El patriarcado no existe más. Roxana Kreimer

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Название El patriarcado no existe más
Автор произведения Roxana Kreimer
Жанр Документальная литература
Серия
Издательство Документальная литература
Год выпуска 0
isbn 9789505567867



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RN, Morandini L; Guimaraes Moreira R; Somoza GM; (2015) A multidisciplinary study on social status and the relationship between inter-individual variation in hormone levels and agonistic behavior in a Neotropical cichlid fish. Hormones and Behavior 69: 139-151

      Pandolfi, M., “Como peces en el agua | Matias Pandolfi | TEDxUBA”, en https://www.youtube.com/watch?v=YgRR8mrKhFU

      Schmitt, D. P. (2005). Fundamentals of Human Mating Strategies. In D. M. Buss (Ed.), The handbook of evolutionary psychology (pp. 258-291). Hoboken, NJ, US: John Wiley & Sons Inc.

      Trivers, R. (1972). Parental investment and sexual selection (Vol. 136, p. 179). Cambridge: Biological Laboratories, Harvard University.

      Wrangham, R. W., & Glowacki, L. (2012). Intergroup aggression in chimpanzees and war in nomadic hunter-gatherers. Human Nature, 23(1), 5-29.

      Un elemento central que es común a buena parte del feminismo hegemónico y a las teórias en las que se inspira, como es el caso de la filósofa Judith Butler, la psicóloga Daphna Joel y, en Argentina, la biotecnóloga Lucía Ciccia, es que se enmarca en el constructivismo social, para el que no hay predisposiciones que no sean producto de la socialización, ignorando sistemáticamente los estudios que tienen en cuenta la historia evolutiva de nuestra especie y, en particular, la teoría de la selección sexual de Darwin. En ella se considera que hombres y mujeres enfrentaron estrategias adaptativas distintas en contextos ancestrales. Omitirlos es comparable a estudiar ingeniería y desconocer las matemáticas y las leyes de la física.

      Antes de ocuparnos de las diferencias entre hombres y mujeres como el resultado de la interacción de predisposiciones biológicas y la cultura, nos concentraremos en el marco más general en el que se inserta la evolución de la vida en la tierra, que a grandes rasgos se origina hace cuatro mil millones de años.

      Además de la selección natural, la otra teoría que propuso Darwin en su libro El origen del hombre es la de la selección sexual. Allí sugiere que algunos rasgos fueron seleccionados porque resultaban atractivos para el apareamiento. Darwin señaló que literalmente no podía dormir tratando de entender por qué el pavo real tiene unas plumas tan grandes y coloridas si de este modo resulta más visible para los predadores. ¿Cómo es que pasó de generación en generación un rasgo tan impráctico en términos de supervivencia? La respuesta es: porque las hembras así lo prefieren, con lo que las nuevas generaciones ven incrementado este y otros rasgos estéticos que no tienen nada de superficial, puesto que en muchas especies hay evidencia de que son marcas genéticas de salubridad. En un estudio experimental se recortaron las plumas de los pavos reales y esa temporada los machos no se aparearon. Las hembras no los preferían (Petrie y Halliday, 1994). La evolución favorece ciertos mecanismos cuando las ventajas superan a las desventajas.

      Darwin diferenció entre caracteres sexuales primarios, relacionados directamente con la función reproductora, como los órganos genitales, y caracteres sexuales secundarios, no conectados directamente con la reproducción, tales como el mayor tamaño, la fortaleza y la beligerancia de los machos, sus armas de ataque o medios de defensa frente a los rivales, su coloración chillona, ornamentos, capacidad de canto y otros caracteres similares. De modo que la competencia entre machos puede ser directa, con fuerza física, o indirecta, mediante ornamentos.

      En cualquier especie animal, el sexo que más invierte en la reproducción es el más selectivo a nivel sexual. Y en la mayor parte de las especies, ese sexo es el femenino. Darwin vio que las hembras de distintas especies eran más selectivas, puesto que una mala elección es más costosa para ellas, y los seres humanos entraríamos básicamente en esa categoría. Las estrategias de cortejo fueron desarrolladas como impulsos que incrementan las posibilidades reproductivas. Para los seres humanos y para gran cantidad de animales de otras especies, un aumento en el número de parejas no lleva a las mujeres a tener más hijos, mientras que lo favorece considerablemente en los hombres, ya que al menos durante el período de gestación, la mujer no puede concebir más hijos.

      Una mujer lleva nueve meses a su hijo en su vientre, debe darle el pecho y luego es la principal responsable de la crianza durante mucho tiempo. No puede decir “Mejor gesto dos meses porque estoy muy ocupada”. En muchas especies esta mayor inversión lleva a las hembras a ser más selectivas porque una mala elección es más costosa para ellas. El puntapié inicial de esta teoría lo dio Darwin, pero al parecer por aquella época no era algo que la sociedad victoriana estuviera dispuesta a aceptar. Los biólogos de entonces dudaban de que las mujeres pudieran influir en la evolución de las especies. Posteriormente, muchos otros estudios fueron consistentes con la teoría de Darwin, reuniendo evidencia de cómo, por ejemplo, las mujeres son más selectivas que los varones en el mercado de citas, y cómo en las búsquedas de pareja se reflejan las diversas presiones evolutivas que tuvieron hombres y mujeres. Un estudio de David Buss sobre este tema, realizado con 37 muestras de 33 países localizados en seis continentes y cinco islas, y del que participaron más de diez mil personas, encontró que en promedio las mujeres requieren más que los varones que sus candidatos den señales de poseer recursos económicos, mientras que la capacidad reproductiva (asociada al pico de la edad fértil, que es en la juventud) era más preferida en promedio por los varones (Buss, 1989). Este fenómeno es denominado “hipergamia” y en inglés se ilustra con el término marry up (casarse “para arriba”): es el acto de buscar pareja o cónyuge de mejor nivel social o económico que uno mismo. Es una diferencia de sexo inherente a la selección sexual, con hombres motivados a buscar mujeres en edad reproductiva y mujeres que buscan hombres que puedan proporcionar los recursos necesarios para la supervivencia de la familia.

      Un mayor estatus del varón implica un mayor acceso a recursos potenciales, pero también el estatus debe ser comprendido como una buena posición dentro del grupo. En una comunidad de cazadores-recolectores, el buen cazador podía ser el más atractivo, en otras pudo haber sido el que había asesinado a más enemigos. Luego esa preferencia se desplazó a destrezas culturales o científicas, lo que supone implícitamente un mayor acceso a potenciales recursos. “Necesito admirarlo” es un requerimiento que en parte resume la predilección de muchas mujeres por los hombres que poseen estatus. En su artículo “The Mating Crisis Among Educated Women” (“La crisis de pareja entre las mujeres educadas”), David Buss da cuenta de cómo a las mujeres que tienen mayores ingresos económicos y que son universitarias, el número de hombres viables se les achica porque suelen preferir que ganen más que ellas o que tengan más estatus. Este resultado también sería consistente con la teoría de la selección sexual y estaría revelando un mecanismo ancestral que quizás atente contra el bienestar de las mujeres de buena posición económica y profesional en la actualidad. John Townsend (1998) encontró que no sólo esta preferencia no desaparece en mujeres independientes, sino que se incrementa.

      El correlato de la búsqueda de estatus en las mujeres es que para las relaciones estables los hombres en promedio tienden a poner más énfasis en el atractivo físico femenino. Este no es un requisito que la mayoría tenga para el sexo casual. Los psicólogos evolucionistas sugieren que se trata de una predisposición biológica, ya que los hombres en promedio se sienten más atraídos inconscientemente hacia mujeres más jóvenes, en edad fértil, incrementando sus chances reproductivas. La sociedad afirma este requerimiento asociando la idea de belleza femenina a la juventud.

      Los hombres que tienen relaciones con otros hombres, se trate de sexo casual o de una pareja estable, también favorecen la belleza física asociada a la juventud por sobre otros atributos, mientras que esta preferencia no es tan destacada entre parejas de lesbianas.

      Todas estas y otras muchas estrategias biológicas son inconscientes y pueden afectar negativamente las elecciones de los hombres, llevándolos a favorecer la belleza por sobre otros atributos relevantes para una relación a largo plazo como, por ejemplo, rasgos positivos de personalidad, valores éticos o afinidades culturales. No es infrecuente que los hombres