La democracia en Chile. Joaquín Fermandois

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Название La democracia en Chile
Автор произведения Joaquín Fermandois
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789561427280



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de autoconciencia —desdoblamiento y despliegue—, momento en donde deberá dirimir acerca de su ser y deber ser. No escapará jamás a la realidad de crisis que se dio a luz con ese acometido.212

      13.- Ahora se van a enumerar los rasgos formales de la democracia. Se trata de las instituciones, actores y usos legales y consuetudinarios que definen con un grado de concreción aquello que se llama democracia. La idea de la soberanía popular institucionalizada está en la base y se desprende como concretización de las reflexiones fenoménicas ya identificadas, y que quizás se puedan resumir como aquella de la distinción entre Estado y sociedad civil, aparte de la soberanía popular en cuanto autogobierno. Aquí me referiré a los rasgos más concretos, instituciones, actores y modos de coexistencia que en algún grado u otro deben coexistir en un sistema democrático para ser calificado de tal.

      14.- La primera de todas es aquella de la división de poderes iniciada en la teoría por Bodino y Montesquieu.213 Muchas veces se le ha dado por superada por perspectivas críticas de la democracia o directamente antidemocráticas. La autonomía recíproca o independencia, si se quiere, de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial constituye y constituirá una base inamovible para la existencia de la democracia. Existen vinculaciones entre ellos porque su desempeño se mueve dentro de un mismo orden social, una misma unidad política. De todas maneras, los países donde existe esta división se distinguen perfectamente de aquellos donde no existe. Ningún observador se engaña a sí mismo, salvo que quiera ser engañado, atendiendo que haya algunas situaciones de democracias incompletas y, como se dice más adelante, en términos históricos ha habido un proceso, un movimiento de la misma sociedad en búsqueda de la democracia. Existirán siempre algunos países semidemocráticos y otros a los cuales solo les calza el calificativo de dictadura, despotismo, Estado patrimonial, o sociedad de señores de la guerra.

      15.- La democracia se desarrolla a través de una práctica que es inseparable, y que en lo cotidiano es casi idéntica a las prácticas electorales competitivas articuladas según un sistema legal que en principio propenda a dar igualdad de oportunidades políticas, como parte de su carácter representativo. La regulación de los actores políticos, en especial de la existencia de los partidos políticos, ha sido un corazón de la política moderna, y un punto de referencia contencioso por la tendencia casi inexorable de que la clase política tienda a caer en el descrédito. Lo mismo se puede decir de la existencia de medios de comunicación de masas autónomos: la mentada libertad de prensa, hoy día referida muchas veces como libertad de los medios.214 Esto incluye hasta cierto punto la libertad para difamar, ya que donde está el bien también prospera el mal, puesto que ambos no pueden separarse fácilmente; además está lo de la búsqueda de la verdad de las cosas a través de la deliberación que salió de los recintos teóricos y pasó al debate público. Por cierto, todo esto supone ese elemento fenoménico de la opinión pública.215 La deliberación y el sopesar los conflictos de valores de manera abierta, comprobable, le pertenece de suyo; la ética de la responsabilidad debe ser sobresaliente, aunque parte de la libertad podría ser elegir —casi tentación de suicidio— a la ética de la convicción como horizonte.216

      16.- Lo dicho hasta ahora no cubre todas las condiciones de la democracia y jamás todas ellas se encuentran presentes con la misma fuerza en cada sistema democrático. Existe una condición que casi siempre es la primera en debilitarse, el interés por participar en la política; o llámesele pasión, vocación, gusto, interés profesional, impulso por defender o promover un interés especial con un toque de generalidad. El decaimiento de este interés, que se refleja en el desplome recurrente del prestigio de la clase política, o “los políticos”, que es casi lo mismo, es la traducción de este fenómeno; la intelligentzia en torno a la política muestra un cuadro opaco. Se la conoce también como “malestar con la política” o decadencia de la política. Es una amenaza genética e inextinguible a la democracia.

      17.- Y algo más que es difícil de clasificar, que además no puede desarrollar —ni menos inventar— un sistema político a partir de sí mismo, pero que a la democracia casi siempre le acompaña y es casi indispensable, es el “espíritu liberal” y las “costumbres democráticas”, estas últimas tan destacadas por Tocqueville. El primero es un talante que lleva al autoexamen, a la tolerancia —junto con la personalidad para sostener con persuasión y persistencia opiniones razonadas, fundadas— y al don de la conversación en un sentido de ideal social.217 Se le entiende como con-versación, el principio de versación mutua llevado a los grandes temas políticos, que son los públicos pero que también competen en cierto grado a la vida privada, en su rostro de lo cotidiano, llegado el caso, a la disposición de aprender de corrientes distintas o rivales. Las costumbres democráticas se refieren en lo fundamental al trato más igualitario entre los ciudadanos —o más, entre los habitantes— de un cuerpo político, dicho primero para destacarlo de las herencias del antiguo régimen; y después en relación con una relativa igualdad social en el trato. Su némesis no son los remanentes de ese antiguo régimen, sino que la vulgarización de la sociedad de masas, que también acompaña a la democracia. Como se sostiene aquí, pertenece más bien a lo contiguo a la democracia, pero que en términos políticos le es indispensable. El interés más o menos espontáneo por la política y el surgimiento de una minoría creadora en lo político, lo que muchas veces llamamos clase política, pasan a ser factores igualmente insustituibles para el despliegue de la democracia y para que esa clase tenga algún tipo de legitimidad y estima en la opinión pública, en los electores potenciales.218

      Raíz histórica y naturaleza de sociedad humana

      En germen, lo político existe en la sociedad arcaica, aunque la inmediatez de las relaciones y el conocimiento entre todos sus miembros, o que tendencialmente sea así, le sustrae un marco de abstracción en las relaciones de poder que le es propio. Por eso, la existencia de la esfera política ha tenido que ver con la sociedad compleja, vale decir, aquella caracterizada por fenómenos como la distinción campo-ciudad, la escritura, el instrumentario y el Estado, entre otros; es decir, aquello que llamamos civilización. Al Estado casi siempre le es propio el monopolio de las armas o violencia legítima, aunque habría que decir, para que esta definición sea transhistórica, es decir, que valga para diferentes épocas y lugares, que se debe poner un matiz de que en caso necesario el Estado posee en potencia la posibilidad de imponerse por las armas. Esto, porque hay que tener en cuenta que en muchas experiencias históricas la posesión de las armas por parte del cuerpo social hasta cierto grado es un hecho básico. Nos referimos a la posesión legítima de las armas por los habitantes de un cuerpo político y no aquella de la delincuencia que también puede marcar a algunas democracias. Por lo demás, la extensión de la capacidad de adquirir armas de manera legal y quizás legítima ha llegado a ser un problema en la democracia moderna.

      Todo cuerpo político en el marco de un Estado —o “soberanía política”— posee un sistema de distribución y de renovación de poder. Los detentores de la autoridad no actúan por sí solos ni su capacidad de dictar órdenes, de poseer autoridad en el sentido de que se cumpla una instrucción como algo natural, está asegurada por la sola personalidad.219 La organización y el lenguaje ocupan un papel relevante tanto como equipos de trabajo o como burocracia que asume la conservación de la rutina. Desde luego, hay un cuerpo provisto de armas organizado de forma jerárquica. Esto funciona incluso en un sistema como el feudal, donde la idea de un Estado tiene carácter altamente metafórico, aunque no es del todo falsa, por lo demás raíz del Estado moderno. Existe un sistema de autoridad que facilita el cumplimiento de las disposiciones de los detentores del poder. Tampoco hay sociedad humana en donde no exista otro cemento, expreso o tácito, aunque es raro en realidad que no asome en algún tipo de lenguaje, y que es el de la legitimidad, aunque al observador le aparezca extraña o aun a veces repugnante. Las sociedades delincuenciales también lo tienen. Asimismo, la legitimidad desarrolla su propio lenguaje, que adquiere fuerza propia y puede saltar de una experiencia social a otra.

      Las experiencias históricas que caben en esta descripción son múltiples; son casi todas del advenimiento del mundo moderno. La asunción y distribución de poder es un proceso que solo se concibe desde lo alto, aunque es raro que el parecer de equipos y subordinados no haya nunca pesado; siempre tuvo alguna participación constante, salvo en momentos de emergencia que al prolongarse pueden cortar un lazo vital entre la cabeza