Название | La democracia en Chile |
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Автор произведения | Joaquín Fermandois |
Жанр | Документальная литература |
Серия | |
Издательство | Документальная литература |
Год выпуска | 0 |
isbn | 9789561427280 |
En el mediano plazo, no sería esta deformación lo que iba a predominar al interior del sistema portaliano, aunque había algo del “garrote y zanahoria”. Sin embargo, calza demasiado bien con la dinámica de los países hispanoamericanos y de su clásica inestabilidad política. Comienzo de ella es la autointerpretación, por parte de los detentores del poder, de hallarse en un estado de excepción, en una historia que se repite y se repite.
Si bien Portales no aspiraba a lograr una inmunidad política para sí mismo, en la práctica el equipo liderado por el presidente Joaquín Prieto no podía prescindir del Ministro. No resulta sorprendente la existencia de la sombra tras el poder, aunque esta imagen le viene escasamente a un personaje de tanto relieve para sus contemporáneos. Sin embargo, a la postre, el manejo desde la segunda fila, que se da hasta 1835 cuando vuelve al gabinete, o terminaría por eclipsar la autoridad de Portales o lo obligaría a emerger a la primera fila. Hacia 1837 parecía que la segunda posibilidad iba a imponerse. El asesinato que truncó su trayectoria nos impide saber en qué medida iba Portales a asumir un protagonismo aún mayor, o si realmente tenía la intención y tenía la disposición de ánimo de dejar una maquinaria funcionando sin su presencia. El motín de Quillota y sus consecuencias probaron que no era el hombre indispensable de ahí en adelante —quizás se produjera todo lo contrario—, aunque nada indica que el estilo político que continuaría en las dos décadas siguientes fuera distinto a la intención central del Ministro. Tal vez su asesinato el 6 de junio de 1837 consolidó el programa de acción que él había inspirado; además, por tres lustros el sistema institucional que ayudó a levantar resistió los desafíos de rebelión que se produjeron.190
Una guerra internacional, seguida no con mucho entusiasmo por el país, ayudó a consolidar esta organización. A pesar de las dudas que existían, la empresa bélica hasta la batalla de Yungay el 20 de enero de 1839, y el establecimiento de una política internacional que terminaría por ser reconocida por las potencias de la época —nos referimos a los colosos europeos y, en menor medida, a Estados Unidos— constituyeron no solo un cemento para la supervivencia, sino que un combustible de prestigio interno. El derrocamiento de Andrés de Santa Cruz, el líder de la Confederación Perú-Boliviana, situaba la política de Chile en una urdimbre que no se podría describir exclusivamente como internacional. Es indiscutible que la carta escrita por Portales al almirante Manuel Blanco Encalada para nominarlo como jefe militar de la expedición contra la Confederación, y reflexionar sobre la amenaza que constituiría para Chile la unidad de Perú y Bolivia, y acerca de la necesidad de establecer la superioridad chilena en el Pacífico, perfilaba con claridad la posición del Gobierno en el concierto político continental:
La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible. No puede ser tolerada ni por el pueblo ni por el Gobierno, porque ello equivaldría a su suicidio. No podemos mirar sin inquietud y la mayor alarma la existencia de dos pueblos confederados, y que, a la larga, por la comunidad de origen, lengua, hábitos, religión, ideas, costumbres, formarán, como es natural, un solo núcleo. Unidos estos dos Estados, aun cuando no más sea que momentáneamente, serán siempre más que Chile en todo orden de cuestiones y circunstancias. En el supuesto que prevaleciera la Confederación a su actual organizador, y ella fuera dirigida por un hombre menos capaz que Santa Cruz, la existencia de Chile se vería comprometida (…) La Confederación debe desaparecer para siempre jamás del escenario de América. Por su extensión geográfica; por su mayor población blanca; por las riquezas conjuntas del Perú y Bolivia, apenas explotadas ahora; por el dominio que la nueva organización trataría de ejercer en el Pacífico, arrebatándonoslo; por el mayor número también de gente ilustrada de la raza blanca, muy vinculada a las familias de influjo de España que se encuentra en Lima; por la mayor inteligencia de sus hombres públicos, si bien de menos carácter que los chilenos; por todas estas razones, la Confederación ahogaría a Chile antes de muy poco. Cree el Gobierno, y este es un juicio también personal mío, que Chile sería o una dependencia de la Confederación como lo es hoy el Perú, o bien la repulsa a la obra ideada con tanta inteligencia por Santa Cruz debe de ser absoluta (…) (las) fuerzas navales deben operar antes que las militares, dando golpes decisivos. Debemos dominar para siempre en el Pacífico: esta debe ser su máxima ahora, y ojalá fuera la de Chile para siempre.191
Sin perjuicio de esta dimensión del conflicto, la intervención en lo que por lo demás no era otra cosa que una seguidilla de contiendas civiles, tocaba también al equilibrio en el poder y al ordenamiento interno de ambos gobiernos. Continuaba, desde este otro punto de vista, la desgarradora retahíla de sanguinarios combates entre los diversos dirigentes que habían surgido de la emancipación o de los que les habían sucedido. Por ello, la guerra contra la Confederación Perú-Boliviana fue a la vez una conflagración internacional y un combate entre fuerzas políticas antagónicas, “un algo” de guerra civil. De la primera fisonomía estuvo ausente una de las principales características de las guerras decimonónicas: las transferencias territoriales a favor del victorioso. Simultáneamente, sin embargo, cumplía con otra cara de los conflictos internacionales del siglo, como es el cultivo de una conciencia de país y “nacional” que envolvía no solo al cuerpo político, sino que a todos los grupos sociales. Por cierto, esta crianza de identidad es parte de una evolución cultural que anima al sistema internacional moderno. En todo caso, la Guerra contra la Confederación reportó apoyo popular al proceso político chileno una vez que se ratificó el triunfo militar.192
Siguiendo las ideas del escritor más influyente sobre el tema, Alberto Edwards, lo que habría resultado de toda la obra portaliana habría sido la constitución de un “Estado en forma”, expresión de ascendencia spengleriana.193 Considero este egregio apelativo demasiado ambicioso, teniendo en cuenta la fragilidad esencial de la democracia moderna y los mismos vaivenes de su evolución de Chile. No obstante esta reserva, es indispensable hacer hincapié en algunos elementos de esta visión que a nuestro juicio destacan por sí solos. En primer lugar, no parece del todo inexacto llamar a la evolución política ocurrida hasta la década de 1860 como una suerte de protodemocracia o, en todo caso, como república autoritaria, aunque en estado evolutivo. Había república en cuanto procedimientos, acatamiento a los mismos y la indispensable despersonalización; faltaban otros elementos de la democracia. Se desarrolló una relativa “impersonalización” del poder, perceptible por el hecho simple de haberse sucedido cuatro períodos presidenciales ininterrumpidos de diez años (los decenios de Prieto, Bulnes, Montt y Pérez), por cierto, con reelecciones muy poco competitivas, aunque teniendo al frente una creciente oposición legal. Hasta 1891, los gobiernos tuvieron una injerencia destacada y, desde el punto de vista de la democracia moderna, inadmisible en los resultados electorales, tanto sobre los de los presidentes como los del Parlamento. La fuerza del intervencionismo no quita que el procedimiento fuera causando cada vez más resistencia. La Guerra Civil de 1891 fue, en gran medida, fruto de esa malformación democrática precisamente porque tardaría en ser superada.
El desarrollo de los cuatro decenios entre 1831 y 1871 aportó a la formación republicana elementos imprescindibles, como la estabilidad y la previsibilidad del juego institucional, a la vez que propició una evolución marcada hacia una cultura política pluralista. Como en historia las cosas están envueltas en paradoja, una de las causas más importantes de la estabilidad fue que los varios intentos armados