Название | XII Simposio Bíblico Teológico Sudamericano |
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Автор произведения | Carlos Olivares |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789877650525 |
Solo la presencia del Espíritu Santo regenera el corazón egoísta al punto de que le sea posible entregar sus posesiones personales al servicio de la misión. Cuando el Espíritu Santo tomó posesión de las mentes y los corazones de los creyentes de la Iglesia primitiva, estos fueron capaces de compartir sus posesiones personales. Este programa de asistencia económica y caritativa no dependía de fondos gubernamentales o de organizaciones privadas, sino que era sostenido con las ganancias de las ventas de casas y tierras de los creyentes, en otras palabras, con donaciones personales. Los primeros creyentes cristianos lo hicieron porque vieron la necesidad ajena y, debido a esa práctica, los mendigos y las personas necesitadas entraron en la nueva categoría de personas sin necesidades.18
La caridad como religión verdadera
La falta de pobres en el Libro de los Hechos permanece como un testimonio vivo a través de los siglos, de la superioridad de la religión verdadera. Santiago acertadamente invita a los creyentes a ser “hacedores de la palabra” y no solo oidores (St 1,22) ¿En qué consiste la verdadera religión? Santiago responde: “La religión que Dios nuestro Padre acepta como pura e irreprochable es esta: cuidar a los huérfanos y las viudas en su angustia y evitar que el mundo los contamine” (St 1,27).
Es posible escuchar en las palabras de Santiago un eco de las palabras de Jesús: “Porque tuve hambre y me disteis de comer; cuando tuve sed, me disteis de beber; fui forastero y me recogisteis; estuve desnudo y me cubristeis; yo estaba enfermo y me atendisteis; en la cárcel y me visitasteis” (Mt 25,35-37). Sería apropiado concluir que las actividades de ayuda humanitaria que nos permiten alcanzar el reto presentado en estos textos bíblicos son consistentes con lo que la Biblia llama la religión verdadera. Pablo apoya este principio en Romanos 12,20 cuando cita Proverbios 25,21 y dice: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale agua para beber”.
La verdadera religión trae consigo alivio a las necesidades humanas, incluso las necesidades económicas. La angustia de los huérfanos y las viudas toca el corazón de nuestro Padre, de manera que pone en el corazón de sus siervos sus propios deseos de “defender la causa del huérfano” y “defender la causa de la viuda” (Is 1,17). La caridad cristiana verdadera traerá consigo buenas obras que moverán el corazón humano a darle gloria a Dios, y no al agente humano que Dios utiliza para extender su bendición.19
Bryant Myers20 define la pobreza desde una cosmovisión bíblica, como esencialmente un problema visible de ruptura de relaciones a causa del pecado (relacional y espiritual). Tal ruptura afecta la identidad colectiva e individual de la persona. Myers considera que una visión bíblica expone otras definiciones deficientes de la pobreza, como carencia material, que se resuelve con intervenciones materiales.
La visión bíblica resuelve el falso divorcio entre el evangelio como acción social o como proclamación (predicación), al establecer que el pobre es un hermano atrapado en sistemas y estructuras sociales de poder abusivas, narrativas sociales falsas, relaciones humanas deficientes y alguien en necesidad de ser redimido.
Los creyentes, al redistribuir los bienes materiales, estaban comunicando de manera concreta que entre ellos “no había más pobres”, pues el evangelio ha borrado esa categoría, al colocarlos a todos en el plano de la hermandad. Ya sea al sentarse juntos a la mesa o en las transacciones del mercado, el creyente ve en el otro un hermano y un hijo de Dios. A través de la misión holística, invitamos al pobre a descubrir su verdadera identidad en Cristo. Tras su encuentro con Jesús, Zaqueo entendió que como hijo de Abraham ya no podía posicionarse por encima de sus hermanos y convertirse en opresor. Como resultado de recibir la salvación, él salió a repartir sus bienes materiales, pues ambos están relacionados.
Misión y ministerio a través de las ofrendas
Fue en Antioquía donde los discípulos (seguidores de Jesús) fueron llamados cristianos por primera vez (Hch 11,26). Es posible que esto pudiera estar relacionado con el hecho de que fue allí donde se recogió una ofrenda para los hermanos y las hermanas (ciertamente pobres) que vivían en Judea (Jerusalén). El texto dice: “Los discípulos, cada uno de acuerdo a sus habilidades, decidieron ayudar a los hermanos y hermanas que vivían en Judea. Esto lo hicieron, enviando sus dones a los ancianos a través de Bernabé y Saulo” (Hch 11,29-30). Proveer ayuda (εἰς διακονίαν) en este contexto puede ciertamente significar proporcionar recursos (dinero, regalos) para ayudar a los hermanos en apuros. En cuanto a este ministerio de los creyentes, Thomas expresa: “Enraizado en Hechos 2 y 4, puede haber sido el origen de los esfuerzos subsiguientes de ayuda y desarrollo”.21
La caridad cristiana no se practicaba solo dentro de los límites de una determinada iglesia o comunidad, sino, como se ve aquí, trascendía las barreras geográficas y las fronteras de los países. La ofrenda de socorro ayudó a las primeras iglesias cristianas a permanecer unidas en el cuerpo de Cristo (la única familia de Dios), aumentando así el compañerismo entre ellos y promoviendo el acto de compartir, incluso en medio de pruebas y pobreza.
En cuanto a las iglesias macedonias, Pablo escribió: “Aun en tribulación, la abundancia de su gozo y su extrema pobreza se derramaron en rica generosidad. Porque atestiguo que dieron con agrado todo lo que pudieron, e incluso más allá de sus capacidades, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediésemos el privilegio de participar en este servicio para los santos” (2 Co 8,2-4).
El apóstol Pablo tuvo especial consideración por los miembros de la iglesia local: “Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe” (Ga 6,10).22 Pero aún más allá, su llamado incluía a los enemigos: “Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber” (Rom 12,20).
Autosostén y misión holística
El apóstol Pablo escribió: “Pero os rogamos, hermanos, que abundéis en ello más y más; y que procuréis tener tranquilidad, y ocupaos en vuestros negocios, y en trabajar con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera, y no tengáis necesidad de nada” (1 Tes 4,10-12).
Los creyentes no debieran depender (ser una carga) de otros. Debieran vivir una vida tranquila, trabajar con sus propias manos y no interferir en los asuntos ajenos. Los creyentes serían personas dignas, capaces de autosostenerse y de convertirse en ciudadanos respetables.
El apóstol afirma el principio de que todos deben trabajar y proveer para su propia familia. El alentó a los creyentes a sostenerse a través del trabajo manual. La ociosidad entre creyentes y no creyentes debiera dar paso al trabajo productivo. “No estábamos ociosos cuando estábamos con ustedes, ni comimos la comida de nadie sin pagarla. Por el contrario, trabajábamos noche y día, trabajando y trabajando para que no fuésemos una carga para nadie” (2 Tes 3,7-8).
Cuando los programas de ayuda humanitaria y desarrollo se implementan de acuerdo con los principios del reino de Dios, el prójimo —el refugiado, el pobre, el enfermo, el huérfano y la viuda— es valorado y amado. Así es como la ley divina se cumple y Dios mora entre su pueblo.23
La siguiente historia presenta elocuentemente este principio. Mientras trabajaba como director de ADRA Azerbaiyán, uno de nuestros programas estaba dirigido a capacitar a refugiados e indigentes a través de microcréditos. Ellos debían presentar un plan de negocios y ser sometidos a una evaluación posterior para recibir el préstamo.24 Muchos refugiados se inscribieron en el programa buscando una nueva oportunidad para reestablecerse.
En cierta ocasión, una señora insistió en verme personalmente. Por tres días consecutivos vino a mi oficina esperando entrevistarse conmigo. Ella vivía en una región distante, por lo que su insistencia le significó tener que hospedarse tres días con parientes en la ciudad, alejada de su familia. Cuando finalmente nos reunimos, me explicó que era viuda, madre y refugiada de guerra (en la época en que había guerra entre Armenia y Azerbaiyán). Ella era la cabeza de su hogar y estaba a cargo de varios niños, además de sus padres ancianos. Después mencionó haber calificado para el programa de microcrédito. Debo admitir que me imaginé que venía a pedirme que la excusara por no