorpión, con el cual iniciábamos este capítulo, pasa a tener una importante vigencia; pero no una vigencia total.
De lo anterior se desprende que, intentar modificar rasgos de personalidad involucra un enorme desafío terapéutico. Involucra, primeramente, una actitud realista – aunque no fatalista – al respecto. Dada la dificultad de la tarea, involucra también el activar múltiples y reiterativas estrategias de cambio; con la mayor habilidad clínica posible. Aquí "insight", egodistonía, motivación al cambio, asignación graduada de tareas, cambios de medio ambiente, etc., adquieren un rol fundamental; igualmente fundamental, es que los "nuevos rasgos" conduzcan a reforzamientos de mejor calidad que los "antiguos".
De este modo, una adecuada comprensión del tema nos aleja de una pasividad fatalista; pero nos desafía a hacer muy bien las cosas. Aun así, muchas veces deberemos conformarnos con una readministración de los rasgos existentes.
Desde mi propia experiencia clínica, he seleccionado tres casos que constituyen ejemplos relevantes en la temática de la modificación de rasgos de personalidad. Se trata de casos